Algunos libros hay que leerlos con cautela porque duelen. Y duelen porque algo en ellos hace que te impliques personalmente. Eso ocurre con "El amor del revés" de Luisgé Martín [Madrid, 1962], calificado en la contraportada como "autobiografía sentimental". Y en eso consiste esta obra, en una morosa y detallada disección de la vida sentimental de un hombre que descubre que es homosexual y las implicaciones emocionales y sociales que este descubrimiento íntimo tiene para el autor. Aunque en un momento de la obra el autor afirme: " Este libro es, en cierto modo, el inventario de mis arrepentimientos, de las mentiras que acepté con mansedumbre". El autor es la materia de su obra. Y es complicado ser al mismo tiempo el cocinero y la materia prima que se cocina. Encontrar la distancia narrativa es importante, pero más importante, todavía, es encontrar la voz adecuada para narrar un material altamente inflamable. Luisgé Martín encuentra esa voz desde la cita inicial de Jaime Gil de Biedma "De la vida me acuerdo, pero dónde está" hasta ese presunto final feliz que cierra el libro: "Aunque ningún final es feliz: si es feliz, no es todavía el final". Que deja la puerta abierta al pesimismo del futuro. Porque, como bien se afirma en un momento dado: "La felicidad no se conquista nunca, solo se planea y se divaga". Qué difícil el arte de la felicidad cuando se trata del amor y sobre todo del amor homosexual. Qué difícil al felicidad en general: "Siempre he tenido el convencimiento de que vivir es, incluso para lo seres felices, un error formidable. Una enfermedad crónica que debe ser medicada..." Y de esa enfermedad crónica que ha sido su vida escribe el autor sin complacencia, con una sinceridad que deja ver las grietas, la heridas, el esqueleto atroz del insecto. El insecto no podía ser otro que la cucaracha. Insecto literario donde los haya, pero que le sirve al autor para definir a la perfección la sensación que, en aquellos años en los que está ambientada esta obra, podía sentir una persona que fuese homosexual. La condición de cucaracha no desaparece ni siquiera con los años. Es una condición emocional que se pudre en el alma. La cucaracha miente y sobre todo se miente a sí misma: " Se llega a ser lo que durante mucho tiempo se finge ser". La cucaracha miente porque no desea ser identificada como lo que es. Porque el espejo de la culpa devuelve una imagen deformada del nosotros. La cucaracha es un insecto solitario y atormentado: "...yo siempre sentía una amargura viscosa y enmarañada que hacia que se me detuviera el corazón. Yo era una persona adulta que había aprendido a nombrar las cosas: sabia que aquello era la soledad...a medida que pasaba el tiempo mis tormentos se hacían más grandes". Las confesiones del protagonistas son descarnadas y sin lugar para el indulto ni para el retoque. No se liman aristas: "No le dije que yo también era una cucaracha negra y solitaria, que las mujeres me repugnaban sexualmente, que mi soledad era como la suya". Este retrato de homosexual adolescente se va matizando conforme se suceden las páginas y se acumulan las experiencias y está repleto de pequeñas y acertadas reflexiones en torno al amor y otros demonios particulares. Así se afirma que en el amor homosexual: " Se ama a quien se puede amar, a quien permite ser amado. Es un acto de supervivencia". La malaventura es "un destino contra el que las bestias no podíamos luchar, sólo jactarnos de él". "La crueldad innecesaria es uno de los rasgos de los psicópatas y de los fracasados·". "Los amantes repudiados guardan siempre la ilusión de un acto milagroso, de una revelación mágica que transfigure el corazón de aquellos a quienes aman". "La infancia es la verdadera patria del hombre, como decía Rilke, pero es también su cárcel". "Los amores inventados tienen esa superioridad que los hace invulnerables: la criatura amada siempre posee las virtudes que el amante espera". "Quien renuncia a alguien sólo porque nunca podrá poseerlo no está haciendo otra cosa que reconocer la debilidad y la flaqueza de sus propios sentimientos". "Aprendí que el amor es desleal, que no puede pervivir sin alimento, que se compra o se vende fácilmente por las naderías de la vida"."El egotismo es uno de los estigmas característicos de los homosexuales secretos, de esos hombres que...vivieron su adolescencia encerrados en torres de marfil o en mazmorras aisladas". "La felicidad que solo es íntima, que tiene que ocultarse de la vista de los demás, deja de ser felicidad". "La autocompasión es un sentimiento con poco prestigio, pero a menudo sirve para salvar el alma". Hay una profunda reflexión a lo largo del texto sobre la condición sexual como sustrato sobre el que se asienta lo que somos. La condición sexual nos determina. Somos seres sexuales o no somos. "...la experiencia erótica proscrita y reprobada; la sexualidad torcida. Sólo en él se puede descubrir la hondura verdadera del lo que fingimos ser y de lo que en realidad somos". "Tuve una revelación extraña: comencé a comprender que el sexo abyecto y excesivo era el más humano, el que me distinguía realmente de otras especies zoológicas", "...la sexualidad representa la piedra angular del edificio de la personalidad y...esa piedra debe sostener los arcos y las bóvedas, los muros recios y las paredes finas..." Podemos fingir en todo lo demás, pero nunca en el momento de expresarnos sexualmente. De todos estos asuntos trata "El amor del revés", un striptease literario y sentimental, emocionante a ratos. Un autorretrato en negro, duro, con aristas y diversos tonos de gris. Un retrato matizado detalle a detalles, frase a frase, porque los pequeños detalles son los importantes en la vida y como se dice en algún momento: "Los actos insignificantes son los que determinan la médula de todo. Es un principio literario insoslayable". Y "El amor del revés" está repleto de actos insignificantes pero que sumados en el orden adecuado dan como resultado uno de los mejores libros que uno haya leído durante este año que se nos va muriendo.
domingo, 18 de diciembre de 2016
martes, 6 de diciembre de 2016
ANIMALES NOCTURNOS TOM FORD
Fui a ver "Animales Nocturnos" de Tom Ford empujado por el buen recuerdo que guardo de su primera película, la fascinante "Un hombre soltero" [2009], aunque prevenido interiormente porque no me atraen demasiado las películas que son un dos en uno, o sea, esas películas que cuentan una historia dentro de otra historia y más, en este caso, donde una historia sucede en el sofisticado mundo del arte y la beautiful people y la otra historia es un thriller rural cercano a una novela de Cormac Mccarthy de violadores y asesinos nocturnos y descerebrados. Pero debo confesar que el director supera con buena nota y solvencia el encaje de ambas historias, aunque yo le siga prefiriendo en su papel de aplicado ilustrador de hogares de diseño gélidos y vacuos con galerista despiadada y esposa emocionalmente herida. Amy Adams borda ese papel de mujer que descubre demasiado tarde que se ha equivocado de vida al realizar sus elecciones vitales mientras lee la violenta novela que le ha enviado su primer marido. Su forma se vestir, de mirar, de caminar, su peinado, su manera de maquillarse o no, indican más que sus palabras. Sus paseos por la casa apenas iluminada acompañada por la envolvente, seductora y refinada banda sonora de Abel korzeniowski, dicen más sobre su estado de ánimo que cualquier diálogo. La música es fundamental en esta película sobre una doble venganza como nos recuerda un cuadro que aparece en una secuencia del film. La demoledora secuencia final es una buena muestra del exquisito gusto del director para el melodrama influenciado por Douglas Sirk y Vicente Minelli y de la importancia de la música. Una sola secuencia basta a Laura Linney para pergeñar una de esas madres hichtcokianas y castradoras. Pero si la parte sofisticada de de "Animales nocturnos" es turbadora desde la secuencia de apertura de los títulos de crédito, la parte rural con el accidente, el secuestro y la posterior violación de la mujer y la hija del protagonista de la novela que lee Susan, no desmerecen en absoluto. La violencia es en la mayor parte del metraje, latente. Como bien recuerda el investigador del caso, durante el secuestro no hay armas. El miedo, la violencia, el terror nacen de la situación creada, de lo que el director quiere que nosotros pensemos que va a sucederle a esos personajes, que al final es lo que les sucede. Sufrimos con ellos. Y cuando la violencia estalla, en un par de secuencias, es seca y brutal, inevitable y física. Susan se reconce en la mujer de ese hombre apocado e incapaz de defender a su mujer y su hija. Ese matrimonio con hija podrían ser perfectamente ella y su primer marido y el hijo que nunca tuvieron. Pero al mismo tiempo, ella es también parte de los verdugos, porque como comenta en otra secuencia a una empleada " mi primer marido decía que yo era un animal nocturno". El símil está hecho. La novela es una venganza contra ella. Una forma de cautivarla, de hacerle ver que cuando le abandonó destruyó todo su futuro, incluso la posibilidad de ser el gran escritor a que aspiraba porque ella dejó de creer en él. También el protagonista de la novela esperará pacientemente a que aparezcan los violadores para vengarse de ellos. En ese ir de venir de la literatura a la vida y de la vida a la literatura descubrimos algunas verdades sobre el alma del ser humano, sobre la fragilidad de los sentimientos, sobre el instinto animal del hombre, sobre la venganza y el amor. Ese amor que si no se cuida se convierte en odio. Y el odio es más poderoso que el amor. Se diga lo que se diga.
