He escrito varias veces sobre mi admiración por esta pareja de escritores de novela policíaca [Söjwall, Estocolmo, 1935- Wahlöö, Gotemburgo 1926-Estocolmo 1975] que no volveré a insistir sobre lo que ya he insistido en demasía. Esta vez se trata de comentar su octava novela de la serie de diez dedicadas al inspector Martin Beck: La habitación cerrada, -cuyo titulo parece un remedo de una de las maravillosas novelas de mi también admirada Agatha Christie-, trata de un muerto en una habitación cerrada, como indica el título, pero también de atracos a bancos; pero nada de esto es importante. Lo importante es el diagnóstico de una sociedad que se pudre por donde no debe, por la cúpula política y por el poder de los que manejan los hilos de la estructura social a su antojo. Martín Beck es un comisario más triste que de costumbre. El humor es un arma hilarante por momentos. Pero el punto fuerte de esta novela es el análisis social de una época, principios de los setenta, que es un anticipo de la sociedad donde mal morimos actualmente con la ficticia broma de una crisis económica que no hemos creado nosotros sino los políticos y banqueros que, más que gobernarnos, intentan someternos con clausulas contractuales y abusivas, cuando en realidad son ellos los que deberían pagar los platos rotos de este caos financiero y social en las próximas elecciones. Somos la sociedad que tenemos. O mejor somos, la sociedad que los políticos y banqueros nos han obligado a elegir. La mayoría de la gente corriente no piensa porque ha sido educada para no pensar, o para pensar poco; lo justo. Y así nos va. De puta madre. Sjöwall y Wahlöö detectaron y se anticiparon a esta realidad que nos rodea hace cuarenta años. Servirán algunos fragmentos de la novela para constatar la actualidad de su argumento y la modernidad de estos autores críticos con la sociedad en la que les tocó vivir. El problema es que su diagnóstico continua vigente. Pag. 77 ...hubo alguien en la policía que descubrió la posibilidad de utilizar un simple, pero no transparente, método de control de las estadísticas de la criminalidad, de manera que resultaran del todo engañosas sin, no obstante, ser manifiestamente incorrectas. Se empezó solicitando una fuerza policial más militante y homogénea, más recursos técnicos en general y un amplio equipo armamentístico en particular. Para conseguirlo, era necesario exagerar los riesgos de la profesión. Como los disparates generalizados no bastaban como medio de presión política, se recurrió a otra salida: manipular las estadísticas. // En este sentido, las manifestaciones políticas organizadas durante la segunda mitad de los años setenta ofrecieron grandes oportunidades. Los manifestantes abogaban por la paz y eran sofocados por la fuerza; casi nunca iban armados con algo más que pancartas y sus propias convicciones, pero eran recibidos con gases lacrimógenos, cañones de agua y porras de goma. Casi todas las manifestaciones no violentas desembocaban en caos y alboroto. Las personas que trataron de protegerse fueron golpeadas y arrestadas. Luego, acusadas de "violencia contra funcionarios públicos" o de "resistencia virulenta", ...Cada vez que se enviaba un centenar de policías a repartir palos en una manifestación, la cifra de supuestos atentados contra los agentes de la autoridad se disparaba. Les suena a presente repetido una y otra vez en este país y otros. Los mecanismos del poder son siempre los mismos, en el pasado y en el presente. Puede que ahora se hayan aliado con el poder económico que