sábado, 23 de febrero de 2013

OBRA NEGRA



Un amigo me recomendó que leyese "Obra negra" publicada  por Vaso Roto, de Alfredo Espinosa [Delicias, 1954]. Es un amigo en cuyo criterio literario confío y la compré. La he leído a rachas, temiendo sucumbir a su belleza fría y metódica o arder en su fuego diabólico.Alguien podría considerarla pornografía mental. Me costó entrar en ella y lo agradezco. Las novelas en las que me ha costado entrar por lo general han dejado en mí una huella más permanente y profunda que aquellas en las que entré con la misma facilidad con la que salí. De "Obra negra" sales malherido; no te deja indiferente. No está escrita para molestar, pero molesta. No está escrita para provocar, pero provoca. Está escrita desde las tripas. Habla de una pasión homosexual, pero habla de otras cosas. Reducirla a literatura homosexual sería hacerle un flaco favor. Está tan bien escrita que se podría recitar como si fuese un poema, un salmo o una letanía. Así comienza: Encontré a Fabián Isunza en la época en que jugaba a la ruleta rusa. Necesitaba público. Fui llamado por él para que aceptara el trabajo de escribir su vida, su novela, su nota roja, su epitafio. La novela es de 1997, pero posteriormente se le añadieron los cuadernos  de Fabián Isunza, que son como  un seminario acelerado de filosofía de la autodestrucción y se compone de cuatro partes donde se rescatan a modo de glosario algunos de los fragmentos de la novela. Es como leer el alma de la novela sin el apoyo del cuerpo narrativo que la sustenta. Los fragmentos que nos quedan son lapidarios pensamientos disparados como balas al corazón de la conciencia y de la soledad del ser humano. El amor descubre al otro y el soliloquio se transforma en diálogo. // El amor no destruye, pero daña profundamente. // El amor enbellece el rostro de las víctimas. // El amor como todas las tragedias nace  de los malentendidos. // El fuego del deseo consume al amor; el de la nostalgia, lo aviva. // El erotismo, más que una búsqueda del otro, es un encuentro con uno mismo.// El escritor, además de soberbio, es impúdico. // Hay actos que desnudan a los hombres: el poder, el erotismo, la maldad. //  El insomnio es la otra cara de la culpa. // Nadie juega mejor al simulacro que los tahúres y los políticos.// El falo es el génesis, apocalipsis el culo.// Quienes hablan en nombre de la sociedad, de los sueños, de las buenas intenciones, y prometen nuevos mundos, están perpetuando la mentira. // Donde  ponemos ideología, hay psicopatología. // La política pertenece al reino del mal. // La única virtud que posee la alternancia en el poder reside en que cada seis años cambian las fotografías de las paredes. Su verdadero avance consiste en convertir a los políticos en productos desechables. // El culo es la boca que emite el discurso de lo abyecto. // El culo vacío o pleno de sus desechos, es la representación más exacta de la derrota de la civilización.  Esto es solo una leve selección de las reflexiones que aparecen dispersas por esta novela que trata sobre las debilidades humanas, el dominio del uno sobre el otro, la corrupción política, el amor trágico y otras perversiones  afines al corazón del ser humano. Ya se sabe que el hombre es débil por naturaleza y estúpido en general a pesar de cierta capa de civilización y cultura que disimula el egoísmo y los instintos más primarios. De todo esto nos habla Alfredo Espinosa poniendo toda la carne en el asador y algunas vísceras más, especialmente el culo suponiendo que pudiera entrar en esta categoría. La de víscera. No me resigno a terminan esta invitación a la lectura de esta novela de estimulante actualidad para nuestro devaluado país en crisis permanente de identidad, aunque este ambientada en Chihuahua, México, sin añadir tres breves joyas más a las que ya he extraído de los cuadernos de Fabián Isunza.  La democracia está en aquello que iguala a un hombre con una mujer, a los hombres entre sí y a las mujeres con ellas mismas: el culo. // Quien ostenta el poder y esté dispuesto a conservarlo contra viento y marea está incapacitado para hacer el bien. //  Escribir es un antídoto contra los temores, las humillaciones, las mezquindades; una fuerza que posibilita la puesta  en marcha de empresas que sabemos derrotadas desde sus proyectos. El fracaso de la escritura como redención, porque toda vida es fracaso y toda escritura redención del fracaso de estar vivo.

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