viernes, 30 de agosto de 2013

EL ÚLTIMO CONCIERTO YARON ZIBERMAN


Para mí, ésta es la semana cinematográfica  fantástica del mes de agosto. Dos excelentes películas en dos días, el problema es que ya se me ha terminado la cartelera. La película de hoy es "El último concierto" de Yaron Ziberman. Bueno dirán, otra maldita película de música clásica e interpretes cultos y complejos. Pues sí y no. Por supuesto es una película donde las relaciones personales de los cuatro personajes que forman el cuarteto son el fundamento de la trama, pero se nos están contando otras  muchas cosas. Se nos habla de amor, amistad, sacrificio, esfuerzo, enfermedad, vejez, incapacidad de amar, renuncia, talento, decadencia. Se nos cuenta la necesidad de mantener un legado y del desgaste que produce la rutina de la convivencia ya sea amorosa o profesional. ¿Se debe cambiar lo que es perfecto? ¿Es mejor arriesgarse o continuar adelante porque nos sentimos cómodos tal y cómo estamos? Y está película de fotografía oscura e interpretaciones maravillosas nos cuenta todo esto de manera sutil, sensible, sobria y seria. Se agradece que no busque la lágrima fácil -el tema era proclive- ni caiga en tópicos propios de este tipo de películas. Además de la abundante música clásica, es genial volver a escuchar una banda sonora de Angelo Baladamendi. Con respecto a los actores, qué decir. Soberbia la siempre secundaria Cathrine Keener [Capote, 2005 donde interpretaba a la escritora Harper Lee] Estimulante la presencia de Mark Ivanir [ La lista de Schindler, 1993; o recientemente en 360, de Fernando Mereilles, 2011] Insuperable Christopher Walken, La puerta del cielo, 1980; The dead Zone, 1983; El placer de los extraños, 1990] Sencillamente perfecto Philip Seymour Hoffman [Capote, 2005; Boogie Nights, 1997; Happiness, 1998] Y un descubrimiento: Imogen Poots. Si la encuentran en cualquier cine de su ciudad, entren; no se arrepentirán. Es difícil arrepentirse de ver una película donde uno de los personajes comienza recitando el principio de uno de los cuatro cuartetos de T. S. Eliot: El tiempo presente y el tiempo pasado// están ambos tal vez presentes en el tiempo futuro. // Y el futuro contenido en el tiempo pasado.

miércoles, 28 de agosto de 2013

LA MEJOR OFERTA GIUSEPPE TORNATORE


No soy un devoto seguidor del cine de Giuseppe Tornatore [Bagheria, 1956]  No lo soy desde que vi la blanda y sentimental, Cinema Paradiso [1987] Me había prometido no volver a ver ninguna película suya, incluso si me  apetecía mucho verla, como fue el caso de Una pura formalidad [1994] pero en este miércoles de agosto he cedido a la tentación de acercarme a ver La mejor oferta. Para no ser un devoto de Tornatore la película me ha gustado bastante. No es cursi ni sentimental ni grandilocuente. Y eso que es una historia de amor con intriga. Bueno lo de la intriga es mucho decir. Quien haya visto mucho cine o sea un desconfiado  por naturaleza, y yo lo soy, puede desenredar la madeja del asunto a partir del primer tercio de la película. Pero es que esa previsibilidad de la trama no va en contra del film sino a favor. Casi queremos gritarle al protagonista que se está equivocando, que se está enamorando de la mujer fatal, de una fantasía que solo existe para él. Pero no podemos y asistimos con majestuosa lentitud y parsimonia al proceso de humanización y autodestrucción  de un personaje engañado como un pelele. Lo previsible no resta opulencia ni legitimidad a la narración. Los actores se acoplan a sus papeles como los guantes que Geoffrey Rush utiliza constantemente. Hay un mecano antiguo que sirve de McGuffinn al estilo de Hitchcok y una concepción del amor como obra de arte inimitable y del matrimonio como la mejor oferta. Se juega con la verdad y la mentira, con el original y la copia, con la imitación de los sentimientos.  El final no es tan desolador como pueda parecernos. Como se  nos dice en un  momento de la película, en toda imitación el imitador pone algo suyo, deja una parte verdadera de sí mismo. En toda copia hay algo de la verdad del artista que la ha copiado. Ese final con Virgil Oldman esperando en el café de Viena que ha mencionado la mujer de la que sigue enamorado a pesar de todo es toda una declaración de principios. Ignoro si La mejor oferta es la mejor oferta cinematográfica del verano, pero desde luego es una de las más estimulantes. Al menos te obliga a pensar y no implica que tengas el cerebro hecho puré. 

