En primer lugar, dar las gracias a
Marisol Sánchez Gómez, porque sin apenas conocerme o apenas conociéndome 10
minutos, me ofreció presentar esta Antología “20 con 20 Diálogos con poetas españolas actuales”
editada por Huerga y Fierro. Como suelo
ser impulsivo y estar un poco loco acepté el envite. Y aquí estamos puestos en
materia. Me toca decir algo original, coherente y medianamente entretenido
sobre esta antología que, antes o después, alguien con más o menos virulencia,
paternalismo o desacierto calificará de antología de género, en el sentido
negativo del término, ya que está compuesta solo por mujeres,
cuando este término debería estar ya superado, y nadie lo aplica a la
inversa, cuando es una antología integrada solo por hombres o solo por hombres
con su preceptiva cuota femenina
políticamente correcta. Yo voy centrarme
en un solo aspecto de la misma que me
interesa sobremanera como poeta y al que he dedicado mucho tiempo y muchos
poemas: las razones por las que se escribe, qué motiva a un hombre o a una
mujer a escribir, ya que la antología incluye unas sugerentes poéticas de cada
una de las autoras. Sin embargo antes de
adentrarme en un somero repaso de las
diferentes poéticas, un par de comentarios intrascendentes o fuera de lugar. ¿Era
necesaria una nueva antología sobre poesía escrita por mujeres tras las que se
enumeran en el prólogo por las propias antólogas? Lo digo porque yo soy de los que opinan que
las antologías, sean masculinas, femeninas, mixtas o ambivalentes, son a la poesía como las encuestas a las
elecciones políticas. O sea, que sirven para bien poco o se equivocan mucho.
Todo depende de cómo queramos verlas, si como apuesta personal y de riesgo por
unos poetas, o como radiografía poética o foto fija de un momento histórico
preciso. Habrá que concluir que era necesaria
no solo está antología sino que son necesarias algunas más que incluyan
toda la diversidad y riqueza de la poesía escrita por mujeres. Las poetas
incluidas en esta antología están lejos de aquellas poetas antologadas en 1953
por José Luis Martínez Redondo en “Poesía femenina” y sobre las cuales el
propio editor, que no debía de creer mucho en el material con el que trabajaba,
dijo: “Son mujeres sencillas que han escrito su sencilla poesía en las
sencillas provincias de España”. Desde luego este comentario es difícilmente
aplicable a las poetas aquí seleccionadas. También estamos muy lejos aquí de
los términos que el poeta F. Bejarano utilizaba en su artículo
“Poetisas” publicado en 1990 en el
Diario de Cádiz: “Las poetisas han tenido tradicionalmente mala fama porque, en
general, suelen ser malas escritoras, insustanciales y de escaso interés,
repetitivas, monótonas…” Craso error. Nada más lejos de la realidad.
Para
entrar con buen pie en mi breve síntesis de las poetas antologadas voy a
leer un poema de una escritora y poeta norteamericana que quizás debería servir
de prólogo a cualquier antología de
género que se precie. O no. El poema se titula “Los mandamientos” y fue escrito
por Erica Jong.
LOS
MANDAMIENTOS
No querrás de veras ser poet(is)a. Primero, si
eres mujer, tienes que ser tres veces mejor que
cualquiera de los hombres.- Segundo, tienes que
acostarte con todo el mundo. Y
tercero, tienes
que haberte muerto.
[Poeta masculino, en conversación]
Si una mujer quiere ser poeta
debe de dormir cerca de la luna a
cara abierta;
debe caminar a través de sí misma
estudiando el paisaje;
no debe escribir sus poemas con
sangre menstrual.
Si una mujer quiere ser poeta
debe correr hacia atrás en torno
al volcán;
debe palpar el movimiento a lo
largo de sus grietas;
no debe conseguir un doctorado en
sismografía.
Si una mujer quiere ser poeta
no debe acostarse con manuscritos
incircunscritos,
no debe escribir odas a sus
abortos;
no debe hacer caldos de vieja
carne de unicornio.
Si una mujer quiere ser poeta
debe leer libros de cocina
francesa y de legumbres chinas;
debe chupar poetas franceses para
refrescar su aliento;
no debe masturbarse en talleres de poesía.
Si una mujer quiere ser poeta
debe pelar los vellos de sus
pupilas;
debe escuchar la respiración de
los hombres durmientes;
debe escuchar los espacios entre
esa respiración.
Si una mujer quiere ser poeta
no debe escribir sus poemas con
pena artificial;
debe rezar para que sus hijos
sean mujeres;
debe perdonar a su padre su
esperma más valiente.
Veinte poéticas
resumidas en dos folios y medio. Comienzo por Isabel Fresco, que es también quien inicia por edad la Antología. A
ella “La poesía le parece una forma de inteligencia, una manera de entender e
interpretar el mundo…y la creación poética
es una especie de revelación…que ilumina y desvela secretas analogías.
Todo ello envuelto en un deseo de conocimiento, de belleza y de libertad”. Para
ella, escribir es realizar la entrega de uno mismo, regalarse a uno
mismo porque sí. Es un acto de amor y un osadía”. Para María Luisa Mora Alameda “La poesía no ha sido elegida por mí. Creo
que ha sido ella la que me eligió. Habla de intuición, de realismo y de
autobiografía. De que hay muchas razones por las que se escribe, pero que ella
personalmente escribe a modo de catarsis, porque a veces la poesía es un
asidero y otras veces una luz que guía.” Graciela
Baquero Ruibal se pregunta: “¿Cómo hablar de mi poesía cuando la escribo
para no dar explicaciones? Ella siente que no es ella la que escribe sino el
animal que la habita, la bestia. Y un poco como María Luisa Mora afirma que
“no, yo no elegí la poesía, desde niña me alimenté de ella, porque producía en
mí un conocimiento mágico que me permitía apreciar la vida con mayor
profundidad” Graciela siempre ha entendido la poesía como una forma de
conocimiento que se produce a través de la emoción y convierte el poema en una
ofrenda”. Tulia Guisado es otra de
las poetas que considera que “no eliges la poesía. Un día ardes. Un día miras y
ves.” Opina que la poesía surge de una necesidad de decir y ella escribe para entender, para conocer,
para y por ver, para que la realidad sea. Ahondando en el tema, añade: la
poesía es la vana tentación de detener el tiempo, el incendio constante. La
poesía es reflexión sobre el lenguaje y no es un refugio ni una huida. Es el
lugar donde levantar una casa y vivir. Como se ha tomado muy en serio el asunto
sigue añadiendo definiciones. La poesía es un vehículo para acceder a otra
realidad y al mismo tiempo el lenguaje poético puede ser una forma de
ocultarse, una coartada. Y remata. El poema surge del incendio y el fuego es
inconsciente, aunque el proceso creativo no. No se va al incendio ni se huye de
él. El incendio es uno mismo, en este caso de
una misma. Dos son las ideas que destaca Aurora Luque en su poética. Una es que “la poesía hay que
consumirla muy lentamente, saboreándola. Y otra que más que un vehículo de
expresión artística, la poesía es el vehículo en el que ella se desplaza por la
vida. Dice Isabel Bono: “Escribo
porque escribir es no estar. No estar aquí. Escribir es estar en otro lugar o
en ninguno. Para ella, el poeta debería
ser un simple médium y la poesía viene de la intuición, y que se escribe para
no olvidar y a la vez para añadir perspectiva y añade que ella escribe porque
“Escribir me salva. No sé de qué, pero sé que me salva”. Concibe la poesía Mercedes
Escolano, como un viaje de introspección personal en el que el poeta deja
entrever símbolos que hablan al lector de sentimientos, actitudes vitales,
conocimientos adquiridos a lo largo de los años, complicidad y reflexiones
sobre la vida. Guadalupe Grande quiere pensar como María Zambrano que la
poesía no intenta retener lo que ya tiene…si no que va en busca de lo que aún
no tiene. Le gusta creer que la poesía es una estación de ida y vuelta, un
laberinto en el que rescata del olvido acontecimientos y seres que han dejado
de significar. Para ella la conciencia poética es iluminación y memoria, intuición,
presagio y azar. Nos habla Ana Merino de cómo sentía la poesía en su
adolescencia como celebración, como un idioma que la representaba. La poesía
era una mirada parecida al pensamiento puro que podía definir los sentimientos.
La palabra era el instrumento con el que la poeta se construía a sí misma. Vanesa Pérez-Sahuquillo no sabe ni cómo
escribe ni de dónde viene lo que
escribe, pero ama la poesía y la concibe como el género de la libertad; un
género que ilumina primero el caos y proporciona respuestas a las preguntas.
