Rescato aquí una lectura de hace unos meses "Knockemstiff" de Donald Ray Pollock [Ohio, 1945] publicada por Libros del Silencio con traducción de Javier Calvo y prólogo de Kiko Amat. Me gustó tanto que decidí guardarla para mí solo. "Knockemstiff" me recordaba en cierta medida ""Winesburg, Ohio" publicada en 1919 por Sherwood Anderson [1876-1941]. No solo porque ambas se desarrollen en Ohio y sean un conjunto de relatos que se pueden leer como relatos independientes o como parte de una novela, ya que algunos personajes se repiten como secundarios. Sino también porque tanto en Anderson como en Ray Pollock el instinto sexual es el motor básico de las historias que relatan. No sé si se debería decir de un escritor, pero hay escritores que son unos grandisimos hijos de puta, escritores que escriben de puta madre. Puede que Pollock sea uno de ellos. De los que escriben de puta madre. Se me calificará o descalificará como misógino o machista por este comentario, pero es lo que opino. Pollock escribe desde las entrañas, desde el estómago, desde el bajo vientre o desde más abajo. Escribe de una manera brutal y sucia sobre "whitetrash", sobre basura blanca. La basura blanca de uno de los países más ricos y contradictorios del mundo. Pronto España, al ritmo de los que nos gobiernan, acabará pareciéndose a ese pequeño agüjero de mierda que es Knockemstiff: un lugar sin esperanza ni posibilidad de redención, repleto de drogatas, parados, asesinos, alhólicos, cretinos, violadores, obsesos sexuales, machistas violentos y adolescentes sin voluntad. Perdedores compulsivos y degenerados psicosociales. Gente que no va a ningún lugar o que no pretende ir a ningún lugar o que si intenta escapar de algún lugar la voluntad se le acaba antes que la gasolina. Estamos en el infierno y poca gente está dispuesta a salir de él. El infierno, sobre todo si es un infierno para blancos borrachos, pobres e incultos, que son capaces de follarse un avispero cuando van salidos. Un universo cerrado y violento habitado por fracasados mezquinos, aletargados por el alcohol y las drogas y las series de televisión y los kilos de más y la mugre y la propia mierda. La genialidad de Donald Ray Pollock está en su mirada. No hay moral ni moralina. Los personajes actúan en este pueblo al sur del American Way of Life. Se comportan como auténticos animales guiados por lo peor de su instinto, pero el autor logra que nos reconozcamos en esos seres moribundos y bestiales. No existe redención posible. El fracaso se lleva en los genes. Incluso el protagonista del relato " El puente de Schott", Todd único de los personajes con una posibilidad real de huir la arruina al final. Escoje el peor de los caminos, la peor de las opciones, el instinto. El lema del libro sería "Nadie quiere marcharse de Knockemstiff". Cuando uno comienza a leer los relatos de Donald Ray Pollock uno debería asumir esa frase que está al principio de la obra de Dante: "Abandona toda esperanza". Cuando uno acaba de leerlos se siente renacido, aunque no mejor persona. Bienvenidos al infierno, su nombre es Knockemstiff.
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