domingo, 19 de marzo de 2017

EL VIAJANTE, ASGHAR FARHADI



 La última película de Asghar Farhadi [Khomeyni Shahr, 1972] no es una película cómoda ni complaciente para pasar una tarde de sábado en el cine. Tampoco cualquier otro día de la semana. Plantea dilemas, sobre todo dilemas morales. Intenta que el espectador piense y piense del modo correcto y se esfuerza por contarnos una historia compleja, con aristas y sin maniqueísmos. Con cambios del punto de vista, aunque haya un punto de vista predominante. La historia de este matrimonio, Emad y Rana,  al que un error nimio conduce a un infierno de dimensiones cósmicas está trazada  con exquisita elegancia y un sofisticado guión donde la palabra es primordial. No es vano Emad es profesor de literatura y actor en un grupo de teatro y Rana actúa en el mismo grupo. Están representando "Muerte de un viajante" de Arthur Miller. La obra tiene un peso específico en el desarrollo de la acción. Casi toda la acción transcurre en interiores, apenas se ve la ciudad, Y cuando estamos en el exterior los planos son cerrados. Los que transcurren en el coche, por ejemplo. Tras el incidente que provoca el drama, solo hay dos opciones: olvidar o incidir en la herida. Rana, quizás más inteligente que Emad opta por la primera opción, pero su marido entra en una espiral  que convertirá el drama personal de los personajes en una tragedia. Estamos ante una historia dura sobre el alma del hombre, sobre lo que nos mueve y cómo los condicionantes sociales y culturales nos empujan hacia las zonas más oscuras  e inhóspitas de nuestra alma. Lugares sin posibilidad de regreso una vez que se ha traspasado una determinada frontera. Es lo que aquí sucede. Emad es incapaz de ponerse en el lugar del otro y empatizar, cuando descubre quien es el causante de los hechos.  Se siente humillado, no comprende el silencio de su mujer y tampoco entiende su forma de afrontar la realidad. Lo que ha sucedido es un acto vergonzoso. Él es incapaz de olvidar, su egoísmo le conduce a la obsesión, a intentar resarcirse a través de la venganza. No por le honor de su mujer sino  por cómo le afecta socialmente a él lo que le ha sucedido a ella. Llevar la venganza hasta sus últimas consecuencias implica la destrucción de su relación con Rana. El final es sobrecogedor, los dos personajes frente a frente, mirándose a la cara, mientras los maquillan para representar la obra de teatro de Miller, pero también la farsa que a partir de ese momento será su matrimonio, porque cada uno sabe ya como es el otro. Un infierno compartido. Nadie gana, todos pierden.

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