Los primeros libros siempre son una apuesta y un riesgo, sea de poesía o de relatos. La novela es otro cantar. "Familias de cereal" [Editorial Candaya, 2015] es el primer libro de relatos de Tomas Sánchez Bellocchio [Buenos Aires, 1981]. Y escribo relatos y no cuentos, porque no sé si existe una sutil diferencia entre ambos términos, pero yo si que la tengo interiorizada. Se trata de doce relatos sobre familias rotas o a punto de romperse y fracturarse, desestructuradas, familias ejemplarmente poco ejemplares y edificantes, de esas que nunca saldrían en un anuncio de cereales en la tele con sus sonrisas perfectas y seductoras. Familias vistas casi siempre, aunque no siempre, a través de la mirada implacable de un adolescente, tan perdido la mayoría de las veces como sus propios padres y en este punto aparece uno de los temas básicos de este libro: la incomunicación y la distancia generacional. Padres que no comprenden a sus hijos, hijos que desconocen a sus padres. No se trata de juzgar sino de entender. Los adolescentes de estos relatos son tipos raros, son inteligentes pero no comprenden el mundo; podrían pasar por personajes simples, por pazguatos. Ellos cuentan sus historias a su manera y nos arrastran al corazón del horror cotidiano. No un horror de monstruos que salen de lo armarios o del sótano, sino a un horror cotidiano que nace de la convivencia, de la rutina, de los celos, del egoísmo, de las carencias, de la rabia, de la envidia, de las fracturas emocionales, de las atmósferas malsanas en las que se mueven. Y el dolor nace de sobrevivir en una tierra de nadie inhóspita y desolada: padres divorciados o a punto de separarse e hijos que no saben muy bien cuál es su lugar en la cadena alimenticia del amor o del odio. ¿Dónde encajar en la vida cuando no hay instrucciones de uso? El horror cotidiano es vivir una vida mediocre en una familia mediocre, del montón. Ya lo sentenció Tolstói: "Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera". Y en eso consiste "Familias de cereal", en un catálogo de familias infelices, cada una a su manera, en una galería de seres emocionalmente heridos que sobreviven entre la indiferencia y la resignación. Uno es como es, incluso en la adolescencia. O principalmente en ella, que nos marca para el resto de nuestra existencia. Si la incomunicación generacional y quizás también entre clases sociales es un tema fundamental, también aparece un tema interesante, los nuevos medios de comunicación, las nuevas tecnologías que a veces en lugar de integrarnos y abrirnos al mundo, nos encierran más en nosotros mismos. Son varios los relatos que tratan el asunto, "La nubes y las muertas", sobre Internet, la inmortalidad, la muerte y la vejez; "Disco rígido", sobre un padre desesperado que busca informático tras informático para recomponer el disco duro del ordenador de su hijo adolescente fallecido tras una larga enfermedad, porque considera que en el disco duro del ordenador están el alma y los sueños de un hijo al cuál cuando estaba vivo apenas prestaba atención y el que da título al volumen: "Familias de cereal" sobre un hijo que graba con la cámara a sus padres, cuyo matrimonio hace aguas, pero que frente a la cámara se empeñan en ser una pareja normal y feliz, una familia de anuncio. La tecnología al servicio de las emociones o de sus ausencia. Pero es que además en diversos relatos los aparatos electrónicos tienen importancia bien fundamental, el caso de la antigua consola Nintendo en "Mitad de un hermano", bien accesoriamente para marcar el contraste entre dos formas de entender la vida como en "La chica del norte" donde se llega a afirmar: "Allá todo es diferente...La vida es más simple. No tengo presiones.Comemos lo que sembramos y cosechamos. Nos vamos a dormir cuando oscurece y al amanecer ya estamos arriba...Me siento útil. Donde vivimos no hay Internet ni señal de teléfono...Estoy leyendo mucho, como nunca antes. Y escribo". En el fondo se trata de relatos realistas, incómodos para el lector porque no tratan temas simples de manera simple, sino temas profundos de manera compleja, pero que al leerlos se transforman, está vez sí, en cuentos tristes y terribles, como todos los cuentos verdaderos. Y es que estos relatos escritos por Tomas Sánchez Bellocchio con la parsimonia de quien no juzga a sus personajes, pero tampoco los ensalza sino que nos los presenta en ese instante insólito en que sus vidas se transformarán ya en algo inadmisible. Cada relato tiene un instante o una frase que los vuelve crueles, atroces y brutales. El final de "La fidelidad de los perros", que trata sobre un vecino y amigo de una familia que durante dos años se queda con el perro de la familia sin que estos lo sospechen y pasado ese tiempo lo devuelve creando en el padre sentimientos