Hay todo tipo de novelas. Hay novelas que pretenden ser un golpe en el estómago, otras que buscan dar una patada en el culo y algunas que aciertan a ser una patada en la espinilla. Son novelas que intentan golpear aunque sea mínimamente la conciencia moral de lector y por ende la conciencia moral de una sociedad hastiada, competitiva, aburguesada y sin sentido crítico que posiblemente carezca de conciencia moral. Las sociedades son como los individuos que las componen y el poder utiliza todas sus armas para moldear al individuo hasta convertirlo en un ser satisfecho de sí mismo y encantado de haberse conocido aunque en el fondo sea un ente embrutecido que forma parte de una masa ignorante e inculta. Es difícil golpear la conciencia moral de los individuos que carecen de conciencia mora, pero "Lo que yo llamo olvido" [Anagrama, 2013] de Laurent Mauvigner pretende golpear donde más duela y sin dar un respiro a una sociedad cada vez más indiferente y enajenada. Lo que relata esta novela es un incidente nimio, una nota a pie de página en los diarios de sucesos. Un joven es apaleado hasta la muerte por beberse una lata de cerveza en un supermercado. Un suceso real novelado sin nombres ni fecha ni datos irrelevantes. El autor va a la médula del asunto. Da voz a quien no lo ha tenido para defenderse y en un largo párrafo que dura toda la novela -o sea, 58 páginas-, explica sin moralina el suceso, va y viene, adelante y atrás, y partiendo de los puntos sucesivos crea una espiral envolvente que devora la historia sin ofrecer al lector la posibilidad de abandonar una lectura subyugante que te arrastra como un remolino al agujero negro del terror de unos hechos que nos muestran la desproporción entre la causa y el efecto. Entre el muerto y el lector se establece una complicidad afectiva. ¿Qué hubiésemos hecho nosotros si nos hubiésemos hallado en su misma situación? La reflexión matiza la narración que expone el hecho descarnado y nos fuerza a mirar el cuerpo agonizante y preguntarnos cómo puede una sociedad que se llama avanzada contener en su interior monstruos como los que se nos describen. No se trata solo de incultura social sino de una dejación de su funciones por parte del poder. La razón del poder necesita incubar a su abrigo el huevo de la serpiente de un pensamiento xenófobo, clasista y violento. El miedo al otro es el pilar sobre el cual la sociedad actual está edificando su propia destrucción. Sólo los individuos,de uno en uno, tomando conciencia de que son ellos los que sustentan al poder con sus votos y con sus trabajo pueden cambiar este status quo. "Lo que yo llamo olvido" es un revulsivo literario contra la inercia social y una excelente y espeluznante novela sobre el presente desolador que nos rodea escrita por un escritor que piensa que la literatura sí que sirve para alterar la conciencia social.
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