Leo con retraso, sobre todo, a escritores que he leído mucho y que me han gustado mucho. Siempre pienso que me van a decepcionar. Algunos lo hicieron y dejé de leerles antes de tiempo. El lector nunca está obligado a terminar un libro. Es su decisión, por eso lo compra. A Juan Bonilla [Jerez, 1966] le he leído mucho. Y todavía le sigo leyendo, aunque con retraso. He leído mucho sus libros de relatos. No he leído ninguna de sus novelas. Los temas que ha tratado en sus novelas nunca me han interesado en relación al número de páginas que contienen. En cambio sus relatos -reducirlos a cuentos, cuando son otra cosa, estructuras narrativas envolventes y perfectas-, siempre me han llamado la atención desde la aparición de su primera recopilación de relatos "El que apaga la luz" [1994]. Tengo un ejemplar de "El que apaga la luz" dedicado. Este, El que apaga la luz, para Ramón, esperando que como poeta llegue x emoción con cariño.…Bonilla, titula muy bien. Podría ganarse la vida inventado títulos de novelas o relatos con las páginas en blanco. En "El que apaga la luz" había títulos estupendos: El terrorista pasivo; las alegres comadrejas del Windsurf; Borges, el cleptómano; Lo que Armstrong no contó en sus memorias. También los había en "La noche del Skylab" [2000] y en "El estadio de Mármol" [2005]. Recuerdo especialmente Una montaña de zapatos. En "Tanta gente sola" [2009, Seix y Barral] hay nueve relatos. Elegir uno como el mejor sería difícil. Decidir cuál es el más flojo, también. Bonilla escribe largo y tendido. Se toma su tiempo para contarnos la historia que nos quiere relatar. Normalmente coloca un anzuelo al comienzo del relato para que piquemos, luego tira de nosotros. Nos arrastra al lugar solitario donde quiere llevarnos y nos muestras nuestros pequeños defectos y egoísmos. Bonilla nos susurra desde estos relatos que la vida no cabe en la literatura, que la literatura es demasiado estrecha para contener la vida, que es un río demasiado ancho y demasiado caudaloso. El autor tiene sus querencias. Sus personajes fracasan con cierta dignidad. Son solitarios que aspiran a dejar de ser solitarios. Coleccionan cromos, ejemplares de Je me souviens o records guinness. Quieren ganar un concurso en la televisión o fracasar más que nadie para triunfar. La paradoja del triunfo como fracaso a la inversa. Algunos poetas fracasados no lo parecen y la vida sigue. La insatisfacción no mueve el mundo, pero lo empuja contra sus propios límites. No falta el humor como ingrediente básico. Son nueve relatos independientes, pero no tanto, como vienen a confirmarnos el último relato El lector de Perec. Estupendo Metaliteratura. Un tour de force En la azotea. Pero yo tengo debilidad por Algo más que simplemente existir. Ya saben, la vida que no cuadra con los estrechos márgenes de las palabras. Como se afirma en uno de los relatos: yo creo que la vida es lo suficientemente grande,
milagrosa, misteriosa, cruel, excesiva, que no cabe, no te digo ya en un poema
o en un libro de poemas: no cabe en toda la poesía que se haya escrito o compuesto desde los primero gruñidos de un hombre de neandertal....Puede que yo también lo crea, o que se trate tan solo de una paradoja. De otra más
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