domingo, 13 de noviembre de 2016
EL CIUDADANO ILUSTRE MARIANO COHN / GASTÓN DUPRAT
Algunas películas se ven porque sí y otras porque toca. "El ciudadano ilustre", dirigida por Marinao Cohn y Gastón Duprat se ve porque sí y porque toca y porque es una comedia que podría haber escrito Valle Inclán, una comedia con andares de tragedia griega, pero que se resuelve en un inteligente giro final que viene más o menos anunciado en la película. No llega la sangre al río, quizás porque en Salas, el pueblo al que vuelve el autor premiado con el premio Nobel de literatura, no hay río, aunque si mucha estupidez humana como en todos los microcosmos que no son sino una reducción al absurdo de la hipócrita sociedad actual, donde la mediocridad uniformiza el todo. Que mal soportamos la mirada del otro. Del ajeno, aunque haya sido uno de los nuestros. Qué mal llevamos que metan el dedo en la llaga de nuestras vergüenzas y miserias. De eso habla esta película con un ritmo sosegado y moroso, demasiado, en algunas ocasiones, pero que destila sarcasmo y un notable punto de crueldad y mala leche. El galardonado autor no aspira a convertirse en el ciudadano del año. No tenemos que congeniar con él, es un ser humano con sus defectos y virtudes, pero al menos tiene una moral y una ética, una visión del mundo, unos principios. El resto de los personajes, si exceptuamos quizás a su antigua novia, ahora mujer maltratada, al menos emocionalmente, son unos impresentables de la A a la Z. Desde el inculto alcalde al tonto del pueblo. Todos son un dechado de corrupción y de virtudes poco edificantes. La película tiene varios niveles de lectura. Quizás el que menos me interesa es la reflexión sobre las razones por las cuales no se le ha concedido un premio Nobel de literatura a ningún escritor argentino. Luego tenemos el nivel más evidente, el del costumbrismo social, donde se realiza una disección en toda regla de las corrupción, el amiguismo, la incultura y la miseria moral de un pueblo y sus gentes que en nada desmerecería en una película de Luis García Berlanga. Ese paseo por el pueblo en el camión de los bomberos acompañado del alcalde y la reina de las fiestas. Esa selección de los cuadros para el concurso de pintura en la cual el premio Nobel es presidente del jurado a su pesar. Esa secuencia en la que es nombrado ciudadano de honor de Salas, la entrevista en la televisión local. Y esa otra secuencia del suplicanrte / demandante de una silla de ruedas de 10.000 euros para su hijo, con uno de esos discursos demagógicos y victimistas que tanto abundan en la gente corriente. Impagables todas estas escenas que muestran en carne viva y a golpe de bisturí los defectos y las miserias humanas de los habitantes de este pueblo que, como no, es todos los pueblos. Quizás el nivel que más me gusta es el del ajuste de cuentas del autor con su pasado, única razón por la cual regresa al pueblo del que salió para intentar no volver nunca. Esos momentos atonales, breves, casi líricos, en los cuales no sucede nada y sucede todo. Ese largo silencio dentro del coche con su exnovia, antes de darse un beso completamente insatisfactorio, el momento en que se asoma la ventanal de la antigua casa de sus padres convertida en casposa peluquería, la visita al destartalado cementerio donde recoge una flor amarilla y la guarda en un cuaderno. Pero por encima de todo, está la parte metaliteraria, la reflexión sobre el propio acto de escribir, de por qué se escribe y para qué y desde dónde. Desde el discursos inicial en la entrega del premio Nobel, donde da por concluida su carrera literaria porque se acaba de convertir en un monumento, en una estatua, algo así como en el hombre de mármol de del recientemente desaparecido Andrzej Wajda. En el momento que nos canonizan estamos muertos. Ya solo escribimos para reyes y miembros de jurados y para una sociedad pequeñoburguesa satisfecha y encantada de haberse conocido. Esa reflexión que se une a otras sobre el origen de nuestras neurosis y sobre lo que se necesita para escribir, papel, lápiz y vanidad. Sobre todo vanidad. Un escritor sin vanidad no es nadie. Hay una importante carga de profundidad sobre la función social del escritor, que debe escribir para intentar cambiar la sociedad y sobre la decepción que el triunfo produce cuando comprendemos que por mucho que luchemos, la masa social es una bestia ciega y estúpida. Justo lo que necesitan los políticos corruptos para perpetuarse en el poder. Por eso la cultura no es un bien necesario en la sociedad y ha de ser desterrada de ella, porque molesta al poder, a los corruptos y a los hipócritas. De todo eso y algunas cosas más nos habla "El ciudadano ilustre". Ese que nos honra pero al que es mejor mantener a distancia o muerto, porque molesta menos. Absolutamente recomendable en los malos tiempos que corren.
sábado, 12 de noviembre de 2016
ELLE PAUL VERHOEVEN
Nunca hay que vender la piel del lobo antes de haberlo cazado. Hace mucho tiempo que algunos críticos y bastantes espectadores pusilánimes daban por muerto y enterrado a Paul Verhoeven [Amsterdam, 1938], sobre todo a partir de Schowgirls [1995] Pero más de veinte años después de aquella película de la que yo guardo un buen recuerdo y tras tres o cuatro interesantes películas que pasaron con más pena que gloria, se descuelga con "Elle" una película que viene avalada por esa inmensa actriz todo terreno que es Isabelle Huppert [París, 1953] Una actriz impecable sea cual sea el papel que le toque en suerte y han sido muchos a lo largo de su extensa carrera desde los lejanos años setenta del siglo pasado. La lista de directores con los que ha trabajado es para cortar la respiración: Otto Preminger, Bertrand Blier, Bertrand Tavernier, Claude Gorretta, Claude Chabrol, André Techiné, Márta Mészáros, Maurice Pialat, Jean Luc Godard, Michael Cinino, Mauro Bolognoni, Joseph Losey, Marco Ferreri, Diane Kurys, Paul Cox, Andrzej Wajda, Los hermanos Taviani, Oliver Assayas, Michael Haneke, Francois Ozon, Patrice Chéreau, Wes Anderson, o Brillante Mendoza. La Huppert, porque es como Hepburn, o como la Davis, o como la Moreau, es capaz de elevar por encima de la media el material en el que participa. Su actuación en "Elle" es brillante, pero dirigida por Verhoeven su interpretación adquiere unos matices inquietantes. Porque el personaje que interpreta Isabelle Huppert es una metáfora de un estado de ánimo, el de la sociedad actual, de una sociedad que se descompone y que posiblemente no asume que se descompone porque no comprende los motivos del desastre. La violación que sufre al principio de la película es la misma que sufrimos todos nosotros en la sociedad en la que vivimos. Claro que nuestra violación es silenciosa y asumida porque somos incapaces de ser críticos con el sistema. Es un acto atroz pero que la protagonista interioriza de la forma más práctica. Incluso es capaz de contarlo en público. La frialdad del personaje se relaciona directamente con su nivel de sofisticación. Es una mujer empresaria, culta e inteligente, elegante, que se ha forjado a sí misma, con una sexualidad abierta, ambigua e incluso masoquista. Su relación con el marido de su amiga, su flirteo abierto con el vecino casado y católico. La película no nos habla de moral aunque el intento de denunciar al violador una vez que conoce su identidad `pueda parecerlo, sino que nos habla de la hipocresía social en una sociedad satisfecha de sí misma que prefiere ocultar las grietas que han aparecido en sus cimientos. Dime de dónde vienes y te diré hacia dónde vas. Dime de qué desastre provienes y te diré hacia qué abismo te acercas. En la película el pasado es ese padre asesino y esa madre manipuladora y dependiente a nivel emocional. El pasado es el horror, el presente es violencia y aunque el futuro se cierra melancólicamente sellando una amistad como en "Casablanca", es un final ficticio. Un final para los espectadores que solo necesiten ir al cine a ver un thriller elegante, sofisticado e inteligente como la protagonista, pero para los que interpreten la película como una disección de la sociedad actual - la novela negra es eso, el cine negro también debería serlo-, "Elle" es una amarga reflexión sobre cómo la sociedad actual se va al garete a pesar de las apariencias de brillante porvenir y bienestar.
sábado, 29 de octubre de 2016
BOX8: CONTRA EL SILENCIO, OBSTINADAMENTE MARISOL SÁNCHEZ GÓMEZ
Hay libros que sorprenden de desde la primera página o desde el prólogo: Los textos aquí incluidos, heterogéneos y a
veces turbulentos, son fruto de la observación que de la realidad que la circunda ha realizado
una mujer blanca, occidental, feminista y con estudios universitarios. O sea, una mujer privilegiada. Pero la autora
de este libro que es una recopilación de las entradas de su blog, no es una
mujer privilegiada por universitaria, feminista, occidental y blanca, sino
porque utiliza todo lo que la sociedad ha puesto en sus manos, especialmente,
su inteligencia para ponerse de parte del débil, para señalar las lacras de una
sociedad capitalista y machista, para detectar comportamientos, taras y
actitudes que, aunque aceptados, solo esconden la cómoda dejadez de una
sociedad estúpidamente satisfecha de sí misma. Marisol Sánchez Gómez se pone en
la cita que abre el libro bajo la sombra tutelar de Pier Paolo Pasolini: Parece, a veces, / que odio y, sin embargo,
escribo/ versos llenos de amor preciso. De eso trata este libro compuesto
por los post del blog de la autora en Internet, convenientemente agrupados y ordenados en cuatro bloques que, aunque
independientes y heterogéneos –Algunas mujeres, El mundo ahí fuera, El
psicoanálisis, Leemos, miramos-, una vez leídos con detenimiento, guardan entre
sí una sólida unidad general y muchos puntos de contacto, que provienen de esa
mirada de mujer blanca, occidental, feminista y con estudios universitarios,
inquieta, y atenta a los problemas de la sociedad en la que le ha tocado vivir.
