martes, 6 de diciembre de 2016

ANIMALES NOCTURNOS TOM FORD



Fui a ver "Animales Nocturnos" de Tom Ford empujado por el buen recuerdo que guardo de su primera película, la fascinante "Un hombre soltero" [2009], aunque prevenido interiormente porque no me atraen demasiado las películas que son un dos en uno, o sea, esas películas que cuentan una historia dentro de otra historia y más, en este caso, donde una historia sucede en el sofisticado mundo del arte y la beautiful people y la otra historia es un thriller rural cercano a una novela de Cormac Mccarthy de violadores y asesinos nocturnos y descerebrados. Pero debo confesar que el director supera con buena nota y solvencia el encaje de ambas historias, aunque yo le siga prefiriendo en su papel de aplicado ilustrador de hogares de diseño gélidos y vacuos con galerista despiadada y esposa emocionalmente herida. Amy Adams borda ese papel de mujer que descubre demasiado tarde que se ha equivocado de vida al realizar sus elecciones vitales mientras lee la violenta novela que le ha enviado su primer marido. Su forma se vestir, de mirar, de caminar, su peinado, su manera de maquillarse o no, indican más que sus palabras. Sus paseos por la casa apenas iluminada acompañada por la envolvente, seductora y refinada banda sonora de Abel korzeniowski, dicen más sobre su estado de ánimo que cualquier diálogo. La música es fundamental en esta película sobre una doble venganza como nos recuerda un cuadro que aparece en una secuencia del film. La demoledora secuencia final es una buena muestra del exquisito gusto del director para el melodrama influenciado por Douglas Sirk y Vicente Minelli y de la importancia de la música. Una sola secuencia basta a Laura Linney para pergeñar una de esas madres hichtcokianas y castradoras. Pero si la parte sofisticada de de "Animales nocturnos" es turbadora desde la secuencia de apertura de los títulos de crédito, la parte rural con el accidente, el secuestro y la posterior violación de la mujer y la hija del protagonista de la novela que lee Susan, no desmerecen en absoluto. La violencia es en la mayor parte del metraje, latente. Como bien recuerda el investigador del caso, durante el secuestro no hay armas. El miedo, la violencia, el terror nacen de la situación creada, de lo que el director quiere que nosotros pensemos que va a sucederle a esos personajes, que al final es lo que les sucede. Sufrimos con ellos. Y cuando la violencia estalla, en un par de secuencias, es seca y brutal, inevitable y física. Susan se reconce en la mujer de ese hombre apocado e incapaz de defender a su mujer y su hija. Ese matrimonio con hija podrían ser perfectamente ella y su primer marido y el hijo que nunca tuvieron. Pero al mismo tiempo, ella es también parte de los verdugos, porque como comenta en otra secuencia a una empleada " mi primer marido decía que yo era un animal nocturno". El símil está hecho. La novela es una venganza contra ella. Una forma de cautivarla, de hacerle ver que cuando le abandonó destruyó todo su futuro, incluso la posibilidad de ser el gran escritor a que aspiraba porque ella dejó de creer en él. También el protagonista de la novela esperará pacientemente a que aparezcan los violadores para vengarse de ellos. En ese ir de venir de la literatura a la vida y de la vida a la literatura descubrimos algunas verdades sobre el alma del ser humano, sobre la fragilidad de los sentimientos, sobre el instinto animal del hombre, sobre la venganza y el amor. Ese amor que si no se cuida se convierte en odio. Y el odio es más poderoso que el amor. Se diga lo que se diga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario