domingo, 17 de abril de 2016

KIKI, EL AMOR SE HACE PACO LEÓN



Hay días en los que uno está destrozado anímicamente y le apetece ver algo que no le haga pensar demasiado en sus circunstancias vitales y en el nefasto futuro por venir. En las circunstancias vitales de la vida en general y en el nefasto futuro en particular. Lo mejor es ligar con alguien o irse a ver una película erótico festiva. Así se promociona la última película de Paco León: "Kiki, el amor se hace". Hay que tener narices para estrenar una película con ese título. Uno tiene la impresión de que los espectadores van a salir pitando de la sala o que se van a encontrar la sala repleta de frikis con un sin fin de parafilias sexuales como las que nos describe la película. Pero no, "Kiki" no solo es una película agradable de ver, muy bien interpretada y completamente desprejuicidada, sino que ofrece grietas por las que el espectador medianamente inteligente -creo que me estoy pasando con las palabras terminadas en mente-, puede repensar lo que le están contando y sacar sus propias conclusiones. Son varias historias que solo coinciden al final, sobre personajes, unos masculinos y otros femeninos que sufren algún tipo de trastorno sexual que les lleva a excitarse por ejemplo con el tacto de una determinada tela, con ver llorar a su amante, con la violencia de un encuentro sexual forzado o de un cuerpo dormido. Hay otras parafilias colaterales. Aquellos que se excitan con las bragas usadas que vende una adolescente o con los árboles -dendrofilia-. La película no es perfecta, nada en esta vida lo es, y lo que es mejor carece de  prejuicios verbales. Gran parte de su humor es verbal y procede de la manera de hablar de los personajes, de sus monólogos. Inapagables las secuencias del Paco León en los aseos del club de intercambio sexual o la de la llamada a un teléfono erótico realizada por un sordo que necesita traducción visual simultánea. Vamos, que si tienen una mala tarde y no tienen prejuicios a nivel erótico o similar, no tienen más que acercarse a alguno de los cines donde se exhibe "Kiki, el amor se hace", quizás encuentren en ella mucho del encanto y la verdad que Pedro Almodovar ha perdido en su última película. 

sábado, 9 de abril de 2016

JULIETA PEDRO ALMODOVAR


Salí de ver Julieta, la nueva película de Pedro Almodovar con sentimientos encontrados. Por un lado quería darle una tercera oportunidad, o quizás una cuarta y por otro lado estoy un poco harto de que me tomen el pelo cinematográfica y literariamente y ganas me dan de mandarlo todo a paseo, pero entonces solo me quedaría la vida a palo seco, que no es más que un doloroso ejercicio de supervivencia. Mejor seguir confiando en alguna tabla de salvación. Dicho lo cual, Julieta me parece bastante mejor que "La piel que habito" y a años luz de ese desastre sin paliativos que es "Los amantes pasajeros". Pero no sé si eso es suficiente para salvar la película, que por lo que a mí respecta en ningún momento me llega a emocionar, si es lo que el artista manchego pretendía. Basada libremente en tres relatos de Alice Munro, una escritora admirable con tendencia a alargar los cuentos hasta convertirlos en pequeñas novelas, lo que se nos cuenta en Julieta es la historia de una pérdida, o más bien de un abandono. Una ausencia y como toda ausencia, una soledad. Dolorosa, pero por mucho empeño que ponga Emma Suárez en sufrir nunca me la termino de creer  como espíritu sufriente y no por defecto de la actriz, sino porque el argumento es demasiado intelectual y algunas de sus frases y algunos de sus actos son mecánicos y previsibles. Es una versión moderna de Marisa Paredes en "La flor de mi secreto", pero Marisa Paredes podía emocionarme incluso en un acto tan banal y absurdo como  pidiendo a una amiga que le quitase unos botines que le apretaban. Aquí nada disuena demasiado. Almodovar ha cortado todo lo que no tuviese que ver con el drama íntimo de la protagonista. La construcción del guión es férrea, tanto que en ningún momento nos perdemos a pesar de que la película abarca más de treinta años de la vida de la protagonista interpretada en su parte joven por Adriana Ugarte.  Y eso es un punto a su favor.Y sin embargo...algo no funciona. Es puro Almodovar, pero...-Quiero decir que  como de costumbre están sus homenajes: dos planos en dos momentos diferentes de un disco de Ryuichi Sakamoto, un plano que muestra el libro "El amor" de Marguerite Duras, el cuadro descarnado de un autoretrato de Lucien Freud como anticipo del  crudo retrato que nos va ha ofrecer sobre Julieta, la canción en los titulo de crédito finales de Chavela Vargas "Si no te vas", anticipada por un póster de ella en alguna secuencia, ...y a pesar de ello sigo sin emocionarme con esta historia de una hija que al cumplir la mayoría de edad abandona a su madre sin darle explicaciones -que por otra parte no hace falta ser muy listos para intuir-. No corre sangre por las venas de la nueva película de Almodovar aunque es un bonito cadáver, vestido con las mejores galas para la ocasión. Creo que el principal problema no se encuentra en la película sino en el director, que me temo está atrapado entre lo que desea ser y la imagen que los espectadores tienen de él. Un director de melodramas de mucho sufrir, de actrices fuertes, de pasiones violentas y soledades abismales, y la creencia de que sus películas deben responder a este perfil condiciona el resultado, aunque se esfuerce por reinventarse a sí mismo y alejarse de sus tics habituales como por ejemplo el humor disparatado que queda aquí reducido al personaje de "ama de llaves/señora de la limpieza" grotesca que interpreta Rossy de Palma, imitando u homenajeando, quién sabe, al personaje de la señora Damvers en "Rebeca"  [1940] Quedan avisados. No es el mejor Almodovaar, tampoco el peor. Casi podríamos considerarlo una marca de fabrica registrada. Nos ofrece lo que esperamos de él, pero dónde está la emoción, la verdad y la vida que desprendían los personajes de sus primeras películas. Porqué nos creíamos aquellas historias disparatadas de entonces y en cambio somos incapaces de reaccionar a las de ahora. Lo siento, algo se ha perdido en el camino. Y creo que ni el propio director sabe en qué consiste esa pérdida.