domingo, 24 de enero de 2016

LA JUVENTUD PAOLO SORRENTINO


Después de "La gran belleza", "La juventud". Paolo Sorrentino intenta repetir la fórmula que tan buen resultado le dio en su película anterior, pero las fórmulas tanto en cine como en literatura o en las artes plásticas o mñusica, tienen mal repetir. El efecto sorpresa de "La gran belleza" ha desaparecido en "La juventud" que se aproxima al tema del final del camino de una pareja de viejos amigos -un compositor y un  director de orquesta retirado[ Michael Caine] y un cineasta [Harvey Keitel] escribiendo el guión, rodeado de jóvenes guionistas-, de la que quiere que sea su obra maestra, su testamento cinematográfico, interpretado por la que fue su musa. Todo esto ambientado en un lujoso balneario suizo para gente con posibles que intenta detener los estragos del tiempo. Hay otros personajes, un actor joven [Paulo Dano] que intenta preparar un personaje para un película alemana, la hija del director de orquesta [Rachel Weisz] a la que su marido abandona por una cantante pop bastante vulgar, una mis universo no tan tonta como parece y muchos cuerpos desnudos recorriendo las elegantes instalaciones del balneario. Hay que decir que "La juventud" es una película con trampa, pero no tramposa. El director de orquesta da por terminada su vida, está apático, solo espera el final. Nada le interesa, ni siquiera la posibilidad de volver a dirigir en el Palacio de Buckingham ante la reina de Inglaterra. El contraste entre la necesidad de seguir creando del cineasta como si todavía fuera joven y la apatía del otro resignado a su suerte es el motor de está película algo pomposa, ampulosa y desorbitada que trata sobre la decadencia y la posibilidad de seguir adelante incluso cuando le vemos las orejas al lobo de la muerte, pero eso ya estaba en "La gran belleza". Qué es lo que falla aquí.  No lo sé, pero el mecanismo es menos sugerente y más obvio. Es cierto que Sorrentino sabe crear imágenes y secuencias de gran calado, que el tema central aparece complementado con subtramas - la de la hija, la de Maradona, la del actor que debe elegir entre el horror y el deseo-, que el director juega a ser una fotocopia de  Fellini y a veces logra un instante de magia y otros bordea lo ridículo. Eso es Sorrentino, el desequilibrio visual. Quien acepte eso podrá disfrutar de una película que por momentos tiene buenos diálogos y por momentos entra por los ojos y se queda dentro. O te gusta o te disgusta sin términos medios. Y además tiene un aliciente extra; la corta pero intensa visita al balneario de Jane Fonda, lejos, muy lejos de sus apariciones en spots publicitarios de  cremas de belleza para la tercera edad, que demuestra no solo su fastuoso sentido del humor sino también lo gran actriz que fue siempre. Uno de esos papeles secundarios, es casi un cameo, que se recuerdan mucho tiempo y que si fuese algo más largo podría ser incluso nominada al oscar como  actriz secundaria. Esa peluca vulgar, ese traje amarillo, esas uñas, lo qué dice, cómo lo dice y lo que nos hace intuir del personaje que interpreta es un fragmento de cine en estado puro. Solo por esa aparición fantasmagórica merece la pena ver "La juventud". 

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