Algunas películas parecen poca cosa.
Incluso parecen lo que no son. Como algunas personas. Algunas películas
confunden. Mucho y mal. “Locas de alegría”
[2016] película de Paolo Virzi [Livorno,
1964] es una de esas películas que llevan a engaño. No son lo que parecen o no
parecen lo que son. Sobre todo si nos dejamos llevar por el cartel que nos
vende la película. Ese coche rojo, esas dos mujeres huyendo hacia ninguna
parte. ¿Una mala fotocopia de Thelma y Louise de Ridley Scott, veinticinco años después? Qué mala manera de ofertar el producto. Sobre
todo cuando “La pazza gioia” [La alegría loca],
bastante mejor titulo el original, se vende sola y bien. Aquí tenemos
dos mujeres y una fuga, pero los parecidos con la película de R. Scott acaban
en el enunciado. Valeria Bruni Tedeschi [Turín, 1964]– absolutamente deslumbrante,
como casi siempre- y Micaela Ramazzotti, se fugan de unos de esos manicomios
que por hipocresía social se denominan casas de reposo. Legalmente están locas. Son personas que han
perdido el norte y los papeles. Queda bien que sean unas sin papeles. No tienen
dinero ni documentos. Su huida hacia ninguna parte es una sucesión de desastres
más o menos cómicos entre los que se filtra el drama de ambos personajes. En
este sentido es una comedia dramática perfecta.
La comicidad nace de la diferencia de edad, social y de carácter de ambas
mujeres, pero lo que se nos cuenta es de una dureza extrema, devastadora –la
locura en estado puro-, aunque se nos cuente con guante de seda. Y es que en
una obra de arte sea, narrativa, poesía o fílmica, lo que se nos cuenta es
importante, pero cómo se nos cuenta es todavía más importante. La forma y el
tono lo son todo. Aquí tenemos dos mujeres marginadas por la buena sociedad
bienpensante porque en algún momento de sus vidas cometieron un error,
perdieron los papeles, ya lo he dicho, y una vez que se pierden los papeles no
hay vuelta atrás. El personaje de Micaela intenta suicidarse con un hijo pequeño
para evitar que se lo quiten, el interpretado por Valeria Bruni Tedeschi hija de familia noble y casada con un abogado
relacionado con las altas esfera se enamora perdidamente, pierde el juicio, por
un estafador macarra que la desprecia. Ambas tienen que asumir sus errores y
sus miedos, aunque no los entiendan racionalmente. La película destila humor y a ratos una ironía
hiriente, el personaje de la madre noble de Valeria, pero se impone una ternura
más agria que dulce. Queda un retrato convincente de dos personajes perdidos,
no tan ajenos a la realidad como
parecería, que a falta de los demás se tienen a sí mismas. El viaje a ninguna
parte que emprenden al comienzo de la película ambas mujeres la devuelve al
punto de partida, pero ya no serán las mismas que escaparon, han aprendido por el
camino y en el aprendizaje está la fuerza para afrontar el futuro. Yo no sé de ustedes, pero si tienen algún cine
a mano donde la hayan estrenado compraría un billete. Es un viaje que merece la
pena.
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