sábado, 14 de mayo de 2016

LA EDAD MEDIA LEONARDO CANO


Comienzo esta reseña con una cita de Alberto Fuguet porque me parece muy pertinente cuando nos acercamos a una primera novela de una autor desconocido: Lo importante es por qué vale la pena leer una historia, sobre todo si el tema o la persona no son célebres. Uno lee al final para saber por qué el autor se interesó o le importó tanto la historia como para contarla por escrito...lo que realmente produce la química, la conexión, es la curiosidad -la obsesión-, del autor con el tema que se ha atrevido a enfrentar”. Leonardo Cano, Murcia, cosecha de 1977, es según la solapa de su primera novela Licenciado en Derecho y Máster en Teoría de la Literatura y Literatura comprada Europea y ha sido además abogado, guionista, creativo de publicidad y crítico gastronómico, entre otros menesteres. Se puede afirmar que es también un agudo observador de la realidad social que le rodea y un consumado maestro de la ironía y del sarcasmo. Con este bagaje ha dado el salto a la novela. Una novela ambiciosa de la que sale bastante bien parado según vemos por los comentarios que se han ido publicando en diversos medios y por diversos autores. En La Vanguardia: “constituye una radiografía de los anhelos desbaratados de una generación –las de los ochenta-, que creció con la idea de que el mundo era suyo”. En Artes y Letras, por Joaquín Juan Penalva: “esta novela se perfila como uno de los títulos de narrativa del año…y nos confirma que estamos ante el retrato de una generación a la que le han robado el futuro, ante una relato iniciático, ante una novela de aprendizaje, sobre una generación nacida en la transición y a la que le habían prometido un mundo mejor y más justo y ha acabado encontrándose con  la precariedad más absoluta”. En el suplemento cultural del Mundo, Matías Niéspolo: una deslumbrante ópera prima de una inusitada profundidad y que se balancea entre la furia y el lirismo, entre el humor y la tragedia”. En Culturamas, Pedro Pujante se refiere a esta novela como: “Manual sobre el fracaso en tres tomos, obra vigorosa y adictiva y escrita con pulso de orfebre,  con una trama  en su conjunto deliberadamente banal, que es como un espejo donde al mirarnos descubrimos el reflejo sucio de la frustración, de los anhelos quebrados, del desconsuelo y de la derrota. Pues eso, una novela intensa que reconstruye la realidad a través de una poesía cruel y luminosa”  Porque digámoslo ya, “La edad media” es una novela solvente, entretenida y critica con la dura realidad social que nos toca vivir, muy bien trabada y estructurada y  que se sostiene sobre sólidos pilares literarios y donde brilla con luz propia un sentido del humor desopilante y cruel o al menos así me lo parece. Un sentido del humor que alivia tensiones. De repente en mitad de un párrafo  te encuentras con alguna frase del tipo: “El ascensor es primitivo, se eleva hasta la décima planta con lentitud zen”  O, “El padre es bajo y gordo, la madre es baja y tripuda, y para los dos hijos, seguro que el fiscal no va  a pedir una prueba de paternidad” O en  pag 143. O “M divisa a Julia, que habla dentro con Virginia. Han debido atracar juntas la misma tienda de trajes de lentejuelas”. Y es una novela que trata muchos temas, las crisis de valores de la actual sociedad, el desclasamiento social, el aborto, el machismo latente desde la infancia, el fracaso de los ideales, la corrupción social, laboral, pero también la pederastia en colegios de curas y el acoso escolar entre los propios niños y los hace sin limar aristas, hundiendo el cuchillo de la literatura en el cadáver de una sociedad en descomposición. Como toda buena novela es un lugar habitable, pero hay novelas que son casas de planta baja y novelas que se alzan como edificios de doce plantas. Depende de la ambición del arquitecto. Los materiales para construir una casa de planta baja o un edificio de doce plantas son los mismos, pero la pericia del arquitecto es fundamental. Algunos autores suelen comenzar construyendo una cabaña de paja, pero Leonardo Cano ha optado por levantar el edificio de doce plantas o adentrarse en un circo de tres pistas. Y pistas es lo que no pretendo dar sobre esta novela no sea que me acusen de ser un spolier. Pero algún tipo de cebo tengo que ponerles para que piquen ustedes se vengan a vivir durante unas horas a este lugar donde elhijodelRana, Moya y Fauró conviven en tres tiempos y en tres tramas que  hábilmente se anudan en un nudo marinero al final de la novela. Y es que Leonardo Cano es un escritor potente, en la estela de Mario Vargas Llosa, a quien tanto admira, pero también  fuertemente influido por autores como del Bret Easton Ellys de “American Psycho, o John Cheever, o Saul Bellow y que igual que si construyera un tapiz va cruzando y descruzando los tres hilos de la trama con una precisión implacable hasta que la imagen que pretende darnos de estos personajes desde sus primeros años en el Bosco hasta esa edad media donde parece que ya hemos perdido todas las batallas y el cómodo fracaso de la rutina se ha impuesto a la utopía de los sueños se torna nítida, pero no del todo, porque gran parte del encanto de una novela como “La edad Media” es que la solidez de su estructura a tres bandas y voces distintas y distantes, permite que aparezcan las grietas y las contradicciones de todo ser humano. Al final es tan importante la imagen que nos muestra el tapiz como esos pequeños huecos que dejan pasar la luz en el trenzado del tapiz. Quiero decir con esto que esta es una novela donde lo que se dice no es tan importante como lo que se calla, los silencios, que las revelaciones son tan solo la punta del iceberg y que por debajo de la línea de flotación de la historia hay más leña de la que arde. Para leer correctamente “La edad media” hay  que comprase un bloc de notas y un bolígrafo a ser posible Bic y  saber leer entre líneas, como si estuviésemos leyendo un poema, y hay que dominar el arte de cambiar de voz como los ventrílocuos y ser, también,  un optimista radical para sobrevolar su pesimismo esencial y que cuando lleguemos a esa frase final que cierra la novela: “Y es imposible que esta sea nuestra historia” , el contenido de “La edad media” no nos afecte más allá de lo estrictamente imprescindible. Aunque a buen seguro que como sucede con  toda buena novela ya nos habrá afectado más allá de lo estrictamente imprescindible. No quisiera acabar esta reseña sin elogiar a los editores que se arriesgan a publicar autores nuevos y que apuestan por salirse del canon establecido por las grandes editoriales. Creo que Editorial Candaya compartiría plenamente estas palabras, sacadas como las que encabezan este texto de la novela “Sudor” de Alberto Fuguet. Va por ellos. Editar es, al final, un modo de intervenir en los l debates. A veces es iniciar el debate, otras veces implica cerrarlo o mantenerlo vivo. Me deleita ver gente en el metro o almorzando sola con un libro que nació de mí o con mi ayuda. Me encanta cuando algo que edité pasa a las redes sociales, es un meme, aparece en Instagram. Para eso hay que trabajar libro a libro, que cada libro tenga su propia lógica y resulte, incluso los que no lograron seducir o ser entendidos. Lo importante, creo, es que yo este convencido, que ninguno me provoque culpa o vergüenza, que cada uno, a su modo y siendo fiel a sí mismo, me parezca digno de leer. 