Además de un interesante bagaje cultural que mezcla cine, literatura, poesía y
viajes. Cualquier tema le sirve a la
autora para sacarle punta a una realidad compleja y complicada donde los vasos
comunicantes entre todos los estratos que componen la vida de una persona con
los estratos del resto de la sociedad forman un entramado claustrofóbico que
nos atrapa sin que percibamos las cadenas que nos subyugan y los sutiles matices
de la hipocresía social, cultural y económica. Desentrañar estas conexiones es
parte del encanto de este libro que es como una mano de hierro con guantes de
seda que entra en el jardín social no para mostrarnos la belleza de las rosas
sino el gusano que esconde su aparente belleza. El listado de autores y citas
que aparecen este libro misceláneo, pero de unidad indisoluble, algunos
para ser ensalzados y otros para ser
denostados, sin importar lo aplaudidos y celebrados que sean –sirva de ejemplo
José María Fonollosa -, es impresionante y digno y merecedor de un par de
reseñas que superarían la pretensión de estas palabras que solo pretenden
resaltar las virtudes combativas y la calidad emocional de los textos que
componen este “Box8: contra el silencio, obstinadamente”. Por citar sin intención de ser exhaustivo
temas, personajes, citas y divagaciones: el aborto, la poesía de Evelyn Lau y la reflexión sobre la
prostitución, Julia Kristeva, la
explotación de las mujeres en Chihuahua, José María Parreño, el grupo música Muse, las drogas, Depeche
Mode, Judy Grahan y Una mujer habla con
la muerte, poemario que se erige como una
emocionante meditación sobre la futilidad de una sociedad fascinada por la
destrucción, Mariana Tsvietaieva, el
concepto de fragilidad femenina, Balthus, la violación de Philomena en la
Metamorfosis de Ovidio, el suicidio y Sarah Kane – autora que desconocía y que me
ha interesado especialmente-, el cuerpo
como fuente de vulnerabilidad y poder, Cristina Gómez Barajas y el poemario
Comité de sueños, Marie Curie en un poema de la omnipresente Adrienne Rich,
poeta de cabecera de la autora de los textos aquí reseñados, y una elección que
indica el valor combativo de Marisol Sánchez Gómez. Este libro es una como una
casa con muchas ventanas y puertas. La autora nos invita al interior de su
casa, a su mundo más íntimo y fecundo, y nos abre puertas y ventanas a lugares
recónditos e insospechados. Lugares donde por nosotros mismos quizás no
hubiésemos llegado nunca. Y nos habla del valor de la cultura para convertirnos
en personas que aman y piensan por sí mismas y no seres con miedo que repiten
patrones aprendidos y socialmente repetidos de padres a hijos o quizás de
madres a hijos y solamente rompiendo estos patrones es posible cambiar la
estructura de una sociedad anacrónica. Por supuesto la parte que más me gusta
del libro es la IV. Leemos, miramos. El
título ya no sugiere que la lectura es una manera de mirar al mundo y que quien
lee mira a la sociedad de otra manera y puede empezar a ejercer la disidencia
intelectual. El libro acaba con una fotografía icónica de “El pequeño jinete de
Artemisión” que es en sí misma una metáfora de la vida, del hombre en la vida.
La vida es un caballo enorme e ingobernable
y nosotros solo somos pequeños jinetes que intentamos que el mundo se adapte a
nuestra voluntad y nuestros deseos. Un
empeño destinado al fracaso y del que no se sale indemne. Bajo la foto una sola
frase: “A veces la vida se maneja con enorme dificultad”. Puedo asegurar que quien lea este “Box8:
contra el silencio, obstinadamente” escrito con lucidez y elegancia por una mujer blanca, occidental, feminista y
con estudios universitarios podrá manejar e interpretar el mundo actual en
que vivimos de una manera mucho más sabia, critica e inteligentemente.
domingo, 23 de octubre de 2016
AUTOBIOGRAFIA ÉDOUARD LEVÉ
AUTORRETRATO de Édouard Levé [Neully-sur-Seine, 1965-París, 2007] es un libro breve, pero a la vez inmenso. Un libro que es la vida porque en el cabe la vida entera en sus apenas 99 páginas; la vida de un hombre, de un artista -pintor, fotógrafo, escritor-, que resumen en sí misma todas las vidas, porque mientras vivimos nosotros somos el centro del mundo. O sea, que el mundo no es si nosotros no somos. Nuestra soledad es la soledad del mundo. La obra se publicó en 2005. Y aunque existe otra versión en castellano, ahora la rescata Eterna Cadencia editora desde Argentina. Hay que leer a Levé porque leer a Levé es leer la vida en estado puro. La obra nos vende lo que su título indica; un autorretrato a golpe de cincel. Nada de pinceladas leves o brochazos. No es un autorretrato pictórico sino más bien escultórico, en tres dimensiones y con talla a medio desbastar. Un autorretrato con impurezas que no obvia los aspectos negativos ni los defectos. En estas pocas páginas cabe la vida entera aunque no lo parezca. Lo físico y lo sentimental, lo psicológico y lo patológico, las luces y las sombras, los aforismos y las anécdotas; descripción, narración, deportes, gustos cinematográficos y musicales, amores y desamores, sexo, manías, neuras. No hay ninguna regla, no hay ningún plan, solo la libertad del autor que encadena en plano fijo y sin cortes ni puntos y aparte palabras y frases en un continuo literario que desemboca en un punto final precedido de una frase terrible y magnífica: El día más hermoso de mi vida quizás ya pasó. Quizás el día más hermoso de nuestras vidas haya pasado ya para muchos, pero la mayoría se empeña en vivir como si todavía estuviese por llegar. Vivimos con la esperanza en el día más hermoso y perseveramos en el engaño porque de lo contrario nos pegaríamos un tiro o saltaríamos por el balcón. Levé lo hizo, se suicidó ahorcándose a los 42 años después de entregar el manuscrito de su obra póstuma: "Suicidio" a su editor. No era un amargado, si uno lee su Autobiografía que es este Autorretrato comprende que amaba la vida aunque la vida le decepcionara o le aburriera a partes iguales. A veces la vida no merece la pena o no merece casi la pena aunque políticos, normas sociales y religiosas, y fuerzas vivas se empeñen en mantenernos con vida. Levé vivió plenamente mientras vivió. El resto no es silencio sino ética y su "Autorretrato" donde podemos revivirlo en cada frase. Existen obras donde uno comprende al ser humano y son ese tipo de obras de las que uno normalmente no sale indemne. Casi siempre de trata de poesía, pero de vez en cuando, hay textos inclasificables de los cuales tampoco se sale indemne. Este es uno de ellos. "Un sábado del mes de agosto sales de tu casa vestido para jugar al tenis y acompañado por tu mujer. En medio
del jardín le haces saber que se te ha olvidado la raqueta
en casa. Vuelves a por ella pero, en vez de encaminarte
hacia el armario de la entrada donde sueles guardarla,
bajas al sótano. Tu mujer no lo ve, se ha quedado fuera,
hace buen tiempo, disfruta del sol. Unos instantes después
oye la descarga de un arma de fuego. Corre hacia
el interior de la casa, grita tu nombre, se da cuenta de
que la puerta de la escalera que da al sótano está abierta,
la baja y te encuentra allí. Te has pegado un tiro en la
cabeza con la escopeta que habías preparado cuidadosamente". Con este mismo fragmento que aparece en Autorretrato comienza "Suicidio". Es uno de esos fragmentos que corta la respiración y nos muestra eso que Joseph Conrad intentó mostrarnos en "El corazón de las tinieblas" : Es imposible transmitir la impresión que la vida produce en una época determinada de la propia existencia; lo que constituye su verdad, su significado, su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos como soñamos...solos. Y yo añado que morimos como vivimos, solos. Édouard Levé, lo corrobora.
sábado, 15 de octubre de 2016
LAS EXPLORACIONES MANUEL GARCÍA PÉREZ
Siempre he sentido fascinación por la distancia que separa al poeta del poema. Quiero
decir, que muchas veces he leído los poemas de un autor sin conocer su
imagen física y luego al buscar una imagen del autor para fijar el poema con el
poeta se han producido curiosas disonancias. Un ejemplo: T.S. Eliot y La tierra
baldía. Digo esto a raíz de la publicación y lectura del
segundo poemario de Manuel García Pérez [Orihuela, 1976] "Las exploraciones". Un poemario de tierra, fuego y agua que en algunos momentos corta la respiración
por su crudeza. [ La escritura que me pertenece
recuerda físicamente el cadáver, el cuerpo ungido para su
desaparición a causa de la enfermedad o la violencia...] Y de la afirmación de su crudeza nace el contraste
entre poesía y poeta. Porque Manuel da una imagen de hombre grande, bondadoso,
afable, paternal y sociable, que esconde dentro, si nos fiamos de la lectura de
sus poemas un mundo interior turbio, oscuro y ominoso. Si para algo sirve la
poesía es para exteriorizar nuestros demonios autodestructivos, para ser
nosotros mismos, aunque sea a través de una impostura perfectamente controlada.
