Si existen los gamberros literarios, Carlos Salem [Buenos Aires, 1959] sería uno de ellos. No lo puedo asegurar porque Salem se toma muy en serio su trabajo aunque de la impresión de que escribe a vuela pluma en las servilletas de los bares donde una tal Lola se pone cerveza tras cerveza. Escribo esto mientras escucho a Ella Fitzgerald cantando I Love Paris. Supongo que al autor de "Matar y guardar la ropa" y " Un jamón calibre 45" no le disgustará la música de fondo, pues creo que detrás de la pose del gamberro irónico, deslenguado y algo cínico con pinta de bucanero recién naufragado se esconde un tímido romántico incurable. Acabo de terminar los cuentos de "Yo también puedo escribir una jodida historia de amor". Qué puede esperar encontrar uno tras ese escasamente breve título. Pues eso, jodidas historias de amor. Claro que las historias de amor de Carlos Salem son poco convencionales. Y eso que como la mayoría de las historias de amor son bastante jodidas. Hay mucha primera persona y mucho majara suelto. También hay muchas ventanas y bares y sexo ya que estamos hablando de jodidas historias de amor.Y más de un hombre lobo y mujeres con gato. Y también abunda el humor absurdo y un amor infinito por sus personajes. Se diría que al autor personaje no se separa mucho del autor narrador, pero es solo una pose literaria. La primera persona literaria al autor le funciona bien. El autor personaje o personaje autor vive un poco como el propio Salem en el pubis de Madrid, donde las calles bajan hacia el coño y la gente de lejos se acerca al fuego. Puede que estemos hablando de Lavapiés. Hay cuentos que suceden en martes " Yo también puedo escribir una jodida historia de amor" y otros que suceden en jueves "Cara de Canción de Billie Holliday", "Eclipse" y otros en miércoles "Tarde de miércoles" y algunos que acaban en lunes "El ladrón enamorado". Salem escribe con la libertad del que no tiene lectores que perder y si mucho que ganar. Escribe con las tripas y tratándose de jodidas historias de amor puede que escriba con los pantalones bajados. Los cuentos tienen la frescura y la insolencia de un directo a la mandíbula del lector.Ya saben que a mí me pierde el humor y las historias de Caperucita. Aquí hay una digna de Raymond Chandler. Que quieren, pues un cuento para cada día de la semana y si no quedan satisfechos siempre pueden bajarse al bar de la esquina y pedirle una cerveza a la Lola de turno.
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