Es estimulante encontrar en las mesas de novedades, aunque sea en la sección de literatura en castellano, una novela como "La mejor parte de los hombres" [Anagrama, 2011] de Tristan Garcia [Toulouse, 1981] Estimulante porque frente a la invasión de novelas-cajón-de-sastre que predominan en las mesas de novedades, la primera novela de Tristan Garcia es una novela de ideas. Pero ¿quién escribe hoy en día novelas de ideas? Eso se acabó con la muerte de Albert Camus. O quizás antes, con los "Monederos falsos" de André Gide. Pero Garcia tiene personalidad y además sabe escribir; sabe lo qué quiere decir y cómo decirlo. Eso ya es mucho terreno ganado. Los cuatro personajes de "La mejor parte de los hombres" son cuatro personajes en busca de autor. William Miller es un niño bueno encerrado en sí mismo, bueno y anodino [pero también un auténtico hijo de puta]; Dominique Rossie, un maduro guapo y responsable; Jean-Michel Leibowitz está a caballo entre el filósofo y el hombre de acción, y -por fin- la narradora: Elizabeth Levallois, amiga de Willie, colega de Doumé y amante de Leibo. Un personaje que no es si no es a través de los demás. Ella nos relata sus historias que son al mismo tiempo, la suya. Unas historias excesivas, a ratos, caricaturescas, especialmente la del personaje de Leibowitz, donde el amor y el odio se entrecruzan con la venganza, la política y la filosofía. Esta novela es un retrato del amor en los tiempos del sida- los años ochenta y noventa-, pero también es un apasionante y apasionado discurso del método sobre aquellos años, aquellos polvos -físicos- y aquellas pajas -mentales- que trajeron estos lodos socio-políticos actuales. Garcia dispara con munición de combate y dispara para todos lados. Sirvan de muestra algunas citas: "Los años ochenta fueron horribles para cualquier forma de inteligencia y cultura, con la excepción de los medios audiovisuales, el liberalismo económico y la homosexualidad occidental" [pag. 35]; "Lo que era alegre no era solamente la música, la house natión, las discotecas, las folladas. Era también la amistad, la filosofía, el pelo, la comida...Habíamos abandonado los partidos, Troski, las discusiones y los "obreros"...Follabamos y eso era hacer política. Besabas a un hombre y estabas haciendo la Revolución de Octubre. Era algo individual, privado; pero, como éramos maricas, lo privado era público...Nos penetrábamos, nos amábamos incluso y resultaba más político que la asamblea" [pag. 37]; "Estamos en una época...que marca el fin de cualquier exigencia de inteligencia. Es decir que, de algún modo, la democratización de masas, la escolarización absoluta y el acceso al ocio y a la cultura han hecho de la cultura un pseudopensamiento que en realidad no es más que el asentimiento a todo lo que se hace."[pag.89] "El péndulo de la política hace que muchas veces la inteligencia a contrapelo, por reacción, acabe considerada como la estupidez de las veletas". [pag. 109] "Tú no puedes ver hasta qué punto nos putea el mundo, hasta qué punto todo el mundo se pasa la vida fingiendo...Un día u otro vamos a diñarla...Y los jóvenes lo que quieren es divertirse y, toda la gente se muere sin decir nada, y toda la gente que habla bajito para no molestar a nadie. Ya no se puede fumar, ya no puedes correr en la carretera con el coche, ya no puedes decir "polla" a un niño sin que te metan en el trullo y tienes a los maderos...que te dicen cómo tienes que follar, que quieren que los maricas colaboren con la sociedad, para vivir, para sobrevivir."[pag. 153] Y si quieren algo de ánimo para levantar el pesimismo existencial del día a día;" Nada de lo que hacemos puede servir de lección a los demás. Lo que hacemos sólo es bueno para nosotros mismos. Y eso es la experiencia, ¿vale? Y, al final, todo lo que hemos podido acumular desaparece ¡plaf! cuando la diñas." [pag. 156] Para qué sirve una buena novela, pues para algo más que entretenernos un sábado por la tarde; para remover conciencias y abrir heridas y descubrinos que vivimos en un infierno que hemos creado nosotros mismos con esfuerzo y tenacidad.
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