Y ya se sabe que toda mentira es una verdad equivocada. Los apenas veintisiete
poemas divididos en cuatro bloques que conforman "Las exploraciones"
nos dan una visión aterradora del ser humano. Y esa visión está dentro del alma
del poeta que los ha soñado y escrito. Aunque en los poemas solo atisbemos las
grietas del dolor y la culpa que impregnan los versos. Leer "Las
exploraciones" es como contemplar la belleza de una ciénaga e intuir el
peligro que late tras esa belleza malsana. Es como atravesar una pesadilla
poblada de espectros. Así son los poemas que ha escrito Manuel García Pérez bellos como la manzana envenenada del cuento y con el agravante de
las larvas del gusano que anidan en su interior. Porque el tema central de este poemario es la Muerte. Sí, la Muerte con mayúsculas. Y todas sus derivadas:
la ausencia, el crimen, el asesinato, el mal, el hombre y su instinto animal. [ Asesinamos porque se aprende inmediatamente y parece puro ] El
asesinato y la pureza. El asesinato como una de las bellas artes. La poesía
como crimen. A pesar de las dos citas de Ernesto Sábato la primera impresión que he tenido nada más leer el poemario es que está profundamente emparentado con otro autor sudamericano: Juan Rulfo y El llano en llamas. El paisaje que describen estos poemas
narrativos donde las elipsis son tan importantes como los versos se asemeja mucho al paisaje
seco y árido de Comala y a su gente miserable y silenciosa. Es solo una impresión, pero yo
siempre me fío de las primeras impresiones. Este es un poemario de madres e
hijos [ A sus hijos arrastran las madres / hasta el río y los entregan. ] Un poemario donde [ los hijos que
respiran el polvo //... aborrecen a sus madres ] Un poemario donde nos encontramos con ausentes, perros,
mendigos, enmudecidos, hombres rudos, mujeres que esperan,
cazadores, misioneras, inocentes. Hay un tono fatalista, ritual y
premonitorio. [ El ejecutor / susurra antes del primer disparo. ] El
paisaje se transforma lentamente en una enfermedad. La tierra blanda exuda
oxido. La luz se gangrena en los olivos. En los calveros se sumergen yeguas
enfermas. Hay peces muertos en las orillas fangosas. Las casas están calcinadas
y los huertos expoliados. La luz nunca escapará de los bancales. En este
paisaje suceden los hechos, que como en todo poema que se precie, tienden más a
la oscuridad de los signos que a la claridad del mensaje. [ Los signos / residen ahora en
el barro, / son heridas frescas y vivas, / sangran en la luz. ] Una luz
de donde son extirpados los que anhelan contar las cicatrices. Todo el poemario remite a un espacio mítico y místico, a la culpa y a la condena que
anida en todo ser humano sea hombre o mujer. El lenguaje no sirve para otra
cosa que para cavar la fosa donde enterrar a los muertos, a los ahogados, a los
que son ofrecidos como ofrenda al tótem que levantaron los hombres dignos. [ La escritura es una forma de excavar...] Y en
"Las exploraciones" Manuel García Pérez con palabras precisas muy de la tierra en la que vive -
azadas, costal, bancales, calima, matorral, acequia, barrancos, aljibes, grama, agrillo, linde, estiércol,
larvas-, ha levantado un espacio poético donde como en todo buen poemario [ No queda otra cosa que lo oculto / y lo oculto es la espina.] Frente a tanta poesía del fulgor y la rosa, Manuel García elije la tiniebla y la espina; lo bello y lo siniestro.
HISTORIA DE UNA PASIÓN TERENCE DAVIES
Qué absurda idea la de traducir los títulos de las películas cuando nos viene bien y no traducirlos cuando nos viene mal o queremos confundir la personal. La mayor parte de las películas de Terence Davies se han estrenado con los títulos sin traducir. Es un cineasta minoritario y exquisito, a quién le importa cómo se titulen sus películas o si se estrenan con el titulo traducido o no. Los fieles a Davies irán a verlas igual, lo que no conocen a director pasaran de largo. Pero esta vez han decidido traducir "A Quiet Passion" el fascinante biopic y drama sobre la poeta Emily Dickinson por "Historia de una pasión", a ver si se confunde por ejemplo con "Diario de una pasión" y el público poco atento y despistado acude al cine en masa a verla. Lo cierto es que "A Quiet Passion", me niego a traducir el título, es un espectáculo cinematográfico que solo gustará a los amantes de la poeta nacida y muerta en Amherst y a fieles seguidores de Davies. Davies Es lo que se dice un director con estilo y lo aplica a cualquier obra que filme. Si había dos personajes destinados a encontrarse estos eran Emily Dickinson [Amherst 1830-1856] y Terence Davies [Kensington, 1945] Una poeta apasionada y silenciosa y un cineasta lento y puntilloso que apenas ha rodado media docena de películas en 30 años, desde "Distance Voices" [1987] pasando por The Long Day Closes [1992] y The Deep Blue Sea [2011] a la que nos ocupa. Aquí el estilo moroso y estático se adapta a la perfección al personaje. Planos frontales, sin apenas movimientos de cámara - cuando los hay son suntuosos y significativos-, interiores iluminados como si fuesen cuadros de época, rigor y severidad, diálogos, en cambio, brillantes y afilados, casi aforismos, poemas recitados en momentos puntuales, canciones -norma de la casa-, y algunas secuencias de estremecedora belleza y brutalidad. La muerte de la madre, el ataque que sufre la poeta al comienzo de su enfermedad, esos planos donde los protagonistas envejecen delante de la cámara mientas son fotografiados. Uno no ha vivido en el siglo XIX, pero al ver "A Quiet Passion" puede sentir lo terrible que fue esa época incluso para un personaje de clase media como era Emily Dickinson. Davies no nos la presenta como una feminista avant la lettre - se agradece-, sino que la singulariza como un personaje que posiblemente hubiese sido igual de incómodo actualmente. La persona que conoce su valía, aunque a veces dude, y se niega a claudicar ante la sociedad que intenta anularla. Dickinson prefirió ser poeta, o sea, la esencia de su ser, lo que la salvaba de la rutina y la vulgaridad de una vida "como debe ser", a convertirse en una madre y esposa atada a un hombre. No renunció a nada porque su mundo interior era todo su mundo. Uno puede vivir dentro de uno mismo y alcanzar la plenitud. Uno solo debe elegir el espacio del mundo donde desea ser uno mismo. Entonces renunciar a todo lo demás es fácil. Y eso lo capta muy bien Terence Davies. Como capta muy bien los matices de la relación de la protagonista con sus padres y con sus hermano; unas relaciones repletas de matices. Hay mucho de Bergman en determinados instantes de "A Quiet Passion" y también de Carl Theodor Dreyer. Y luego está la luz, la importancia de la religión aunque la poeta no pisase una iglesia, y la música: Beethoven, Shubert, Bellini, Chopin, y Cynthia Nixon y esas respuestas como que nadie es quien para poner las manos sobre el poema de un poeta salvo el propio poeta y los poemas de Dickinson recitados como contrapunto en determinadas escenas que las amplían hasta concederles una trascendía espiritual que no tendrían sin los versos que las puntean. Yo he pasado dos horas en el siglo XIX, encerrado entre los muros de la vida que fue todas las vida. Como escribió la poeta: "Morir no duele mucho: nos duele más la vida." El único inconveniente que no la pude ver en versión original. Cosas de vivir en provincias.
sábado, 24 de septiembre de 2016
EN MI CUARTO, GUILLAUME DUSTAN
Hay libros terribles y fascinantes. "En mi cuarto" de Guillaume Dustan, alias de William Baranès [París, 1965, París, 2005], publicado en 1996 en Francia y en 2005 en España y reeditado ahora por Penguin Random House, es uno de ellos. Podría jugar a decir que es un libro terriblemente fascinante o fascinantemente terrible. Lo que para algunos lectores resultará fascinante, a otros les horrorizará. Hay lectores para todo. Todavía vivimos en una sociedad que por muy moderna que parezca no lo es y donde el paternalismo, el machismo, la religión, los atavismos de todo tipo, la hipocresía, la censura propia y ajena y otras lacras sociales impiden el desarrollo de la libertad individual cuando la libertad individual se sale de la norma establecida por los que establecen la normas sociales. Todos los perros tienen que ser el mismo perro y todos los esclavos tienen que poseer los mismos derechos. Uno no puede salirse de la manada, sobresalir, moverse en la foto. Dustan, que estudió para incorporarse a la Administración de Justicia descubre en 1990 a los veinticinco años que es seropositivo y seis años después publica "Dans ma chambre" en la que un personaje que se llama como él, en primera persona , nos desgrana como dice la frase hecha " con todo lujo de detalles" su intensa vida sexual. Añadir adjetivos al tipo de vida sexual que llevaba el protagonista de esta novela de autoficción sería empezar a censurarla. Y uno debe acercarse a "En mi cuarto" con mentalidad abierta. Será autoficción, pero es literatura. Importa el texto, da igual que nos hable de un hombre que se despierta un día convertido en una cucaracha que de un hombre que se droga todas las noches y se deja penetrar por desconocidos en locales de ambiente o dedica dos páginas a explicarnos como ser sodomizado con un consolador. Alguien podría pensar que es un libro para ser leído con una sola mano, pero nada más lejos de la realidad. En apenas 125 páginas, el autor nos resume su relación son su último amante. Y también con los anteriores y con todos los tipos de una noche que pasan por su cama. Sexo, drogas, alcohol y música. Nada parece importar al personaje fuera de esas cuatro coordenada. Sabemos que está enfermo, pero apenas hay algunos detalles, sabemos que trabaja, pero poco más, sabemos que tiene padres y una abuela, pero no es importante. Lo importante es con quién folla y lo que compra para comer o para cenar, lo importante es que vive "en un mundo maravilloso donde todo se han acostado con todos...En este mundo todos han follado por lo menos con quinientos tíos, por lo demás, la mayoría los mismos. Los tíos que figuran. Pero los círculos no se solapan. Hay tíos de bar. De discoteca. De Bares-discoteca. De sauna. De contactos....Rubios, Cachas. De sexo duro. De sexo clásico. Se puede escoger. Múltiples elecciones. Y nadie espera fundar una familia." De ese mundo nos habla Dustan con un estilo seco y conciso. Con capítulos cortos, cincelados con mano firme. Sabe lo que nos que nos quiere contar. Y nos lo cuenta. Y lo hace de la forma más cruda e impactante posible. La mayoría de los capítulos empiezan con una frase o contienen algún párrafo del tipo: "Me hice una paja mirando a Eric Manchester en plena acción..."; "Sábado por la noche. Estamos en pelotas en la cama..."; "Penetro por delante, no va mal, él está un poco tenso, apenas piensa en trabajarme los pezones...". Pero superado el primer impacto, aceptada la propuesta, página a página Dustan nos cuenta la historia de un ser humano y cada ser humano es en sí mismo la humanidad entera. Todos somos un poco el protagonista de esta novela que afirma que " Todos los maricones con los que me relaciono hacen pesas. Si no natación. Casi todos son seropositivos. Es increíble lo que duran. Siguen saliendo. Siguen follando. Hay muchísimos que contagian cosas, meningitis, diarreas, un zoster, un kaposi, una neumocistosis. Y después van bien. Algunos están solo un poco más flacos..." Un mundo cerrado aunque parezca un mundo infinito. Un microcosmos que en el fondo es una metáfora del mundo en general, de la vida y la muerte. El protagonista de "En mi cuarto", que también se podría haber titulado " En el gueto ", siente el aliento de la muerte, pero sigue intentando vivir como si tal cosa. Como todos nosotros que comenzamos a morir en el mismo instante en el cual comenzamos a vivir. Vida y muerte juntas desde el primer momento. La vida es eso. De eso nos habla Dustan, de la vida, aunque nos hable solo de sexo y también, por qué no, nos habla de la esperanza. "Me pregunto si es siniestro o si está bien. Pienso en lo que Jeanne Moreau le dice a su sobrina en una película americana en la que se la ve vieja y extravagante. Le dice No, no creo que seas estúpida. Creo que has perdido la esperanza. No se debería hacer nada. Absolutamente nada. Esperar a que vuelva la esperanza. Como si se estuviera segura de que eso vuelve siempre". Una novela que al final deja entre la manos no una mancha húmeda y viscosa sino un rastro de tristeza y desolación envuelto entre el fulgor de la carne y el deseo.
domingo, 18 de septiembre de 2016
CUERPO Y ALMA.
