Desternillante. He comenzado así, suavemente. En realidad el término que iba a emplear era "descojonante" o quizás al propio Levrero le hubiera gustado más algún término inventado como "desconejante". No sé. "Caza de conejos" [1986] de Mario Levrero [ Montevideo 1940 , Montevideo 2004] editada en 2012 en Barcelona por Ediciones el Zorro Rojo es un maravilloso ejercicio de libertad creativa y de portentosa imaginación. Debería acabar aquí el post para que no pierdan ustedes el tiempo leyendo esto y lean este libro raro e inaudito de Levrero, que siendo relato o microrrelato tiene aliento de novela fragmentaria donde los personajes se transforman y transmutan, donde las víctimas se tornan verdugos y a la inversa y donde el puro disparate perfectamente razonado y sazonado con el humor más gamberro y subversivo adquiere carácter épico. Hay un bosque y conejos. Muchos. Y Cazadores. Más que suficientes. Y guardabosques. A cientos. Y un idiota. Siempre tiene que haber un idiota. Shakespeare ya lo sabia. Aunque sea para contar la historia. Aquí no la cuenta, pero les puedo jurar que hay un idiota y una prima del idiota. También hay un castillo. Comienza con un prólogo: Fuimos a cazar conejos. Era una expedición bien organizada que capitaneaba el idiota. Y a partir de ahí todo es descacharrante. Los conejos a veces son cazadores. Los cazadores a veces son guardabosques. Los guardabosques a veces son conejos. Vale. Para cazar se necesita un permiso de caza que entre su abundante documentación te exige un certificado de defunción. Así las gasta Levrero. Hay un oso amaestrado penosa y ridiculamente disfrazado de conejo. Hay una chica llamada Laura que atrapa los conejos entre sus piernas. Hay carteles que prohíben cazar conejos. Hay una prima del idiota, otra. Hay gente que va de picnic en lugar de ir a cazar conejos. Hay quien caza conejos por amor y quien los caza por odio. Hay quien duda de la existencia de los conejos. Hay un refrán que dice: Donde menos se piensa salta la liebre. Hay capítulos de una línea que valen por toda una mierda de novela actual. Capitulos LVII: No llevamos a nuestros hijos a las cacerías para evitarles el bochornoso espectáculo de las conejas que se dedican a la prostitución. Hay poesía en estado puro. Capitulos LX: Poniendo un conejo contra el oído, se oye el ruido del mar. Hay recomendaciones para escribir historias de conejos. Bueno, todo lo anterior y mucho, mucho más. Un universo de conejos, guardabosques y cazadores que hará las delicias de cualquier gourmet literario. Para paladares selectos. Aunque según parece el plato favorito no es el conejo a la brasa, sino el guardabosque a la brasa. Qué ustedes lo disfruten. Al guardabosques y al conejo. Y por descontado a Levrero.
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