contradictorios y un final espeluznante. La declaración del protagonista de "La nube y las muertas" al principio del relato sobre las desinteresadas razones por las cuales cuida de su abuela moribunda: "Nunca, ni antes ni después, fue afectuosa conmigo ni yo con ella. Nadie me había exigido el sacrificio. ...Pero en ese punto de mi vida, en que todo me parecía opaco y vacío, creía que ver morir a alguien me estremecería de algún modo". La secuencia inicial de "La chica del norte" en donde una chica que antes ha convivido con la familia vuelve para dar a luz un hijo que la familia piensa acoger, pero la descripción de la llegada es aterradora: " Lo primero que notan es que está demasiado flaca. Antes que el pelo desgreñado, las manchas en el vestido y las zapatillas, que de tan rotas da la impresión de ir descalza. Hay...un desfase...// Lo segundo que notan es que viene acompañada de una mujer petisa y gorda...viste una pollera plisada de color gris y en la mano sujeta una correa de cuero, similar a una rienda o a un cinturón de dos metros de largo que se pierde en la nuca de la chica". En "Disco rígido" la afirmación que nos desvela el lado oscuro del alma es cuando el padre del hijo muerto afirma: " ¿Conoció el amor? ¿Llegó a masturbarse un día? ¿Pudo saber o imaginarse cómo era el sexo? Uno jamás se detiene a pensar en la vida sexual de un adolescente en silla de ruedas." Hay muchos más momentos o afirmaciones terribles, el instante de la salida nocturna revolviendo en los cubos de basura del barrio y el macabro hallazgo al abrir una bolsa de basura, en "Ciudad de Cartón" o una simple frase dicha por el protagonista ya adulto de "Mitad de un hermano" que acude engañado a una fiesta de cumpleaños que le a preparado su novia cuidadosamente y a la cual asistirán por sorpresa sus padres separados, él con su segunda esposa y su hijo. En esa fiesta cuando al protagonista que ha venido engañado y con los ojos cerrados descubre a toda la familia y amigos, le cantan y le agasajan solo se le ocurre contarnos: " Desvíe la mirada hacia mi reloj:eran las nueve y tres minutos. En mi cabeza empezaba a sonar el coro de una misa de esponsales, y entonces decidí que ella no era la mujer de mi vida". Así se las gasta el autor de estos relatos. Aterradores, pero también cargados con el arma de la ironía. Y con un desesperado llamamiento a la escritura y a la imaginación, pues en casi todos los relatos hay alguna referencia al hecho de escribir. Ya he mencionado la de "La chica del norte", pero "Animales del imperio" es un relato sobre un padre que lega a sus hijos, deudas y una serie de fábulas sobre animales. El hijo dice al respecto: "Yo agradezo que haya escrito aunque fuera solo este tipo de cosas. Sé que corro el riesgo de convertirlo en una caricatura. Pero pienso en los huérfanos de padres desconocidos. Ningún documento que contenga el flujo de una conciencia, un modo de ser o pensar". El padre desesperado de "Disco rígido también afirma: "Escribía maravillosamente bien para su edad. Eran cuentos. Son cuentos. como fábulas. Con animales y personajes fantásticos". Lo último que intenta hacer el millonario moribundo de "Hacedor de dinero" es escribir una nota final. Empieza a escribir ante la mirada interesada de su hija y abogados...Comprende que no tiene la fuerza ni el pulso necesarios para escribir un pensamiento."· Y que decir del Tavo el entrenador contratado por los Bellini para adelgazar en "Cuatro Lunas", que está intentado escribir una monumental historia de la gordura. Por escribir que no quede. Hay algunos secretos más en estos relatos y algunas sorpresas. La historia de la abuela con Amelia, en el relato final. Y esa historia "Interrupción del servicio" donde un hijo y una madre acuden en coche a la casa en los suburbios de señora que ha servido en la casa familiar durante muchos años y que de repente ha dejado de acudir sin dar una explicación. Un relato que me recuerda a otro de Samanta Schweblin sobre una madre y una hija que visitan casas ajenas, que me recuerda a un cuento de Carver sobre alguien que entra en pisos extraños. Literatura. Excelente literatura. Quizás un mínimo reproche, o puede que sea algo buscado, no sé, la manera de comenzar los relatos, que a fuerza de repetirse parece rutinaria: "La primera vez que mi abuela oyó la palabra..." [La nube y las muertas ] "Lo primero que notan es que está demasiado flaca" [La chica del norte] "Por segunda vez en la noche, Ramón..." [Ciudad de Cartón] "La noche que cumplí treinta años..." [Mitad de un hermano] "La noche que Hugo Bellini anunció..."[ Cuatro Lunas]. Lo dicho, un paseo por el lado salvaje de las familias que nunca aspiraron a la dicha de ser las familias perfectas de los cuentos de hadas.
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