Para Sara y Carmen
Vivimos en un país de mediocres y de cobardes. Y eso se refiere tanto a los empresarios y emprendedores como a los políticos y a otros muchos ámbitos, incluidos los literarios. Así nos va. He dudado mucho sobre como titular este post. Pensaba titularlo La mediocridad de los emprendedores. Luego opté por centrarme en las víctimas y titularlo El factor humano, pero al final me he decantado por un título más genérico, por una metáfora más abierta y se ha quedado en Cuerpo y alma. Es un post difícilmente comprensible para quien no habite en la ciudad de Alicante y conozca su paupérrima vida cultural y la escasez de locales donde comprar libros y hacer presentaciones. Eso que vulgarmente se denomina librería, establecimiento comercial cuyo principal producto a la venta son los libros. Claro que una librería no es solo el local físico donde se ubica, por muy hermoso que sea el local y por excelente que sea la cantidad de libros que posea. No, una librería es algo más que eso, mucho más que eso; infinitamente más. Es como los castillos encantados. Qué distingue a un castillo de un castillo encantado. Pues el fantasma que lo habita. Si deshacemos el encantamiento, el castillo encantado se queda en simple castillo. Un castillo más. Uno más. Es como lo del rey desnudo. Un rey desnudo deja de ser un rey para convertirse en un simple ser humano. Y de repente nos hemos encontrado con la desagradable sorpresa de que una librería que significaba mucho para muchas personas que acudían a ella no por ser un local vistoso, razonable y acogedor del lugar sino por la calidad humana, la bondad, la sabiduría personal, la belleza interior, los consejos, el esfuerzo, enorme esfuerzo, pues se pasaban media vida allí, el detalle en la atención, la familiaridad en el trato y esa calidez íntima e intransferible que hace que una persona deje de ser un vendedor profesional de libros o de lo que sea, aunque en el fondo lo siga siendo, pues vive de eso, para convertirse en un amigo, en un confidente, en tu psicólogo de urgencia. Todo eso se ha perdido y nos sentimos huérfanos y profundamente afectados en lo personal. No, la amistad no la perderemos. La amistad cuando surge del amor a los libros y a la literatura es para siempre o no es. Y alguien dirá que un empresario puede despedir a sus empleados, ya que la empresa es suya, y aquí paz y gloria. Sucede todos los días y seguirá sucediendo. Pero las formas importan. Las formas importan porque son la base de la civilización. Y por supuesto que un empresario al que le vayan bien los negocios en el sector de la cría de ganado porcino y que siente debilidad por el alcohol y los cócteles, por ejemplo, está en todo su derecho de montar una coctelera y poner al frente de ella a quien desee y despedirlo cuando le parezca. Y también es posible que un empresario pudiente que se dedique a la cría de avestruces o al cultivo intensivo de brócoli, por poner otro ejemplo, sea un amante de la literatura y monte una librería y le ponga el nombre de su escritor favorito y coloque al frente de ella a quien le venga en gana y lo despida cuando le de la gana. Faltaría más. La empresa es suya. Como los escaños de los senadores. Y perdón por la salida de tono. Pero lo que no es de recibo es mandar a tus empleados de vacaciones y cuando todavía no han terminado de aterrizar, despedirlos con quince días de aviso y comunicarles el despido por email. A eso es a lo que yo llamo ser un empresario mediocre y cobarde. Claro que en este caso mucho me temo que en el pecado lleva la penitencia. Y que no ha perdido solo dos empleados modélicos que se dejaban la piel por el negocio sino un sinfín de clientes que pasaban por la librería para saludar, conversar un rato, ver las últimas novedades, encargar algún libro poco accesible y sentir que estaban en una librería y no en un antro con libros donde unos empleados impersonales y anónimos les manufacturaban el libro de moda. Todo eso se ha perdido. Se ha perdido la magia, pero quedan la amistad y los vínculos. Al empresario que le vaya bonito si es posible, porque no es cuestión de perder puntos de lectura y cultura, y quizás haya otros compradores y lectores que hagan suya la librería, aunque nos temamos lo peor. Algunos hemos decidido exiliarnos y no volver a pisar, ese lugar donde durante un tiempo fuimos felices, muy felices. No por el lugar en sí sino por su habitantes.Un poeta escribió que es mejor no volver a los lugares donde se ha sido feliz. Buscaremos otras islas. Y es que como los castillos encantados cuando pierden a su fantasma, una librería que pierde su alma, acaba convertida en un simple cuerpo inerte. Y el alma de aquel paraíso de papel y poesía era un alma doble. Ya sin alma, queda el cadáver.
sábado, 3 de septiembre de 2016
BEN HUR TIMUR BEKMANBETOV
Hay estrenos de películas que nos hacen añorar el pasado. El estreno de Ben Hur dirigida por Timur Bekmanbetov es uno de ellos. Acudí ayer arrastrado de buen grado o podría decir que arrastrado contra mi propia voluntad por unos amigos, si tales términos son posibles fuera del ámbito poético, a ver la nueva versión de Ben Hur protagonizada por Jack Huston y Toby Kebbell a pesar de la críticas devastadoras que había leído. Creo que ya fui predispuesto a lo peor y contraprogramado. Se trataba de experimentar en propia carne que los críticos cinematográficos sirven para algo. Como los políticos. Cosa que a veces uno duda. Pero esta vez las críticas negativas acertaban al cien por cien. Ben Hur 2016 es un pálido, muy pálido, remake del Ben Hur interpretado por Charlton Heston y Stephen Boyd y dirigido en 1959 por William Wyler. No hay color. Y es que W. Wyler es mucho Wyler, a pesar de que Ben Hur no es mi película favorita del director estadounidense. Muy por delante están Jezabel [19348], La carta [1940], La Loba [1941], La heredera [1949], La calumnia [1961], El coleccionista [1965] y si me lo propongo hasta Funny Girl [1969]. Y es que William Wyler sabía bien cómo contar unas historia en imágenes. La versión de Ben Hur 2016 solo pretende darnos gato por liebre, o como afirma una reseña vendernos unos muebles de Ikea como si fuesen un mueble diseñado por Mies Van der Rohe. Se ha adecuado la edad de los protagonistas a la de los posibles espectadores actuales del cine, se les han remozados los trajes para que estén más aparentes y el look para esta lucha de odio entre hermanos, metáfora del odio entre dos pueblos, entre conquistados y conquistadores, tan actual lo sea aún más, pero claro, solo se ha actuado a nivel de maquillaje, nada sobre el fondo de la historia, sobre el nacimiento del critianismo y de la religión cristiana como opio del pueblo que vende el mensaje del amor y que por eso mismo disuelve y anula el miedo que intenta imponer el poder, mucho antes de que la Iglesia y el Poder se aliaran para someter al hombre. De todo eso en el Ben Hur 2016 queda poco, menos, nada. La famosa carrera de cuádrigas deviene aburrida hasta la nausea. La milagrosa curación de la madre y la hermana del protagonista adquieren tintes ridículos en esta versión, cuando en la versión de Wyler tenía una fuerza telúrica espectacular. La primera parte de le película en casa de la familia de Judá se puede soportar porque todavía se atiene en lineas generales al guión de la película de 1959, pero conforme avanza la película los pequeños cambios introducidos en lugar de mejorar el producto, pues de un producto hablamos, lo empeoran. Y uno se pregunta qué necesidad hay de realizar un remake de una gran película para que el resultado a pesar de todos los avances técnicos no mejoren el original y nos hagan añorarlo. Desde luego a Morgan Freeman nunca le darán un Oscar a actor secundario en el papel de mercader africano, Oscar que sí obtuvo Hugh Griffith por el mismo papel en la versión de 1959. Quizás el único plano que merezca la pena, el único fotograma vivo en toda la película, es el plano del actor Rodrigo Santoro crucificado, un instante de realismo y carnalidad completamente ajeno al resto de la película. Y no digamos ya nada de los delirantes planos finales de la película con la familia reconciliándose como si aquí no hubiese pasado nada y que parecen financiados por algún partido o asociación ultra de apoyo a la familia tradicional. No es que Ben Hur 2016 sea una película bidimensional. Es que es plana, aburrida y tendenciosa. Y si nos ponemos no solo se ven los clavos de Cristo, sino incluso, como diría un amigo mío, los clavos de este falso decorado de cartón piedra. Y es que para contar una historia más grande que la vida quizás sean necesarios más de 126 minutos, quizás se necesiten 212 minutos y el inmenso talento de William Wyler.
