Como ya he escrito en alguna ocasión, hay autores a los que uno llega tarde; demasiado tarde. Para mí es el caso de Rubem Fonseca [Juiz de Fora, 1925] autor de libros de cuentos como "Los prisioneros" [1963] , "El collar de perro" [1965] o más recientemente "El cobrador" y de novelas como "El caso Morel" [1973], "El gran arte" [1983], "Diario de un libertino" [2005]. Yo he llegado tarde a su literatura y lo siento pues leerle es estimulante y altamente provocador. He comenzado con la serie dedicada a su abogado criminalista Paulo Mandrake, que tiene nombre de mago, en lugar de nombre de abogado criminalista. Dos novelas cortas en un volumen publicado por la editorial La otra orilla " en 2007: Mandrake y la Biblia de Maguncia" y "Mandrake y el bastón Swaine" Fonseca es un excelente narrador; seco y tenso; va directo al grano y no desperdicia pólvora en salvas ni se pierde en los vericuetos de las descripciones, salvo que vengan al caso. Dos novelas, 185 páginas de pura nitroglicerina literaria. Los asesinatos son espeluznantes, los personajes secundarios dejan huella y el crimen y la corrupción están a la orden del día. Las florituras literarias para otros autores. Fonseca dispara con bala. Mandrake es un romántico cínico o un cínico romántico y sobre todo es un escéptico radical, un inconformista de lengua afilada y sarcasmo rápido. Además es un mujeriego empedernido que no desaprovecha la oportunidad de irse a la cama con cualquier mujer con la que se cruce, lo cual en los tiempos que corren es políticamente incorrecto, pero literariamente refrescante ante la ola de conservadurismo literario imperante. Y aunque Mandrake prefiera las mujeres de 30 años no duda en acostarse con una condesa de sesenta porque como el mismo nos cuenta en primera persona "la condesa era vieja pero aún daba para un buen caldo". Las novelas rápidas y trepidantes de Rubem Fonseca también dan para una buena tarde literaria y para algo más...
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