martes, 27 de agosto de 2013

TANTA GENTE SOLA JUAN BONILLA



Leo con retraso, sobre todo, a escritores que he leído mucho y que me han gustado mucho. Siempre pienso que me van a decepcionar. Algunos lo hicieron y dejé de leerles antes de tiempo. El lector nunca está obligado a terminar un libro. Es su decisión, por eso lo compra. A Juan Bonilla [Jerez, 1966] le he leído mucho. Y todavía le sigo leyendo, aunque con retraso. He leído mucho sus libros de relatos. No he leído ninguna de sus novelas. Los temas que ha tratado en sus novelas nunca me han interesado en relación al número de páginas que contienen. En cambio sus relatos -reducirlos a cuentos, cuando son otra cosa, estructuras narrativas envolventes y perfectas-, siempre me han llamado la atención desde la aparición de su primera recopilación de relatos "El que apaga la luz" [1994]. Tengo un ejemplar de "El que apaga la luz" dedicado. Este, El que apaga la luz, para Ramón, esperando que como poeta llegue x emoción con cariño.Bonilla, titula muy bien. Podría ganarse la vida inventado títulos de novelas o relatos con las páginas en blanco. En "El que apaga la luz" había títulos estupendos: El terrorista pasivo; las alegres comadrejas del Windsurf; Borges, el cleptómano; Lo que Armstrong no contó en sus memorias.  También los había en "La noche del Skylab" [2000] y en "El estadio de Mármol" [2005]. Recuerdo especialmente Una montaña de zapatos.  En "Tanta gente sola" [2009, Seix y Barral] hay nueve relatos. Elegir uno como el mejor sería difícil. Decidir cuál es el más flojo, también. Bonilla escribe largo y tendido. Se toma su tiempo para contarnos la historia que nos quiere relatar. Normalmente coloca un anzuelo al comienzo del relato para que piquemos, luego tira de nosotros. Nos arrastra al lugar solitario donde quiere llevarnos y nos muestras nuestros pequeños defectos y egoísmos. Bonilla nos susurra desde estos relatos que la vida no cabe en la literatura, que la literatura es demasiado estrecha para contener la vida, que es un río demasiado ancho y demasiado caudaloso. El autor tiene sus querencias. Sus personajes fracasan con cierta dignidad. Son solitarios que aspiran a dejar de ser solitarios. Coleccionan cromos, ejemplares de Je me souviens o records guinness. Quieren ganar un concurso en la televisión o fracasar más que nadie para triunfar.  La paradoja del triunfo como fracaso a la inversa. Algunos poetas fracasados no lo parecen y la vida sigue. La insatisfacción no mueve el mundo, pero lo empuja contra sus propios límites.  No falta el humor como ingrediente básico. Son  nueve relatos independientes, pero no tanto, como vienen a confirmarnos el último relato El lector de Perec. Estupendo Metaliteratura. Un tour de force En la azotea.  Pero yo tengo debilidad por Algo más que simplemente existir.  Ya saben, la vida que no cuadra con  los estrechos márgenes de las palabras. Como se afirma en uno de los relatos: yo creo que la vida es lo suficientemente grande, milagrosa, misteriosa, cruel, excesiva, que no cabe, no te digo ya en un poema o en un libro de poemas:  no cabe en toda la poesía que se haya escrito o compuesto desde los primero gruñidos de un hombre de neandertal....Puede que yo también lo crea, o que se trate tan solo de una paradoja. De otra más

domingo, 18 de agosto de 2013

ESCONDIDOS EN BRUJAS MARTIN MCDONAGH


Unos días de vacaciones. Desconecto del mundanal ruido y me marcho a Bruselas una semana. Por supuesto en el planning del viaje están Gante y Brujas. Y para los que quieran disfrutar de algunas vistas de la ciudad de Brujas, de una comedia negra estupenda de las de verdad y de eso que se denomina "maravillosas interpretaciones de unos actores en estado de gracia" O de desgracia diría yo les recomiendo esta película dirigida por Martin McDonagh en 2008. Y hasta la próxima semana. Qué disfruten.

