Siempre me he considerado un snob -como en aquella canción que cantaba Nacha Guevara-; un snob culto, pobre, desclasado e incalsificable, pero en los tiempos que corren y con la que está cayendo, me estoy replanteando el asunto de mi snobismo a ultranza. Después de escuchar al ínclito Mariano Rajoy en el discurso de investidura afirmando con firmeza y pedanteria digna de mejor causa que "promete decir la verdad [no toda la verdad y nada más que la verdad, sino únicamente la verdad, por supuesto la suya] aunque duela; sin adornos y sin excusas; llamar pan, al pan, y vino al vino" y releer en "El snobismo de las golondrinas" [2007] de Mauricio Wiesenthal la siguiente frase: Comportarse como un snob en todas las circunstancias de la vida ...es muy difícil. Por eso pueden distinguirse diferentes tipos de snobs, según sus especialidades....También existe un tipo de cateto snob que presume de ser sencillo y natural. Es una especie terrible, porque cuando te dicen "yo soy de los que llaman al pan, pan, y al vino, vino" te sueltan irremediablemente una grosería, estoy planteándome seriamente dejar de ser un snob, visto lo visto, y ser tan solo un ciudadano de a pie culto, pobre, declasado e inclasificable. Un ofendido más por la grosería política que tanto abunda en este país nuestro, o no tan nuestro vistas las diferencias y los agravios comparativos autonómios. Pues eso, que cada snob aguante su vela.
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