es quien sostiene a los políticos. No nos engañemos. Pag. 92. Envejecer solo, pobre e incapaz de arreglárselas por uno mismo significaba que, después de una larga vida de trabajo, de pronto uno se veía privado de su dignidad e identidad, condenado a esperar el final en alguna institución , junto con otros ancianos marginados y exangües. // Las instituciones ni siquiera se llamaban así, ni siquiera se llamaba residencias de ancianos. Ahora tenían que llevar el nombre de "hogar del jubilado" u "hotel para jubilados", y eso para pasar por alto el hecho de que en la práctica, la mayoría de los ancianos no vivían allí por voluntad propia, sino que simplemente habían sido condenados a ese tipo de cuidado institucional por un denominados Estado del bienestar que ya no quería saber nada de ellos. // Una dura sentencia para el delito de ser demasiado viejo. Cuando se es un desgastado engranaje de la maquinaria social, a uno le pueden tirar a la basura. Añado yo que, antes, ahora y mañana. Pag. 196. La única rama del cuerpo que tenía más recursos que delitos que combatir era la policía de seguridad, que realmente no desempeñaba tarea alguna, ya que aún se ocupaba casi exclusivamente del registro de comunistas y, tercamente, ignoraba las diversas y más o menos exóticas organizaciones de ultraderecha. Pag. 197. ...ocurre que cuando la clase alta bebe, se le llama "cultural del licor", mientras que cuando los ciudadanos de clase baja tienen necesidades similares inmediatamente son etiquetados de dipsomaniacos o enfermos que precisan asistencia social, tras lo cual nadie los asiste. Pag. 210. Los guardianes de la moralidad se lamentan de que los niños, especialmente, las niñas empiezan a follar a los trece años. Idiotas. Todo el mundo sabe que uno se empieza a poner cachondo a los trece o así, pero con la píldora y el DIU una chica está más protegida que Fort Knox. Pag. 215. Habló un poco de generalidades, sobre todo del precio de la comida y de las trampas con las fechas de caducidad. Tengo la impresión de que están hablando de algún ministro del ramo o similar. Pag. 237. La tasa de desempleo, mientras tanto, era cada vez mayor, tanto que incluso los universitarios y los profesionales altamente cualificados no tenían trabajo y debían pelearse por empleos mal renumerados y muy por debajo de sus capacidad. Pag. 239. Su hija le preocupaba enormemente...Quería que creciese en un ambiente cálido, seguro y humano, donde la obligación de perseguir el poder, el dinero y el estatus social no convirtiera a las personajes en enemigos, y donde las palabras "comprar" y "tener" no se considerasen sinónimas de felicidad. Pag. 240. Quería a toda costa salir del país: se sentía cada vez más a disgusto con él y había comenzado a odiar esa sociedad que alardeaba de un bienestar que estaba reservado solo a unos pocos privilegiados, mientras que para la gran mayoría el único privilegio era empujar la rueda que mantenía la maquinaria en movimiento. Yo, a veces me pregunto si la gente, el trabajador de a pie no se dará cuenta que el poder para mantener a la sociedad tal cual o cambiarla está en sus manos y no solo con el voto sino también porque es la fuerza que genera riqueza y si la fuerza que genera se niega a trabajar entonces todo se paraliza y es posible empezar de nuevo en igualdad de condiciones. El análisis de Sjöwall y Wahlöö es impecable y certero. Parece que no hubieran pasado cuarenta años. Se publicó en 1972. Está de rabiosa actualidad No le tengan miedo a la realidad aunque provenga del pasado.