Define la poesía como una pesca misteriosa en la que el objeto capturado en vez
de morir adquiere la capacidad de brillar. Para Eva Gallud, la función de la poesía es mostrar la belleza
de los lugares indeseables y en un poema define la poesía como un
grito absurdo y comenta que se siente libre entre los límites del poema, en la
concentración de la idea y en la palabra destilada; y suscribe unas frase de
Alejandra Pizarnik: “Todo poeta se define por el ritmo particular de su
respiración poética y por una pequeña cantidad de imágenes a las que siempre
vuelve”. Raquel Lanseros va directa: Los versos son una traducción en
palabras de nuestra propia alma tanto individual como colectiva. Admira diversas
definiciones ya acuñadas de poesía: como
palabra en el tiempo, como lo real absurdo o como ciencia del ser. Miriam
Reyes es escueta. Cada poema es una exploración y el poema no tiene un
significado. Escueta también es Ana Patricia Moya: Escribo poemas
porque me apetece. Respeto a los poetas vocacionales o profesionales, pero solo
escribo por puro desahogo. Ana Vega se
enfrenta a la escritura como a un modo de búsqueda infinita. Afirma que la
escritura llega donde no alcanzan ni el ojo ni el oído ni las manos. Para ella
la poesía es vencer el silencio y tomar las riendas y dice que en su poesía no
solo hay verdad sino búsqueda de la
verdad. Firmaría ese aforismo de Marguerite Duras que afirma que escribir es
contar una historia que ocurre por ausencia. La poesía es el idioma en el que
yo puedo, al fin, explicarme lo que ocurre. Lo que ocurre no es lo que veo o lo
que me cuentan cada día, lo que veo está detrás de todo eso, así comienza Isabel García Mellado, para luego
continuar afirmando que la poesía trata
de alcanzar la verdad y trata de alcanzarla de un modo intuitivo y termina
confesando que escribe porque lo necesita y cuando lo necesita y lo único que
persigue cuando escribe es comprender. Sandra
Santana entiende el arte en general como un saber de la inutilidad y para
ella lo importante en el acto de escribir es la mano, que es la que debe
conducir hacia el espacio imaginado donde dibuja aquello que al escritor le
gustaría leer, donde delinear con el lenguaje eso que nadie ha visto todavía.
Es la mano la que se detiene muda sobre la carne del lenguaje y deja aparecer
la blancura de la página. Laura
Casielles es rotunda: el acto físico de escribir cuesta, como si fuera el
intento de agarrar el agua y esa escritura que cuesta tanto o es por amor o no es. Y resalta que es por
amor en tanto que un acto de amor es compartir. Conclusión; el poema es el
gesto de rescatar algo para ponerlo en otras manos. Virginia Cantó se refugia
en las palabras de alguien que alguna vez le comentó que “escribir poesía no
consiste en realizar el ejercicio de crear algo sino que es el producto de
recrear nada”. De ahí llega a la confirmación de que la poesía es otra forma de
nombrar la vida y como la vida no siempre nos contempla con el mismo semblante
hay que perseguir el poema que no sea un artificio ajeno a nosotros sino un
poema que nos contemple y nos incluya. Y para culminar este 20 con 20, Martha Asunción Alonso que no tiene la
más remota idea de lo que es poesía y con total sinceridad nos los confiesa: yo
no sé lo que es la poesía. Según ella,
tiene una demonia, como otras tienen una bestia o una mano que escribe los
poemas por ella y esa demonia acaricia solo un par de certezas; que la poesía
sirve para algo, aunque no separa para qué, y que la poesía tiene algo o todo
de llama. Supongo que la demonia que escribe los poemas de Martha Asunción
Alonso es la autora de este pequeño verso memorable: Mi alma es el
encefalograma plano del poema. Y hasta
aquí les puedo contar. Dejo ante ustedes ,y empleo el término a
sabiendas de que se me va a tachar de paternalista o algo peor, este amplio
abanico de voces femeninas, o si prefieren algo más del género masculino, este
puñados de poetas y versos, esperando
que este somero repaso de las poéticas de las diversas autoras aquí
incluidas les aclare algo sobre el
estado actual de la poesía en general, o no,
o sobre el estado de la poesía de género en particular, o, al menos, les
incite a comprar esta antología donde, aunque alguna poeta afirma que no tiene ni
idea de por qué escribe poesía, y otra se descuelga con que la poesía es
catarsis ,y otra insinúa que no sabe ni cómo ni dónde escribe, y alguna
confirma que escribe poemas porque le apetece, a modo de desahogo, y un par
aluden a que la poesía es el idioma que las representa o con el que pueden
explicarse, y unas cuantas consideran la
poesía como revelación o como iluminación, como fuego o como incendio, o como
vehículo o como viaje, o como acto de amor o de ofrenda, o como exploración, o
como grito, creo que sobran las explicaciones,
porque la poesía es palabra que habla por sí misma y desde sí misma y
ensimismadamente, y en esta antología
abunda la poesía que no necesita ni poéticas que la sostengan ni presentadores
que la alaben, sino publico que se acerque a ella con devoción; poesía como un
refugio, poesía que se defiende por sí misma, como un acto de resistencia
frente a las agresiones de mundo, que siempre es presente imperfecto.
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