lunes, 20 de agosto de 2012

SILENCIO DE HIELO

Cómo puede uno perder el interés por algo que se ha amado y de lo cual pensábamos que nunca podríamos desprendernos. Eso me ha ocurrido a mí con el cine. Las carteleras solo me invitan al bostezo. Y no es que no se rueden películas interesantes, el problema es que no se distribuyen  o si se distribuyen no suelen llegar a los cines. Entre eso y la subida del IVA que se aproxima creo que voy a dejar de visitar definitivamente las salas de proyección. Me resignaré a ver cine antiguo. Sin embargo, de tarde en tarde aún puede uno acercarse a una sala y ver por ejemplo ésta  más que estimable "Silencio de hielo" ` película alemana  rodada en 2010 por Baran do Odar y basada en una novela de Jan Costin Wagner. No todo lo que viene de Alemania tiene que ser malo por naturaleza. El título castellano no da muchas pistas sobre el tema y desde luego no coincide con el original "Das letzte schweigen".  Es un thriller que tiene poco de thriller. Es decir, interesa menos la investigación que las repercusiones psicológicas de los hechos acaecidos en los diferentes personajes de la trama: el policía retirado que investigó el primer crimen, el policía viudo que investiga el segundo, la madre de la primera niña muerta, los padres de la segunda niña desaparecida y por supuesto el asesino y su secuaz. No rompo ningún secreto. El primer crimen se visiona al comenzar la película y desde el principio conocemos la identidad de los pedófilos. ¿Dónde está entonces el atractivo del film? Pues en la manera de narrar la historia. En esos campos de trigo luminosos, en la forma de  sacar un coche de una cochera con una vista cenital, en la perturbadora imagen del policia que debe llevar la investigación durmiendo ataviado con el camisón de su mujer muerta, en el rostro inexpresivo de la madre de la primera niña muerta, en la pasmosa tranquilidad emocional del asesino. Porque "Silencio de hielo" es una película sobre la culpa. La culpa no asumida y la culpa asumida. Un concepto de culpa que poco tiene que ver con la culpa cristiana, donde el perdón de los pecados es un salvavidas tranquilizador que nada tiene que ver con el concepto de culpa en paises puritanos o en paises donde se produjo la reforma luterana. Hitchcock intentó aproximarse al tema de la culpa desde el ambito cristiano en "Yo confieso" [1953] de una manera similar. El del sacerdote que debe asumir con su silencio la culpa del asesino.  La culpa individual. Aquí hay un culpable que actúa como si fuese inocente y un colaborador necesario que carga con la culpa del culpable. Hay padres que se sienten culpables e intentan perdonarse y madres que no acaban nunca de perdonarse. La música es demasiado evidente y el final quizás no fatisfaga al espéctador actual, pero es el final más lógico y desolador. Porque la película también es una película sobre la soledad humana, sobre la soledad de ese monstruo que todos llevamos dentro y que tan bien describió Kafka en "La metamorfosis".

2 comentarios:

  1. Cuando ya has visto mucho cine, todo el cine nuevo te suena a ya visto. Es un problema de ilusiones, de puntos de vista, de maneras de entender el mundo. Como si uno ya estuviera de vuelta de todo. Esa ilusión de los 30, de los 40... ahora ya crecido, veo que el cine es fuegos artificiales y mucha mucha acción. Pero sigo buscando en la cartelera pequeñas joyas contemporáneas y creo que todavía vale la pena meterse en una sala oscura y aprender. Una vez por semana, tal vez, no tres o cuatro, como antes...

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  2. Supongo que sí, que es el signo de los tiempos. No creo que cualquier tiempo pasado sea mejor, pero el presente que me devuelve el cine no es el mismo que el presente que me devolvía antes. Me preocupa porque cuando uno deja de caminar al mismo paso que su presente y de ilusionarse por lo que le rodea es que empieza irremediablemente a envejecer.

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