sábado, 27 de febrero de 2010

ALFONSO MARTÍNEZ MENA


Pensaba escribir sobre otro tema, pero la actualidad del fallecimiento a los 81 años del escritor Alfonso Martínez Mena (Alhama de Murcia 1928) me empuja a dejar constancia de su muerte. Hay muertes que uno siente más que otras, aunque sea la de personas que sólo has tratado una o dos veces en tu vida; y además circunstancialmente. Afirmar que Martínez Mena era un excelente cuentista sería afirmar una obviedad. Martínez Mena era un escritor de cuerpo entero si nos ponemos a hablar con frases hechas, pero aunque escribió novelas "Conozco tu vida, John" [1969] o "Las alimañas" [1971] se le recordará siempre por alguno de sus magníficos libros de relatos, como: "El extraño"[1967], "Incidentario"[1986], "Otrosí" [1997], que, la mayoría, eran recopilaciones de sus cuentos premiados, ya que había ganado todos los premios de cuentos habidos y por haber. Su obra fluctúa entre el realismo y lo simbólico, más acentuado en su última época. Le conocí en 2001 en Alhama de Murcia en la entrega del premio de cuentos que lleva su nombre. Por entonces yo sólo había leído uno de sus cuentos "Echar la vida a gatos" con el que había obtenido el Gabriel Miró de cuentos. Fue muy amable, aunque saqué la impresión que el cuento con el que gané el premio no había terminado de gustarle. Deduzco que mi cuento era demasiado borgiano para su gusto. Busqué y leí la mayoría de sus cuentos después. Incluso en una librería de Murcia que liquidaba sus fondos encontré un ejemplar de "Antifiguraciones" [1977]. Para mí siempre será un honor haber ganado la primera convocatoria del premio de cuentos Alfonso Martínez Mena, sirvan estas palabras de sentido y humilde homenaje al hombre y al escritor.

sábado, 13 de febrero de 2010

FRANCISCA AGUIRRE

Rompo una de mis reglas; una de mis reglas no escritas: la de no escribir sobre poesía y, menos sobre poetas vivos, pero las reglas están para eso; para romperse. La rompo para hablar de Francisca Aguirre [Alicante, 1930] una de esas poetas secretas o casi; una poeta que se esconde detrás de esa imagen de ama de casa despistada y bohemia que escribe desde las cacerolas y la mesa camilla; una poeta que se oculta tras la sombra de su marido, el poeta Félix Grande (1937] autor, al menos de dos libros de poemas que dificilmente se olvidarán "Blanco spiritual" [1967] y "Los Rubaiyatas de Horacio Martín" [1978] y de una novela que recrea una España rural que ya no es pero que sigue siendo, como bien nos recuerda el estreno de "Nacidas para sufrir" de Miguel Albadalejo. Francisca Aguirre se quita importancia siempre que puede como comprobé en 2007 cuando estuvo en Murcia leyendo poemas con su marido y su hija, la también poeta Guadalupe Grande [1965] y donde me firmó amablemente el ejemplar que yo llevaba de "La herida absurda" [2006] su último poemario entonces. Confieso que su último libro de poemas, "Nanas para dormir desperdicios" [2008] no me ha terminado de gustar, pero eso pasa a veces con los poetas a lo que amamos desmesuradamente, que cuando encontramos en ellos un pequeño defecto que los humaniza los amamos más sin terminar de amarlos. La poesía de Francisca Aguirre tiene una cualidad que pocos poetas lograr imprimir a su obra. La poesía de Francisca Aguirre, emociona. Consigue eso tan difícil de lograr que es emocionar. Y lo consigue con lo mínimo. Lo logra desde el despojamiento de la palabra. Si he roto mi pequeña regla para escribir sobre ella es para rendir un homenaje a su padre, el pintor Lorenzo Aguirre [1885-1942] muerto a garrote vil en la cárcel de Madrid acusado de auxilio a la rebelión, ya que en 1936 era subdirector de la policía en Madrid. Su hija, que le dedicó uno de sus primeros poemarios "Trescientos escalones" [1977] estuvo en Alicante hace unos días para hablar de uno de sus cuadros "Retrato de mujer". Uno puede intuir lo que la hija sintió ante el cuadro del padre. Ella misma lo ha dejado escrito en uno de sus poemas más conocidos "Hace tiempo": Pero no volvió nunca./ Sólo quedan sus cuadros,/ sus paisajes, sus barcos, / la luz mediterránea que había en sus pinceles/ y una niña que espera en un muelle lejano/ y una mujer que sabe que los muertos no mueren. La emoción en estado puro.