Hay que ver cómo pasa el tiempo. Día tres del año 2012. Comienzo el año con Mae West. O sea, Mae West y yo. No, no se trata de que haya estado viendo alguna de sus antiguas películas. Es una actriz que nunca fue santo de mi devoción. ¿Debería decir santa de mi devoción? Ya no distingo, con esto de lo políticamente correcto. No, se trata de la última novela de Eduardo Mendutti [Sanlúcar de Barrameda, 1948]. Lo cierto es que más que comenzar el año con esta novela, lo acabé. Contra el efecto PP nada como una novela de Medicutti. Quizás lo lógico es que hubiera releído "Una mala noche la tiene cualquiera" [1982] Desde luego, cómo pasa el tiempo. Creo que fue la segunda novela de este autor que leí. La primera fue "Siete contra Georgia" [1987]. A partir de ahí, leí todo lo que fue publicando el autor "Tiempos mejores" [1989]; "Los novios búlgaros" [1993]; "Fuego de marzo" [1995]; "Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy" [1997] hasta "El beso del cosaco" [2000]. Incluso coincidimos en varias ocasiones. Primero en una conferencia que dio en el colectivo gay de Murcia y después de la cual compartimos cena y copas. Unos años después, en Tomelloso donde yo había obtenido un premio de poesía y él era el mantenedor de la fiesta y años después, en el Festival de cine de Alfaz del Pi, con motivo del estreno de la versión cinematográfica de "Los novios Búlgaros" dirigida por Eloy de la Iglesia. Pero fue comenzar el siglo XXI y perder el interés por la obra de Medicutti. Ya me había pasado antes con García Márquez, cuya breve "Memoria de mis putas tristes" [2004] todavía espera turno en mi mesita de noche desde hace años o con Vargas Llosa, de quien devoré en los años setenta y ochenta sus libros, incluido su teatro, pero a partir de un determinado momento dejó de interesarme, si exceptuamos algún que otro ensayo "La verdad de las mentiras" [1990]. Mi decepción con "El beso del cosaco" me alejó de uno de los escritores que más me divierte y con el cual mejores ratos he pasado. Su novelas o por mejor decir sus monólogos interiores en forma de novelas tienen la virtud de parecer sencillos ejercicios de pirotécnia verbal. Pero nadie habla como escribe ni a la inversa y detrás de estos textos hay un profundo trabajo de campo y una clara conciencia literaria. Un trabajo impecable, que unido a la ironía evita caer en el fácil sentimentalismo que algunos de los temas de sus propuestas narrativas rozan peligrosamente. Mendicutti lo fía casi todo al lenguaje y cuando le sale bien la obra es deliciosa. Esta vez ha acertado y posiblemente tenga que volver sobre "California" y sobre "Ganas de hablar" [2009] su dos obras anteriores. Con "Mae West y yo" he disfrutado como un cosaco lo que no pude disfrutar con "El beso del cosaco", valga la redundancia. Dos voces dialogan en monólogos alternos. La de Felipe Bonasera, dilemático y ventrílocuo y la de su próstata enferma a la que el autor ha bautizado como Mae West. Lo de hablar con la próstata está bien. Ahora lo de que la próstata te salga respondona es otro cantar, aunque exista el precedente de alguna película alemana con un pene parlante. Para los muy versados en cine clásico y en citas literarias, la novela es un entretenido pasatiempo, aunque puede que tanta cita agobie a ratos, sobre todo teniendo en cuenta que el argumento o la trama es relativamente leve. Una mínima puesta al día de "Muerte en Venecia" en el sur, o0 sea, en Villa Horacia Resort, con criada parlanchina estilo Thelma Ritter y una leve intriga intrascendente el caso Meneses para entretener al lector que necesite este tipo de entretenimientos añadidos. La habilidad de Mendicutti consigue llenar 260 páginas de interesantes meditaciones sobre el paso del tiempo, la muerte y la renuncia al deseo en los tiempos del cáncer de prostata aliñadas con sexo, cine y fantasía. El final es abierto, pero luminoso. Recomendable para los tiempos oscuros del alma que se avecinan.
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