domingo, 17 de julio de 2016
20 CON 2O DIÁLOGOS CON POETAS ESPAÑOLAS ACTUALES ROSA GARCÍA RAYEGO / MARISOL SÁNCHEZ GÓMEZ
En primer lugar, dar las gracias a
Marisol Sánchez Gómez, porque sin apenas conocerme o apenas conociéndome 10
minutos, me ofreció presentar esta Antología “20 con 20 Diálogos con poetas españolas actuales”
editada por Huerga y Fierro. Como suelo
ser impulsivo y estar un poco loco acepté el envite. Y aquí estamos puestos en
materia. Me toca decir algo original, coherente y medianamente entretenido
sobre esta antología que, antes o después, alguien con más o menos virulencia,
paternalismo o desacierto calificará de antología de género, en el sentido
negativo del término, ya que está compuesta solo por mujeres,
cuando este término debería estar ya superado, y nadie lo aplica a la
inversa, cuando es una antología integrada solo por hombres o solo por hombres
con su preceptiva cuota femenina
políticamente correcta. Yo voy centrarme
en un solo aspecto de la misma que me
interesa sobremanera como poeta y al que he dedicado mucho tiempo y muchos
poemas: las razones por las que se escribe, qué motiva a un hombre o a una
mujer a escribir, ya que la antología incluye unas sugerentes poéticas de cada
una de las autoras. Sin embargo antes de
adentrarme en un somero repaso de las
diferentes poéticas, un par de comentarios intrascendentes o fuera de lugar. ¿Era
necesaria una nueva antología sobre poesía escrita por mujeres tras las que se
enumeran en el prólogo por las propias antólogas? Lo digo porque yo soy de los que opinan que
las antologías, sean masculinas, femeninas, mixtas o ambivalentes, son a la poesía como las encuestas a las
elecciones políticas. O sea, que sirven para bien poco o se equivocan mucho.
Todo depende de cómo queramos verlas, si como apuesta personal y de riesgo por
unos poetas, o como radiografía poética o foto fija de un momento histórico
preciso. Habrá que concluir que era necesaria
no solo está antología sino que son necesarias algunas más que incluyan
toda la diversidad y riqueza de la poesía escrita por mujeres. Las poetas
incluidas en esta antología están lejos de aquellas poetas antologadas en 1953
por José Luis Martínez Redondo en “Poesía femenina” y sobre las cuales el
propio editor, que no debía de creer mucho en el material con el que trabajaba,
dijo: “Son mujeres sencillas que han escrito su sencilla poesía en las
sencillas provincias de España”. Desde luego este comentario es difícilmente
aplicable a las poetas aquí seleccionadas. También estamos muy lejos aquí de
los términos que el poeta F. Bejarano utilizaba en su artículo
“Poetisas” publicado en 1990 en el
Diario de Cádiz: “Las poetisas han tenido tradicionalmente mala fama porque, en
general, suelen ser malas escritoras, insustanciales y de escaso interés,
repetitivas, monótonas…” Craso error. Nada más lejos de la realidad.
Para
entrar con buen pie en mi breve síntesis de las poetas antologadas voy a
leer un poema de una escritora y poeta norteamericana que quizás debería servir
de prólogo a cualquier antología de
género que se precie. O no. El poema se titula “Los mandamientos” y fue escrito
por Erica Jong.
LOS
MANDAMIENTOS
No querrás de veras ser poet(is)a. Primero, si
eres mujer, tienes que ser tres veces mejor que
cualquiera de los hombres.- Segundo, tienes que
acostarte con todo el mundo. Y
tercero, tienes
que haberte muerto.
[Poeta masculino, en conversación]
Si una mujer quiere ser poeta
debe de dormir cerca de la luna a
cara abierta;
debe caminar a través de sí misma
estudiando el paisaje;
no debe escribir sus poemas con
sangre menstrual.
Si una mujer quiere ser poeta
debe correr hacia atrás en torno
al volcán;
debe palpar el movimiento a lo
largo de sus grietas;
no debe conseguir un doctorado en
sismografía.
Si una mujer quiere ser poeta
no debe acostarse con manuscritos
incircunscritos,
no debe escribir odas a sus
abortos;
no debe hacer caldos de vieja
carne de unicornio.
Si una mujer quiere ser poeta
debe leer libros de cocina
francesa y de legumbres chinas;
debe chupar poetas franceses para
refrescar su aliento;
no debe masturbarse en talleres de poesía.
Si una mujer quiere ser poeta
debe pelar los vellos de sus
pupilas;
debe escuchar la respiración de
los hombres durmientes;
debe escuchar los espacios entre
esa respiración.
Si una mujer quiere ser poeta
no debe escribir sus poemas con
pena artificial;
debe rezar para que sus hijos
sean mujeres;
debe perdonar a su padre su
esperma más valiente.
Veinte poéticas
resumidas en dos folios y medio. Comienzo por Isabel Fresco, que es también quien inicia por edad la Antología. A
ella “La poesía le parece una forma de inteligencia, una manera de entender e
interpretar el mundo…y la creación poética
es una especie de revelación…que ilumina y desvela secretas analogías.
Todo ello envuelto en un deseo de conocimiento, de belleza y de libertad”. Para
ella, escribir es realizar la entrega de uno mismo, regalarse a uno
mismo porque sí. Es un acto de amor y un osadía”. Para María Luisa Mora Alameda “La poesía no ha sido elegida por mí. Creo
que ha sido ella la que me eligió. Habla de intuición, de realismo y de
autobiografía. De que hay muchas razones por las que se escribe, pero que ella
personalmente escribe a modo de catarsis, porque a veces la poesía es un
asidero y otras veces una luz que guía.” Graciela
Baquero Ruibal se pregunta: “¿Cómo hablar de mi poesía cuando la escribo
para no dar explicaciones? Ella siente que no es ella la que escribe sino el
animal que la habita, la bestia. Y un poco como María Luisa Mora afirma que
“no, yo no elegí la poesía, desde niña me alimenté de ella, porque producía en
mí un conocimiento mágico que me permitía apreciar la vida con mayor
profundidad” Graciela siempre ha entendido la poesía como una forma de
conocimiento que se produce a través de la emoción y convierte el poema en una
ofrenda”. Tulia Guisado es otra de
las poetas que considera que “no eliges la poesía. Un día ardes. Un día miras y
ves.” Opina que la poesía surge de una necesidad de decir y ella escribe para entender, para conocer,
para y por ver, para que la realidad sea. Ahondando en el tema, añade: la
poesía es la vana tentación de detener el tiempo, el incendio constante. La
poesía es reflexión sobre el lenguaje y no es un refugio ni una huida. Es el
lugar donde levantar una casa y vivir. Como se ha tomado muy en serio el asunto
sigue añadiendo definiciones. La poesía es un vehículo para acceder a otra
realidad y al mismo tiempo el lenguaje poético puede ser una forma de
ocultarse, una coartada. Y remata. El poema surge del incendio y el fuego es
inconsciente, aunque el proceso creativo no. No se va al incendio ni se huye de
él. El incendio es uno mismo, en este caso de
una misma. Dos son las ideas que destaca Aurora Luque en su poética. Una es que “la poesía hay que
consumirla muy lentamente, saboreándola. Y otra que más que un vehículo de
expresión artística, la poesía es el vehículo en el que ella se desplaza por la
vida. Dice Isabel Bono: “Escribo
porque escribir es no estar. No estar aquí. Escribir es estar en otro lugar o
en ninguno. Para ella, el poeta debería
ser un simple médium y la poesía viene de la intuición, y que se escribe para
no olvidar y a la vez para añadir perspectiva y añade que ella escribe porque
“Escribir me salva. No sé de qué, pero sé que me salva”. Concibe la poesía Mercedes
Escolano, como un viaje de introspección personal en el que el poeta deja
entrever símbolos que hablan al lector de sentimientos, actitudes vitales,
conocimientos adquiridos a lo largo de los años, complicidad y reflexiones
sobre la vida. Guadalupe Grande quiere pensar como María Zambrano que la
poesía no intenta retener lo que ya tiene…si no que va en busca de lo que aún
no tiene. Le gusta creer que la poesía es una estación de ida y vuelta, un
laberinto en el que rescata del olvido acontecimientos y seres que han dejado
de significar. Para ella la conciencia poética es iluminación y memoria, intuición,
presagio y azar. Nos habla Ana Merino de cómo sentía la poesía en su
adolescencia como celebración, como un idioma que la representaba. La poesía
era una mirada parecida al pensamiento puro que podía definir los sentimientos.
La palabra era el instrumento con el que la poeta se construía a sí misma. Vanesa Pérez-Sahuquillo no sabe ni cómo
escribe ni de dónde viene lo que
escribe, pero ama la poesía y la concibe como el género de la libertad; un
género que ilumina primero el caos y proporciona respuestas a las preguntas.
