No voy mucho al teatro, aunque siempre me ha interesado. Especialmente ciertos autores. Hubo un tiempo en el que iba más a menudo. Quizás cuando creía más en el ser humano. Hace tiempo que descreo de casi todo. Y acepto las cosas como son. Henrik Ibsen [ Skien 1828-Oslo 1906] creía firmemente que podría mejorar el mundo o al menos la sociedad de su tiempo a través del teatro. Esa es la impresión que se saca cuando uno se acerca a su obra donde critica y radiografía los males morales del momento que le toco vivir. Sucede en "Casa de Muñecas" [1874] en "El enemigo del pueblo"[1882] o en "El pato salvaje" [1884]. El hombre en lucha consigo mismo y con la sociedad que lo aprisiona y constriñe. "Hedda Glaber" entra en parecidos parámetros. Podría confundirse con una obra feminista en el que una mujer que no se adapta a la sociedad a la que pertenece rompe con todo. Pero Hedda Gabler es mucho más. Es un análisis de los mecanismos el poder y la manipulación. Una crítica dura a una sociedad sólidamente establecida. Bastan las primeras escenas de la obra para marcar la forma de actuar de la protagonista. La escena del sombrero de la tía Julia que ha avalado la compra de la casa de su sobrino al que ha criado como un hijo. Estamos en un terreno peligroso. Hedda Gabler es una mujer atrapada en sus circunstancias. Alguien con un lado salvaje y que sueña con ser libre, pero también, alguien que no se atreve a llevar a cabo sus sueños. Es un personaje cobarde y profundamente frustrado. Un personaje inteligente y hastiado que no soporta el aburrimiento vital que la rodea y que manipula a tirios y troyanos. Se casa con un hombre al que no ama y al que piensa ser fiel porque es el que le ha ofrecido mejores oportunidades para mantener su estatus social, aunque en el fondo Jorge Tesman, su marido, sea un hombre mediocre, simple, convencional. Ella hubiera podido amar a Ejler Lovborg, un talento en bruto, un genio en ciernes, pero demasiado débil, demasiado propenso al alcohol y las mujeres; un proyecto de fracaso anunciado; hasta que llega Mrs Elvsted, antigua condiscípula de Hedda, ahora casada con un hombre más mayor que ella y a quien no ama, es prácticamente su criada, y que enamorada de Lovborg, logra proporcionarle la suficiente templanza para que escriba no solo un libro digno de su talento, sino dos. Y regenerando a Lovborg, ella encuentra no solo sentido a su vida sino la posibilidad de escapar de su destino social. Por supuesto Hedda Gabler no va a permitir que otros logren lo que ella no puede lograr. La felicidad. Hedda Gabler es malvada sin pretender ser malvada. Tiene demasiadas aristas para ser solo una mala convencional. Es un personaje trágico porque enfoca mal sus capacidades y su inteligencia. Ante el aburrimiento vital busca la belleza de la destrucción total. Si ella no puede ser feliz que no lo sean los demás. Destruye al hombre que hubiera podido amar. Destruye su obra porque esa obra es como el hijo que ha tenido con Mrs Elvsted. Y cuando cae en manos del juez Brack, antes de convertirse en la amante que no desea ser, opta por la solución extrema. Como dice el Juez Brack al final de la obra: Pero, Dios todopoderoso, esas cosas no se hacen. No, la mujeres de la época no se hubieran suicidado pegándose un tiro con la pistola de su padre. Pero Hedda es hija del general Gabler. Y como dice en algún momento de la obra las acciones tienen consecuencias. Todavía hoy, tantos años después, hay algo que fascina de este personaje que en manos de Cayetana Guillen Cuervo es como una bella esfinge de hielo inalcanzable.
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