De Guadalupe Nettel [Ciudad de México, 1973] se ha dicho que es una maestra del relato y una pluma atípica. Y uno se pregunta, ¿Qué es lo típico y lo atípico? Recuerdo vagamente su anterior libro de relatos "Pétalos" [2008] Las historias que narraba en aquel libro si que se me antojaron entonces raras o atípicas; obsesivas, compulsivas. Estas nuevas historias que nos relata en "El matrimonio de los peces rojos" [2013] no lo son tanto. Son historias de hombres y animales. O viceversa. Historias de similitudes, correspondencias y entrecruzamientos. Casi todas historias que convergen hacia las derrota cotidiana, hacia el tedio vital del ser humano. En el fondo los seres humanos también son animales. Animales de costumbres que además reflexionan sobre sus costumbres. Una mala costumbres. Deberíamos vivir sin pensar. Quizá fuésemos menos infelices. Nettel reflexiona sobre lo que nos une y nos separa de los otros animales. Sean peces rojos, gatos, cucarachas, serpientes u hongos (y otras bacterias). Cinco relatos que fluctúan entre lo evidente y lo sutil, entre lo subterráneo y lo superficial y donde el lector de relatos avezado puede rastrear las huellas literarias de otros autores igualmente interesados en las analogías entre animales y seres humanos. Un relato no tiene porqué ser verdad para ser creíble, pero tiene que se coherente para ser verdad. Los relatos de Guadalupe Nettel, profundamente perturbadores en ciertos momentos, punteados por anomalías emocionales y otras repulsiones de índole similar, son relatos verdaderos porque guardan la prudente media distancia de la coherencia. Sacan al animal que todos llevamos dentro y lo muestran al borde del desamparo. Da igual que se trate de una crisis de pareja, que de la maternidad mal asumida o del amor y el deseo en la mediana edad. Temas complejos expuestos con una intensidad que no está reñida con la claridad y la sencillez. Hay algo de bestiario iconoclasta en "el matrimonio de los peces rojos". Y mucho de osadía, de riesgo. Puede que todas las historias no estén a la misma altura o que alguna parte de alguna historia no este a la altura del resto, pero no le vamos a buscar los tres pies al gato. Los cuentos se deslizan por las páginas del libro como esa víbora que ocupa el terrário del último relato, con la libertad de un animal salvaje atrapado en un hábitat controlado. Podemos contemplar cómo agonizan los peces. Podemos observar cómo se extermina a las cucarachas. Pero no lograremos, una vez leídos estos relatos, librarnos del veneno de sus finales, quizá algo previsibles, pero contundentes y prometedores.
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