Define la poesía como una pesca misteriosa en la que el objeto capturado en vez
de morir adquiere la capacidad de brillar. Para Eva Gallud, la función de la poesía es mostrar la belleza
de los lugares indeseables y en un poema define la poesía como un
grito absurdo y comenta que se siente libre entre los límites del poema, en la
concentración de la idea y en la palabra destilada; y suscribe unas frase de
Alejandra Pizarnik: “Todo poeta se define por el ritmo particular de su
respiración poética y por una pequeña cantidad de imágenes a las que siempre
vuelve”. Raquel Lanseros va directa: Los versos son una traducción en
palabras de nuestra propia alma tanto individual como colectiva. Admira diversas
definiciones ya acuñadas de poesía: como
palabra en el tiempo, como lo real absurdo o como ciencia del ser. Miriam
Reyes es escueta. Cada poema es una exploración y el poema no tiene un
significado. Escueta también es Ana Patricia Moya: Escribo poemas
porque me apetece. Respeto a los poetas vocacionales o profesionales, pero solo
escribo por puro desahogo. Ana Vega se
enfrenta a la escritura como a un modo de búsqueda infinita. Afirma que la
escritura llega donde no alcanzan ni el ojo ni el oído ni las manos. Para ella
la poesía es vencer el silencio y tomar las riendas y dice que en su poesía no
solo hay verdad sino búsqueda de la
verdad. Firmaría ese aforismo de Marguerite Duras que afirma que escribir es
contar una historia que ocurre por ausencia. La poesía es el idioma en el que
yo puedo, al fin, explicarme lo que ocurre. Lo que ocurre no es lo que veo o lo
que me cuentan cada día, lo que veo está detrás de todo eso, así comienza Isabel García Mellado, para luego
continuar afirmando que la poesía trata
de alcanzar la verdad y trata de alcanzarla de un modo intuitivo y termina
confesando que escribe porque lo necesita y cuando lo necesita y lo único que
persigue cuando escribe es comprender. Sandra
Santana entiende el arte en general como un saber de la inutilidad y para
ella lo importante en el acto de escribir es la mano, que es la que debe
conducir hacia el espacio imaginado donde dibuja aquello que al escritor le
gustaría leer, donde delinear con el lenguaje eso que nadie ha visto todavía.
Es la mano la que se detiene muda sobre la carne del lenguaje y deja aparecer
la blancura de la página. Laura
Casielles es rotunda: el acto físico de escribir cuesta, como si fuera el
intento de agarrar el agua y esa escritura que cuesta tanto o es por amor o no es. Y resalta que es por
amor en tanto que un acto de amor es compartir. Conclusión; el poema es el
gesto de rescatar algo para ponerlo en otras manos. Virginia Cantó se refugia
en las palabras de alguien que alguna vez le comentó que “escribir poesía no
consiste en realizar el ejercicio de crear algo sino que es el producto de
recrear nada”. De ahí llega a la confirmación de que la poesía es otra forma de
nombrar la vida y como la vida no siempre nos contempla con el mismo semblante
hay que perseguir el poema que no sea un artificio ajeno a nosotros sino un
poema que nos contemple y nos incluya. Y para culminar este 20 con 20, Martha Asunción Alonso que no tiene la
más remota idea de lo que es poesía y con total sinceridad nos los confiesa: yo
no sé lo que es la poesía. Según ella,
tiene una demonia, como otras tienen una bestia o una mano que escribe los
poemas por ella y esa demonia acaricia solo un par de certezas; que la poesía
sirve para algo, aunque no separa para qué, y que la poesía tiene algo o todo
de llama. Supongo que la demonia que escribe los poemas de Martha Asunción
Alonso es la autora de este pequeño verso memorable: Mi alma es el
encefalograma plano del poema. Y hasta
aquí les puedo contar. Dejo ante ustedes ,y empleo el término a
sabiendas de que se me va a tachar de paternalista o algo peor, este amplio
abanico de voces femeninas, o si prefieren algo más del género masculino, este
puñados de poetas y versos, esperando
que este somero repaso de las poéticas de las diversas autoras aquí
incluidas les aclare algo sobre el
estado actual de la poesía en general, o no,
o sobre el estado de la poesía de género en particular, o, al menos, les
incite a comprar esta antología donde, aunque alguna poeta afirma que no tiene ni
idea de por qué escribe poesía, y otra se descuelga con que la poesía es
catarsis ,y otra insinúa que no sabe ni cómo ni dónde escribe, y alguna
confirma que escribe poemas porque le apetece, a modo de desahogo, y un par
aluden a que la poesía es el idioma que las representa o con el que pueden
explicarse, y unas cuantas consideran la
poesía como revelación o como iluminación, como fuego o como incendio, o como
vehículo o como viaje, o como acto de amor o de ofrenda, o como exploración, o
como grito, creo que sobran las explicaciones,
porque la poesía es palabra que habla por sí misma y desde sí misma y
ensimismadamente, y en esta antología
abunda la poesía que no necesita ni poéticas que la sostengan ni presentadores
que la alaben, sino publico que se acerque a ella con devoción; poesía como un
refugio, poesía que se defiende por sí misma, como un acto de resistencia
frente a las agresiones de mundo, que siempre es presente imperfecto.
sábado, 14 de mayo de 2016
LA EDAD MEDIA LEONARDO CANO
Comienzo
esta reseña con una cita de Alberto Fuguet porque me parece muy pertinente
cuando nos acercamos a una primera novela de una autor desconocido: Lo
importante es por qué vale la pena leer una historia, sobre todo si el tema o
la persona no son célebres. Uno lee al final para saber por qué el autor se
interesó o le importó tanto la historia como para contarla por escrito...lo que
realmente produce la química, la conexión, es la curiosidad -la obsesión-, del
autor con el tema que se ha atrevido a enfrentar”. Leonardo Cano, Murcia,
cosecha de 1977, es según la solapa de su primera novela Licenciado en Derecho
y Máster en Teoría de la Literatura y Literatura comprada Europea y ha sido
además abogado, guionista, creativo de publicidad y crítico gastronómico, entre
otros menesteres. Se puede afirmar que es también un agudo observador de la
realidad social que le rodea y un consumado maestro de la ironía y del
sarcasmo. Con este bagaje ha dado el salto a la novela. Una novela ambiciosa de
la que sale bastante bien parado según vemos por los comentarios que se han ido
publicando en diversos medios y por diversos autores. En La Vanguardia: “constituye
una radiografía de los anhelos desbaratados de una generación –las de los
ochenta-, que creció con la idea de que el mundo era suyo”. En Artes y Letras,
por Joaquín Juan Penalva: “esta novela se perfila como uno de los títulos de
narrativa del año…y nos confirma que estamos ante el retrato de una generación
a la que le han robado el futuro, ante una relato iniciático, ante una novela
de aprendizaje, sobre una generación nacida en la transición y a la que le
habían prometido un mundo mejor y más justo y ha acabado encontrándose con la precariedad más absoluta”. En el
suplemento cultural del Mundo, Matías Niéspolo: una deslumbrante ópera prima de
una inusitada profundidad y que se balancea entre la furia y el lirismo, entre
el humor y la tragedia”. En Culturamas, Pedro Pujante se refiere a esta novela
como: “Manual sobre el fracaso en tres tomos, obra vigorosa y adictiva y
escrita con pulso de orfebre, con una
trama en su conjunto deliberadamente
banal, que es como un espejo donde al mirarnos descubrimos el reflejo sucio de
la frustración, de los anhelos quebrados, del desconsuelo y de la derrota. Pues
eso, una novela intensa que reconstruye la realidad a través de una poesía
cruel y luminosa” Porque digámoslo ya,
“La edad media” es una novela solvente, entretenida y critica con la dura
realidad social que nos toca vivir, muy bien trabada y estructurada y que se sostiene sobre sólidos pilares
literarios y donde brilla con luz propia un sentido del humor desopilante y
cruel o al menos así me lo parece. Un sentido del humor que alivia tensiones.
De repente en mitad de un párrafo te
encuentras con alguna frase del tipo: “El ascensor es primitivo, se eleva hasta
la décima planta con lentitud zen” O,
“El padre es bajo y gordo, la madre es baja y tripuda, y para los dos hijos,
seguro que el fiscal no va a pedir una
prueba de paternidad” O en pag 143. O “M
divisa a Julia, que habla dentro con Virginia. Han debido atracar juntas la
misma tienda de trajes de lentejuelas”. Y es una novela que trata muchos temas,
las crisis de valores de la actual sociedad, el desclasamiento social, el
aborto, el machismo latente desde la infancia, el fracaso de los ideales, la
corrupción social, laboral, pero también la pederastia en colegios de curas y
el acoso escolar entre los propios niños y los hace sin limar aristas,
hundiendo el cuchillo de la literatura en el cadáver de una sociedad en
descomposición. Como toda buena novela es un lugar habitable, pero hay novelas
que son casas de planta baja y novelas que se alzan como edificios de doce
plantas. Depende de la ambición del arquitecto. Los materiales para construir
una casa de planta baja o un edificio de doce plantas son los mismos, pero la
pericia del arquitecto es fundamental. Algunos autores suelen comenzar
construyendo una cabaña de paja, pero Leonardo Cano ha optado por levantar el
edificio de doce plantas o adentrarse en un circo de tres pistas. Y pistas es
lo que no pretendo dar sobre esta novela no sea que me acusen de ser un
spolier. Pero algún tipo de cebo tengo que ponerles para que piquen ustedes se
vengan a vivir durante unas horas a este lugar donde elhijodelRana, Moya y Fauró
conviven en tres tiempos y en tres tramas que
hábilmente se anudan en un nudo marinero al final de la novela. Y es que
Leonardo Cano es un escritor potente, en la estela de Mario Vargas Llosa, a
quien tanto admira, pero también
fuertemente influido por autores como del Bret Easton Ellys de “American
Psycho, o John Cheever, o Saul Bellow y que igual que si construyera un tapiz
va cruzando y descruzando los tres hilos de la trama con una precisión
implacable hasta que la imagen que pretende darnos de estos personajes desde
sus primeros años en el Bosco hasta esa edad media donde parece que ya hemos
perdido todas las batallas y el cómodo fracaso de la rutina se ha impuesto a la
utopía de los sueños se torna nítida, pero no del todo, porque gran parte del encanto
de una novela como “La edad Media” es que la solidez de su estructura a tres
bandas y voces distintas y distantes, permite que aparezcan las grietas y las
contradicciones de todo ser humano. Al final es tan importante la imagen que
nos muestra el tapiz como esos pequeños huecos que dejan pasar la luz en el
trenzado del tapiz. Quiero decir con esto que esta es una novela donde lo que
se dice no es tan importante como lo que se calla, los silencios, que las
revelaciones son tan solo la punta del iceberg y que por debajo de la línea de
flotación de la historia hay más leña de la que arde. Para leer correctamente
“La edad media” hay que comprase un bloc
de notas y un bolígrafo a ser posible Bic y saber leer entre líneas, como si estuviésemos
leyendo un poema, y hay que dominar el arte de cambiar de voz como los
ventrílocuos y ser, también, un
optimista radical para sobrevolar su
pesimismo esencial y que cuando lleguemos a esa frase final que cierra la
novela: “Y es imposible que esta sea nuestra historia” , el contenido de “La
edad media” no nos afecte más allá de lo estrictamente imprescindible. Aunque a
buen seguro que como sucede con toda
buena novela ya nos habrá afectado más allá de lo estrictamente imprescindible.
