domingo, 11 de diciembre de 2011

CERO PROBLEMA, NICANOR PARRA


Pensaba escribir de otra cosa, pero siempre que pienso escribir de otra cosa, termino escribiendo de mí mismo. Y hoy no me encuentro especialmente satisfecho ni de mí mismo ni del mundo en el que vivo. O sea, que me encuentro insatisfecho de esta realidad claustrofóbica y deshumanizada en la que agonizo. Yo soy yo y mis circunstancias y la vida que nos reblandece el cerebro conforme cumplimos años. Mañana me toca. Pero no se trata de la minucia de cumplir un año más, se trata de la vida en general como problema irresoluble por reducción al absurdo. Ese Dios en el que no creo ha creado una cadena de montaje estupenda y unos administradores y cancerberos perfectamente adiestrados para que soportemos como borregos lo que se nos imponga. Lo que se nos imponga es una vida de chichinabo. La esclavitud bien aceptada empieza por aceptar que uno es uno más de la manada; aunque sea una manada de borregos, valga la contradicción. El sexo mueve el mundo, da esperanza, pero el miedo es el verdadero motor de nuestra existencia. El mundo se ha convertido en una colonia de cobardes, incapaces de tomar las riendas de sus vidas porque consideran que lo que hay es lo que hay. Y punto. Una manada de corderos adiestrados en el arte de no pensar que es el arte de pasar de todo y vivir dentro de tu propia burbuja. Así nos va. Así nos debe ir. Así nos irá si no cambian las cosas y no veo que lo que viene detrás de mí tenga mejores perspectiva de futuro. Eso sí, ellos y ellas se consideran sobradamente preparados. Sobradamente preparados para el fracaso existencial supongo. Claro que para qué van a pensar si la vida tiene o no sentido. Que piensen otros. Para el otro, para vivir la vida al día, les va estupendamente; coche, piso, hipoteca, hijos y partido Madrid /Barcelona con patatas fritas y varias latas de cerveza. Un futuro de puta madre. Ante lo que se nos viene encina nada mejor que un partido Madrid / Barcelona. Los recortes, lo copagos y la biblia en pasta se aceptarán porque hay que aceptarlos . Y punto. Por eso me alegra que le hayan dado el Premio Cervantes a Nicanor Parra [Chile, 1914] ese nonagenario con un poderoso cerebro de niño rebelde que nos demuestra que la gente es joven a pesar de que su cuerpo la contradiga. Y que quizás el futuro no esté en esa poesía anestesiada e higiniezada que nos venden algunas editoriales cuyos libros parecen hijos del mismo autor a pesar de llevar apellidos diferentes. Quizás el futuro este en la antipoesía, en el antisistema, en la antinada. Y como recompensa por aguantar la perorata de este apestado cínico y algo nihilista el día antes de cumplir años. Unos versos del premiado Nicanor Parra que son a pesar de los años que lleva escrito el poema, un buen ejemplo de que la poesía/antipoesía siempre va por delante de la realidad. El poema se titula "Cero problema":
la economía para la derecha
la política para la Democracia Cristiana
y la cultura para la clase trabajadora

lunes, 5 de diciembre de 2011

SIAMESES, GONZALO CALCEDO


Acabo de terminar de leer el libro de relatos "Siameses" de Gonzalo Calcedo Juanes [Palencia, 1961] publicado por Tropo Editores este mismo año. No se trata de una novedad sino de una reedición de los dos primeros libros de relatos de Calcedo; " Otras geografías" [1996] y "Liturgia de los ahogados" [1997] aquí con prólogos de Juan Bonilla y Carlos Castán. A pesar de ser dos obras primerizas no esperaba que me defraudasen y lo lo han hecho. Calcedo casi nunca defrauda. Su nivel siempre está por encima de la media. He encontrado todo lo que esperaba encontrar y sobre todo la confirmación de que el mundo interior del autor ya estaba fraguado cuando comenzó a escribir. Confieso que siento debilidad por este autor desde que descubrí "Esperando al enemigo" [Tusquest, 1996] y me dediqué en la medida de mis posibilidades a la ardua tarea de lograr las obras completas de este narrador de la desolación cotidiana que nos acosa como un animal hambriento. Desde entonces he ido leyendo según las iba encontrando en mis viajes a Madrid o a Barcelona "El peso en gramo de los colibries" [Castalia, 2005]; "La madurez de las nubes" [Tusquets, 1999]; "La carga de la brigada ligera " [Menoscuarto, 2004]; "Apuntes del natural" [Páginas de espuma, 2002]; "Cenizas" [Pretextos, 2007]; "Saqueos del corazón" [Algaida, 2007]. Por supuesto me faltan algunas de su últimas obras, ya que resultan difíciles de encontrar en librerías sobre todo de provincias y no soy de los que encargan libros, ya que me gusta dejarme llevar con el instinto y la casualidad, pues así he descubierto a muchos de mis autores de cabecera. En la lista de espera "El prisionero de la avenida Lexington" [Menoscuarto, 2010] "Chejov y compañía" [Caja España, 2006] y Picnic y otros cuentos recíprocos" [El Brocense, 2010]. Que podría decir de Calcedo que no haya sido dicho por muchos de sus rendidos admiradores. Tampoco me apatece hablar de sus conocidas influencias. Me quedo con lo que me gusta de sus historias: los hoteles de carretera, esos hijos desafectos, esos padres desleales, esos rituales de la melancolía, esa imposibilidad de vivir la vida plenamente, esas piscinas tan de John Cheever, esa tristeza vital que se palpa con la densidad de una niebla permanente, esos personajes que parecen no esperar ya nada de la vida porque en realidad la vida no les ofrece nada. Los relatos de Gonzalo Calcedo son relatos para suicidas en potencia y para náufragos existenciales. La literatura de Calcedo es como utilizar un estilete para realizar una herida en el corazón de los sentimientos. Siempre queda una cicatriz. Uno siempre sale malparado de sus relatos, pero la necesidad nos obliga a volver a ellos. Son como una adicción. Una adicción al deastre espiritual. Gonzalo Calcedo es muy parecido a los personajes de sus relatos. Sólo hemos coincidido en un acto literario en el que renegó de la novela y dijo estar cada vez más desencantado de la narrativa a pesar de lo cual ha seguido escribiendo sin descanso, como un boxeador a la contra. Me firmó los cuatro o cinco libros suyos que poseía entonces, incluido un relato con el que fue el ganador del premio Santoña, la mar ; "La campana de niebla" el mismo año que yo quedé finalista con mi relato "El farero que perdió la gracia del mar". Tener un relato publicado en el mismo volumen de cuentos en el que aparecía también un relato de Calcedo, fue durante mucho tiempo un acicate para mí. Si no lo han leído, aprovechen la ocasión de empezar por el principio y lean "Siameses", después continúen con el resto.