De algunas historias no te saldrías nunca. Podrías instalarte a vivir allí. Es lo que ocurre con las novelas escritas por el canadiense Robertson Davies [1019-1995] en su Trilogía de Deptford: El quinto en discordia [1970] Mantícora [1072] y El mundo de los prodigios [1975], 1200 páginas que son al mismo tiempo una representación del mundo y el mundo en sí mismo. No, no voy a contar los vericuetos de la trilogía. Creo que el argumento siendo importante no es fundamental en estas historias. Lo fundamental es lo que hay detrás de las historias, la psicología de los personajes y las ideas. Porque Robertson Davies, con ese aspecto de Dickens a destiempo es una narrador colosal que maneja el ritmo de las historias con una maestría que pocos escritores actuales poseen. Pero además de eso, es un escritor culto; un escritor que viste a la vida con el ropaje de la paradoja y el azar para que la vida adquiera el empaque que la realidad no posee. Sus novelas son novelas de ideas más que de acciones. La vidas anodinas de algunos personajes se convierten así en espejos de otras vidas donde nos reflejamos todos, cada uno a su manera y en su individualidad más profunda. Hay derrota y pesimismo y sexo en todas sus variantes y feminismo y teatro y mito. Hay una mirada sobre la educación y las clases sociales. Sobre la culpa. Sobre el egoísmo y el victimismo y una reflexión sobre el interior del hombre. Sobre su alma. Claro, el autor se toma su tiempo. Y por supuesto los detalles son importantes. No es mi intención hablar largo y tendido, solo reivindicar a un narrador puro, que no necesita argucias para enganchar al lector, que te deja con más preguntas que respuestas y con unas cuantas ideas sobre las que reflexionar. Pocas novelas actuales están a la altura de esta trilogía. Y para incitar a su lectura algunos pequeños apuntes dispersos aquí y allá: Ser rico es ser una persona de tipo especial. / Cualquier persona es única. Nadie ha sufrido nunca del modo en que sufre usted, sencillamente porque nadie ha sido usted hasta ahora. Sin embargo, somos también integrantes del género humano, y nuestra condición de seres únicos e irrepetibles tiene ciertas limitaciones. / ...te voy a dar un consejo que te ha de servir para toda la vida: no compres nada a menos que realmente lo necesites. / Esas figuras literarias, como usted sin duda sabe, nos proporcionan una abreviatura excelente para hablar de ciertos aspectos de nuestra propia personalidad, y resulta que todos abarcamos unas cuantas. / Un verdadero artista jamás hace nada gratuito, jamás lo hace para resultar desconcertante.../ El sexo era un placer, por descontado. Podía llegar a ser un deber, desde luego. Por eso no era algo que estuviera divorciado del resto de la vida; la actitud que uno tuviera respecto al sexo era parte de la actitud que uno tenía respecto de las amistades, de sus deberes hacia otras personas, de su vida pública. / Ser un cínico no es lo mismo que evitar la ilusión, pues el cinismo es otra clase de ilusión. Todas las fórmulas para hacer frente a la vida, e incluso muchas filosofías, son vanas ilusiones. El cinismo es una ilusión de las peores. / Las coincidencias son una suerte de juego de palabras espiritual. / El héroes moderno es el hombre que vence en su pugna interior. / El aburrimiento es terreno abonado para que crezcan toda suerte de rencores y de feos sentimientos. / ...el humor. Se trata de algo absolutamente vital para la vida misma. Es uno de los sellos distintivos de la civilización. La humanidad no sería humanidad si no fuera por el humor. / el humor es con la misma frecuencia un indicativo de la verdad como una nube que ocluye la verdad. / Los chistes más bestias sobre judíos y negros eran los que oí contar a los propios comediantes judíos y negros. / Todos abrazamos nuestras cadenas. No hay hombres libres./ si uno termina por ser un cínico con uno mismo, el siguiente paso es el suicidio, que es la otra mitad de esa misma forma de autodestrucción. / Todo el mundo es más parecido que diferentes entre sí. / ...el mito es la reducción de la experiencia universal a su esencia misma. / El teatro es eso: mostrar al público lo que desea que sea verdad. / Un egotista es una criatura absorta en sí misma, encantada consigo misma y, además, dispuesta a contar al mundo entero cómo es esa apasionante historia de amor que vive. Un egoísta...es algo infinitamente más serio, un ser que hace de sí mismo , de su instinto, de sus anhelos y de sus gustos, la piedra angular de cualquier experiencia. / Nadie puede robarle a otro hombre su ego, pero puede aprender de él./ El arte como jarabe que endulza. / Dicho de manera muy simple: ningún acto se pierde para siempre, nada de lo que hagamos carece de resultado. / La vida me ha hecho ser consciente de lo mucho que se fían los mezquinos de la generosidad ajena. / La educación es para la gente vulgar, pues fortalece la vulgaridad. Les hace útiles, cómo no, de una manera normal y corriente. Y acabo con un par de reflexiones sobre la poesía y sus alrededores. Un poeta puede plasmar una grandiosa encarnación de un mito, pero es la masa de la humanidad la que sabe que el mito es una verdad espiritual, y esa es la razón de que se aprecie tanto el poema. / Acababa yo de empezar a ver que la poesía trata de la vida, y no de la vida normal y corriente, sino de la esencia, del milagro que subyace a la vida misma. Pues eso, que uno se quedaría a vivir en la inteligencia literaria de Robertson Davies. En su clarividencvia. En su nada complaciente visión de ese animal de costumbres que es el hombre.
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