
Frustración. Ésa es la palabra que me viene a la mente cada vez que pienso en la última película de Pedro
Almodovar. Al aburrimiento se le llama madurez.
Almodovar ha madurado. Bien. La película se basa en la novela "Tarántula" de
Thierry Jonquet [París 1954-2009]. La música de
Alberto Iglesias es envolvente, la fotografía impresionante, pero el ritmo, el ritmo es otra historia. Lenta, metódica, meticulosa. En fin, aburrida, madura. El director se ha puesto serio para contarnos una historia que pedía a todas luces un gramo de locura. O dos o tres. No, no hay locura. Ni pasión. Y debería haberlas. Todo es
extremadamente simple, aunque parezca complejo. Nos dan gato por liebre. Hay una madre con dos hijos de padre diferente; dos hermanos de
caracteres distintos, pero en el fondo similares -los dos son incapaces de controlar sus impulsos, aunque uno de ellos lo encubra bajo la frialdad y la indiferencia-; una mujer insatisfecha que se fuga con el
hermano de su marido y sufre un accidente en el que queda desfigurada; una hija que se suicida después de un intento de violación; un violador que sufre en su propia carne una mutación paradigmática; un doctor
Frankestein que se enamora de su propia criatura. Demasiadas historias que son una misma historia. En el fondo la historia de una doble venganza. Los decorados son lo que uno espera de una película
made in Almodovar. El humor brilla por su ausencia porque ésta es una historia
policíaca seria. El único chiste es la aparición del
hermanísimo interpretando a un marido abandonado cada dos por tres por su señora. Hay una lesbiana que sabemos que es lesbiana porque lo dice y ése es el principal problema de la película; que los personajes son lo que son porque lo dicen no porque lo vivan. La piel que habito es una película de
zombies, de muertos vivientes. Eso sí, unos muertos muy bellos, muy aparentes, en una "
peli" repleta de tópicos. Como que la venganza es un plato que se sirve frío. Creo que voy a leerme la novela de
Jonquet, para compensar la frustración. Pero como en cuestión de gustos no hay reglas, quizás por haber demasiadas, la película encontrará sus defensores.
Almodovar siempre los tiene. Tendre que esperar a la próxima para volver a ser uno de ellos.