jueves, 8 de agosto de 2013

YO TAMBIÉN PUEDO ESCRIBIR OTRA JODIDA HISTORIA DE AMOR CARLOS SALEM



Si existen los gamberros literarios, Carlos Salem [Buenos Aires, 1959] sería uno de ellos. No lo puedo asegurar porque Salem se toma muy en serio su trabajo aunque de la impresión de que escribe a vuela pluma en las servilletas de los bares donde una tal Lola se pone cerveza tras cerveza. Escribo esto mientras escucho a Ella Fitzgerald cantando I Love Paris. Supongo que al autor de "Matar y guardar la ropa" y " Un jamón calibre 45" no le disgustará la música de fondo, pues creo que detrás de la pose del gamberro irónico, deslenguado y algo cínico  con pinta de bucanero recién naufragado se esconde un tímido romántico incurable. Acabo de terminar los cuentos de "Yo también puedo escribir una jodida historia de amor". Qué puede esperar encontrar uno tras ese escasamente breve título. Pues eso, jodidas historias de amor. Claro que las historias de amor de Carlos Salem son poco convencionales. Y eso que como la mayoría de las historias de amor son bastante jodidas.  Hay mucha primera persona y mucho majara suelto.  También hay muchas ventanas y bares y sexo ya que estamos hablando de jodidas historias de amor.Y más de un hombre lobo y mujeres con gato. Y también abunda el humor absurdo y un amor infinito por sus personajes. Se diría que al autor personaje no se separa mucho del autor narrador, pero es solo una pose literaria. La primera persona literaria al autor le funciona bien. El autor personaje o personaje autor vive un poco como el propio Salem en el pubis de Madrid, donde las calles bajan hacia el coño y la gente  de lejos se  acerca al fuego.  Puede que estemos hablando de Lavapiés. Hay cuentos que suceden en martes " Yo también puedo escribir una jodida historia de amor" y otros que suceden en jueves "Cara de Canción de Billie Holliday", "Eclipse" y otros en miércoles "Tarde de miércoles" y algunos que acaban en lunes "El ladrón enamorado". Salem escribe con la libertad del que no tiene lectores que perder y si mucho que ganar. Escribe con las tripas y tratándose de jodidas historias de amor puede que escriba con los pantalones bajados. Los cuentos tienen la frescura y la insolencia de un directo a la mandíbula del lector.Ya saben que a mí me pierde el humor y las historias de Caperucita. Aquí hay una digna de Raymond Chandler. Que quieren, pues un cuento para cada día de la semana y si no quedan satisfechos siempre pueden bajarse al bar de la esquina y pedirle una cerveza a la Lola de turno.

lunes, 5 de agosto de 2013

EL CAMINO QUE VA A LA CIUDAD NATALIA GINZBURG



Admiro a las mujeres fuertes que saben lo que quieren, aunque, a veces, crean que no saben lo que quieren. Admiro a Natalia Ginzburg [Parlermo, 1916 - Roma, 1991] Natalia Ginzburg no se llamaba en realidad Natalia Ginzburg. Se llamaba Natalia Levi. Ya se ve, raíces judías. Una luchadora. Tomó el apellido de su primer marido Leone Ginzburg -intelectual, antifascista, ruso-, asesinado en Roma en 1944. Natalia hizo todas las cosas que debía hacer una mujer de su época. Se casó, tuvo hijos, enviudó, se volvió a casar,  tuvo más hijos, trabajó, participó como actriz en una película de Pier Paolo Pasolini [ El evangelio según san Mateo, 1963] y publicó libros. Unos cuantos, no muchos, pero sumamente interesantes la mayoría. El primero se titula: "El camino que va a la ciudad". Lo publicó, como la mayoría de sus obras la editorial Einaudi en 1942. El título lo eligió su marido. No lo publicó ni como Natalia Ginzburg ni como Natalia Levi. Lo publicó como Alessandra Tornimparte. Es una novela. Una novela corta. La edición de Bassarai que poseo tiene 117 páginas incluyendo un magnífico Pequeño apunte biográfico a cargo de la autora. Una joya. En el apunte ella dice: Cuando escribí El camino que va a la ciudad quería que cada frase fuese como un latigazo o una bofetada. Ciertamente lo consigue. No hay nada ajeno a la dinámica del relato dentro de la narración. Todo es escueto, seco, árido incluso. Me ha costado entender al personaje principal. Mientras la leía pensaba que la autora había elegido al personaje equivocado para contar la historia  necesaria. Al terminar quizás pensaba que Ginzburg había elegido al personaje necesario para contar la historia equivocada. La historia es melodramática, pero no es sentimental ni apela a la lágrima. La miseria es mucha. El amor innecesario. Es una novela feminista que intenta no parecerlo. Delia no acaba de encajar. Es un personaje más pasivo que activo. Se deja llevar. Sus actos como personaje activo no la conducen a ninguna parte. Ni siquiera sabe si está enamorada de su primo. Es un personaje principal que no cae simpático y sin embargo es la heroína de esta historia de progreso social y liberación de las normas morales impuestas. A su alrededor, los padres, el primo alcoholico, los hermanos, la tía modista, la prima condenada a la soltería, Azalea, la hermana casada con un hombre mayor y sus amantes, Giulio y su familia. Y todo eso en 98 parcas, austeras y descarnadas páginas. Un prodigio de contención literaria.  Un universo concentrado y duro como una piedra arrojada contra la moral imperante. Pura dinamita literaria. Pueden leer otras obras de la Ginzburg, pero todo está ya en "El camino que va a la ciudad". Y para los que se niegan a leer o prefieren el cine, acérquense a la obra de esta mujer aunque sea a través de director interpuesto. Busquen la versión de "Caro Michele" dirigida por Mario Monicelli en 1976 con Delphine Seyrig y Aurore Clement o las más reciente adaptación llevada a cabo por Salvador García Ruiz en 2003 de "Las voces de la noche. Pero, desde luego, si pueden lean; lean a Natalia Ginzburg.