domingo, 1 de mayo de 2016

TRUMBO LA LISTA NEGRA DE HOLLYWOOD JAY ROACH


Que una película como "Trumbo" [2015] dirigida por Jay Roach haya tardado meses en estrenarse en España y que además se estrene con un subtitulo "La lista negra de Hollywood", da una idea del nivel intelectual bajo mínimos de los distribuidores españoles y posiblemente también de los espectadores que acuden masivamente al cine a ver el cine precocinado que nos enlatan últimamente. Éramos cinco en la sala, aunque hay que reconocer que también era sábado por las noche y última sesión. Así nos va. El cartel tampoco ayuda, es más deslumbrante de lo que la película ofrece. Es como si nos vendieran un libro por la tapa. Lo apasionante de "Trumbo" es la interpretación de todos los actores y la defensa de la dignidad personal. Seguramente lo de poner el subtitulo aclaratorio es porque pocos espectadores de los que hoy van al cine sabrán que Dalton Trumbo fue uno de los más reputados guionistas de la época dorada de hollywood  - autor del guion de Vacaciones en Roma o de Espartaco, por ejemplo, pero también de Éxodo-, y uno de los 10 represaliados por negarse a declarar en el  tristemente famoso comité de actividades antiamericanas que buscaba comunistas hasta debajo de las piedras y que estuvo activo hasta 1975. La película es su actor principal Bryan Canstron. Trumbo no fue un hombre fácil y sus contradicciones aparecen relativamente bien señaladas en la trama. Un comunista que amaba el dinero. Pero también un hombre integro y digno que no se dejó doblegar por el sistema. Conceptos como la amistad y la traición se dan la mano. Salen actores famosos que se posicionan en un sentido u otro. Algunos apuntes de comedia ayudan a quitar parte del hierro al asunto. Eso y el personaje pasado de rosca de Helen Mirren interpretando a la odiada Louella Parson. En cierto sentido es una película desequilibrada, pero sus defectos son defectos menores. Y el alegato final de Trumbo cuando le entregan el premio es emocionante por cuando comenta y deja entrever sobre la condición humana.