No quisiera acabar esta reseña sin elogiar a los editores que se arriesgan a
publicar autores nuevos y que apuestan por salirse del canon establecido por
las grandes editoriales. Creo que Editorial Candaya compartiría plenamente
estas palabras, sacadas como las que encabezan este texto de la novela “Sudor”
de Alberto Fuguet. Va por ellos. Editar es, al final, un modo de intervenir
en los l debates. A veces es iniciar el debate, otras veces implica cerrarlo o
mantenerlo vivo. Me deleita ver gente en el metro o almorzando sola con un
libro que nació de mí o con mi ayuda. Me encanta cuando algo que edité pasa a
las redes sociales, es un meme, aparece en Instagram. Para eso hay que trabajar
libro a libro, que cada libro tenga su propia lógica y resulte, incluso los que
no lograron seducir o ser entendidos. Lo importante, creo, es que yo este
convencido, que ninguno me provoque culpa o vergüenza, que cada uno, a su modo
y siendo fiel a sí mismo, me parezca digno de leer.
domingo, 1 de mayo de 2016
TRUMBO LA LISTA NEGRA DE HOLLYWOOD JAY ROACH
Que una película como "Trumbo" [2015] dirigida por Jay Roach haya tardado meses en estrenarse en España y que además se estrene con un subtitulo "La lista negra de Hollywood", da una idea del nivel intelectual bajo mínimos de los distribuidores españoles y posiblemente también de los espectadores que acuden masivamente al cine a ver el cine precocinado que nos enlatan últimamente. Éramos cinco en la sala, aunque hay que reconocer que también era sábado por las noche y última sesión. Así nos va. El cartel tampoco ayuda, es más deslumbrante de lo que la película ofrece. Es como si nos vendieran un libro por la tapa. Lo apasionante de "Trumbo" es la interpretación de todos los actores y la defensa de la dignidad personal. Seguramente lo de poner el subtitulo aclaratorio es porque pocos espectadores de los que hoy van al cine sabrán que Dalton Trumbo fue uno de los más reputados guionistas de la época dorada de hollywood - autor del guion de Vacaciones en Roma o de Espartaco, por ejemplo, pero también de Éxodo-, y uno de los 10 represaliados por negarse a declarar en el tristemente famoso comité de actividades antiamericanas que buscaba comunistas hasta debajo de las piedras y que estuvo activo hasta 1975. La película es su actor principal Bryan Canstron. Trumbo no fue un hombre fácil y sus contradicciones aparecen relativamente bien señaladas en la trama. Un comunista que amaba el dinero. Pero también un hombre integro y digno que no se dejó doblegar por el sistema. Conceptos como la amistad y la traición se dan la mano. Salen actores famosos que se posicionan en un sentido u otro. Algunos apuntes de comedia ayudan a quitar parte del hierro al asunto. Eso y el personaje pasado de rosca de Helen Mirren interpretando a la odiada Louella Parson. En cierto sentido es una película desequilibrada, pero sus defectos son defectos menores. Y el alegato final de Trumbo cuando le entregan el premio es emocionante por cuando comenta y deja entrever sobre la condición humana.
domingo, 17 de abril de 2016
KIKI, EL AMOR SE HACE PACO LEÓN
Hay días en los que uno está destrozado anímicamente y le apetece ver algo que no le haga pensar demasiado en sus circunstancias vitales y en el nefasto futuro por venir. En las circunstancias vitales de la vida en general y en el nefasto futuro en particular. Lo mejor es ligar con alguien o irse a ver una película erótico festiva. Así se promociona la última película de Paco León: "Kiki, el amor se hace". Hay que tener narices para estrenar una película con ese título. Uno tiene la impresión de que los espectadores van a salir pitando de la sala o que se van a encontrar la sala repleta de frikis con un sin fin de parafilias sexuales como las que nos describe la película. Pero no, "Kiki" no solo es una película agradable de ver, muy bien interpretada y completamente desprejuicidada, sino que ofrece grietas por las que el espectador medianamente inteligente -creo que me estoy pasando con las palabras terminadas en mente-, puede repensar lo que le están contando y sacar sus propias conclusiones. Son varias historias que solo coinciden al final, sobre personajes, unos masculinos y otros femeninos que sufren algún tipo de trastorno sexual que les lleva a excitarse por ejemplo con el tacto de una determinada tela, con ver llorar a su amante, con la violencia de un encuentro sexual forzado o de un cuerpo dormido. Hay otras parafilias colaterales. Aquellos que se excitan con las bragas usadas que vende una adolescente o con los árboles -dendrofilia-. La película no es perfecta, nada en esta vida lo es, y lo que es mejor carece de prejuicios verbales. Gran parte de su humor es verbal y procede de la manera de hablar de los personajes, de sus monólogos. Inapagables las secuencias del Paco León en los aseos del club de intercambio sexual o la de la llamada a un teléfono erótico realizada por un sordo que necesita traducción visual simultánea. Vamos, que si tienen una mala tarde y no tienen prejuicios a nivel erótico o similar, no tienen más que acercarse a alguno de los cines donde se exhibe "Kiki, el amor se hace", quizás encuentren en ella mucho del encanto y la verdad que Pedro Almodovar ha perdido en su última película.
sábado, 9 de abril de 2016
JULIETA PEDRO ALMODOVAR
Salí de ver Julieta, la nueva película de Pedro Almodovar con sentimientos encontrados. Por un lado quería darle una tercera oportunidad, o quizás una cuarta y por otro lado estoy un poco harto de que me tomen el pelo cinematográfica y literariamente y ganas me dan de mandarlo todo a paseo, pero entonces solo me quedaría la vida a palo seco, que no es más que un doloroso ejercicio de supervivencia. Mejor seguir confiando en alguna tabla de salvación. Dicho lo cual, Julieta me parece bastante mejor que "La piel que habito" y a años luz de ese desastre sin paliativos que es "Los amantes pasajeros". Pero no sé si eso es suficiente para salvar la película, que por lo que a mí respecta en ningún momento me llega a emocionar, si es lo que el artista manchego pretendía. Basada libremente en tres relatos de Alice Munro, una escritora admirable con tendencia a alargar los cuentos hasta convertirlos en pequeñas novelas, lo que se nos cuenta en Julieta es la historia de una pérdida, o más bien de un abandono. Una ausencia y como toda ausencia, una soledad. Dolorosa, pero por mucho empeño que ponga Emma Suárez en sufrir nunca me la termino de creer como espíritu sufriente y no por defecto de la actriz, sino porque el argumento es demasiado intelectual y algunas de sus frases y algunos de sus actos son mecánicos y previsibles. Es una versión moderna de Marisa Paredes en "La flor de mi secreto", pero Marisa Paredes podía emocionarme incluso en un acto tan banal y absurdo como pidiendo a una amiga que le quitase unos botines que le apretaban. Aquí nada disuena demasiado. Almodovar ha cortado todo lo que no tuviese que ver con el drama íntimo de la protagonista. La construcción del guión es férrea, tanto que en ningún momento nos perdemos a pesar de que la película abarca más de treinta años de la vida de la protagonista interpretada en su parte joven por Adriana Ugarte. Y eso es un punto a su favor.Y sin embargo...algo no funciona. Es puro Almodovar, pero...-Quiero decir que como de costumbre están sus homenajes: dos planos en dos momentos diferentes de un disco de Ryuichi Sakamoto, un plano que muestra el libro "El amor" de Marguerite Duras, el cuadro descarnado de un autoretrato de Lucien Freud como anticipo del crudo retrato que nos va ha ofrecer sobre Julieta, la canción en los titulo de crédito finales de Chavela Vargas "Si no te vas", anticipada por un póster de ella en alguna secuencia, ...y a pesar de ello sigo sin emocionarme con esta historia de una hija que al cumplir la mayoría de edad abandona a su madre sin darle explicaciones -que por otra parte no hace falta ser muy listos para intuir-. No corre sangre por las venas de la nueva película de Almodovar aunque es un bonito cadáver, vestido con las mejores galas para la ocasión. Creo que el principal problema no se encuentra en la película sino en el director, que me temo está atrapado entre lo que desea ser y la imagen que los espectadores tienen de él. Un director de melodramas de mucho sufrir, de actrices fuertes, de pasiones violentas y soledades abismales, y la creencia de que sus películas deben responder a este perfil condiciona el resultado, aunque se esfuerce por reinventarse a sí mismo y alejarse de sus tics habituales como por ejemplo el humor disparatado que queda aquí reducido al personaje de "ama de llaves/señora de la limpieza" grotesca que interpreta Rossy de Palma, imitando u homenajeando, quién sabe, al personaje de la señora Damvers en "Rebeca" [1940] Quedan avisados. No es el mejor Almodovaar, tampoco el peor. Casi podríamos considerarlo una marca de fabrica registrada. Nos ofrece lo que esperamos de él, pero dónde está la emoción, la verdad y la vida que desprendían los personajes de sus primeras películas. Porqué nos creíamos aquellas historias disparatadas de entonces y en cambio somos incapaces de reaccionar a las de ahora. Lo siento, algo se ha perdido en el camino. Y creo que ni el propio director sabe en qué consiste esa pérdida.
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