jueves, 1 de agosto de 2013

TODO LO QUE UNA TARDE MURIÓ CON LAS BICICLETAS LLUCIA RAMIS


Tenía contraída una deuda con Llucia Ramis.  Hace años cuando gané el premio de  Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez,  -era mi tercer o cuarto premio y dada su dotación económica y el prestigio tanto del Jurado que lo otorgó como de la institución convocante, pensé  inocentemente que era hora de intentar que algún suplemento cultural o alguna revista especializada reseñase el poemario. De todos los correos electrónicos que envíe preguntando si estaban interesados en que les mandase un ejemplar de " Los días del tiempo", solo recibí dos o tres respuestas, una de ellas venía firmada por Llucia Ramis que en esa época debía trabajar en la revista Quimera. Supongo que era su trabajo, pero luego intercambiamos varios correos más sobre el asunto. La reseña no se publicó, pero recuerdo con agrado ese episodio. Por eso comienzo las vacaciones acabando de leer "Todo lo que una tarde murió con las bicicletas"  [Libros del Asteroide, 2013] de Llucia Ramis. El titulo que proviene de un poema de Pere Gimferer es largo, la novela, desautorizada como autobiografía por la propia autora, no es demasiado larga. La tentación de interpretar la novela como autobiografía es grande. La voz narrativa  del personaje principal en primera persona y algunas características laborales y de otro tipo inducen a caer en la tentación. No dudamos que la autora haya partido de de su entorno familiar para narrar esta crónica de una decadencia familiar y de un fracaso personal. Pero estamos ante una novela, ante una excelente novela sin argumento o casi sin argumento. La excusa para narrar es leve. La protagonista va y viene y, al albur de su memoria, engarza fragmentos breves sobre su entorno familiar: los padres, los hermanos,  los primos y sobre todo los abuelos de ambas ramas, algún bisabuelo o bisabuela. Las relaciones no están exentas de puntos conflictivos y de tiranteces. Están las pequeñas manías de algunos personajes y los detalles significativos, que son los que demuestran que nos encontramos ante una excelente narradora con olfato para la observación. Y destaca sobre todo el ritmo pausado de lo que se nos cuenta. Un ritmo minimalista. Frase breves que pasan desapercibidas, pero que hilvanan un delicado tapiz sensorial y emocional. Entre el principio: Es blanca, de estilo francés.... y ese final que no lo parece: La abuela nos saluda con el brazo desde el balcón, hay muchas vidas que aparecen iluminadas apenas unos instantes por la palabra clarividente de Llucia Ramis. Con apenas un par de imágenes es capaz de definirnos y resumirnos como ha sido la vida incluso de los personajes secundarios como por ejemplo Blanquita. No digamos ya las del abuelo George o al abuela Agnes. La de Emma la madre. La de Colau, el padre. Estas falsas memorias desmemoriadamente precisas y rigurosamente inciertas en su certeza, entre el pudor y el cariño, son un ejercicio literario de primer orden. Dicho de otra forma, son la forma que posee el artista para transformar en materia narrativa su propia experiencia personal. Esta crónica es un retrato de familia en extenso, pero no detallado, sino detallista. No es un retrato en sepia ni al carboncillo. Llucia Ramis pinta como los impresionistas, pone una pincelada aquí y otra allá y al juntarlas, la vista recrea la sensación general. Me han gustado especialmente dos capítulos. "Crustillante" y "Houston". La lectura de esta novela/ no novela; biografía/ no biografía, de esta bionovela o novelografía es deliciosa en su delicadeza. Suponiendo que la literatura pueda ser deliciosa. No se pierdan el prólogo de  ese inteligente poeta y diarista que es José Carlos Llop.  Y desde luego, no se pierdan Todo lo que una tarde murió con las bicicletas.