domingo, 22 de septiembre de 2013
domingo, 15 de septiembre de 2013
UN BUEN DETECTIVE NO SE CASA JAMÁS MARTA SANZ
Fui feliz mientras leía la primera novela de Marta Sanz [ Madrid, 1987] sobre el detective gay o maricón de orden que es Arturo Zarco. He vuelto a ser feliz leyendo esta segunda entrega policíaca, pero no tanto, del ex marido de Paula - la coja- Quiñones; Pepito grillo en una y otra novela. "Un buen detective no se casa jamás" es una novela policíaca donde en el 90 por ciento de su superficie parece que no sucede nada. Es un mar en calma - Mediterráneo si se quiere- a la orilla de una ciudad cosmopolita y algo hortera que, aunque no se nombra, tiene aires benidormenses. Como novela policíaca cambia varias veces de punto de vista y cada cambio es un acierto. Como cuento cruel con Madrastra mala, príncipe sapo y princesas duplicadas y clonadas es impagable. Hay dos hermanas gemelas monocigóticas, [Amparo y Janni] y dos hijas gemelas monocigóticas [Ilse y Marina] y dos nietas gemelas monocigóticas, hijas de Ilse. La vida como la impostura se duplica, pero no exactamente igual. Las hermanas y las hijas y las nietas son iguales físicamente, pero no psicológicamente. Nadie se parece a nadie aunque todos nos parezcamos a todos. Arturo está de vacaciones. No soporta las infidelidades de su novio. Marina Frankel es una buena amiga. Ilse Frankel no quiere a nadie. Amparo Orts es el ama, humilla y perdona o intenta hacerse perdonar con dinero.Y claro está el marido de Amparo, Marcos Cambra, el podólogo dde éxito que se parece a Alain Delon. Las pasiones discurren bajo la tersa superficie. La prosa de Marta Sanz no es transparente y seca sino más bien barroca y repleta de matices y añadidos y superposiciones. Es una prosa creciente. Los conflictos de clase social están presentes. Las citas cinematográficas amplifican el discurso narrativo. Arturo Zarco tiene un barniz cultural notable. Si piensan que la calma chicha va a terminar con la novela hasta convertirla en otra aburrida novela, se equivocan. Los crímenes llegan cuando tienen que llegar. Uno, dos, tres...La burguesía está podrida, hiede. Estamos ante una novela psicológica de asesinatos y ante un lúcido análisis de la sociedad actual y de muchos de sus males. Los negocios y corruptelas de Amparo Orts. No hay nadie insustituible. Arturo Zarco no es un hombre de acción. Se trata más bien de alguien pasivo en una trama que da la impresión de no moverse hacia ninguna parte. La historia sucede más en el interior de los personajes que fuera de ellos. Unos zapatos tienen algo que ver. No son los de cenicienta. Esto es un cuento perverso. Impagable la parte donde Marcos Cambra cuenta cómo se ha desecho de un cadáver internándose en el mar con su velero. Aquí es innegable la influencia en Marta Sanz del Alain Delon/ Ripley interpretado a las órdenes de René Clement en A pleno sol [1960] adaptación de una novela de Patricia Highsmiths. Autora que Marta Sanz creo debe admirar incondicionalmente. Una novela policíaca poco al uso, de esas que se devoran en verano y deberían diluirse en otoño, pero no sucede, como no sucede nunca con la buena literatura. Yo le hubiera apuesto un título más irónico, dado el carácter del detective protagonista y su coja favorita: Un buen detective no se cansa jamás.
viernes, 13 de septiembre de 2013
TRILOBITES BREECE P'J PANCAKE
Quien haya leído mis poemas conocerá mi querencia por los suicidas. Sean escritores o artistas. Los suicidas normales no me interesan tanto. Suicidarte porque no llegas a final de mes no demuestra una visión del mundo torturada y profunda, sino más bien una falta de valor para tomar las riendas de tu vida y afrontarla. Cuando uno escribe o pinta o se dedica a una de esas profesiones que en teoría no son de ganar dinero sino de intentar comprender el absurdo del mundo, el suicidio siempre está a la vuelta de la esquina. Incluso hay gente que escribe para no suicidarse o no pegarle un tiro al primero que se presente en la puerta de su casa. Todo esto viene a cuento, o no, porque acabo de finalizar unos días atrás Trilobites [2012, Alpha Decay] del escritor americano Breece D´J Pancake. Como otros muchos escritores su verdadero nombre tampoco era exactamente ése. No hace falta que remarque que se suicidó a los 26 años. Tan solo había publicado la mitad de los 12 cuentos que forman este libro de relatos. No escribió nada más. No lo necesita. Se suicidó en Charlottesville. Después de leer sus dolorosos relatos uno entiende mejor su decidión. Para él, la vida debía de ser difícilmente soportable. Entre las líneas de estas historias ambientadas en una Virginia rural y minera donde el paisaje tiene un peso específico se dibuja la imagen de un escritor sensible y torturado interiormente. La frustración es una sombra que se pasea de una página a otra. El fracaso vital no se esconde sino que merodea. La violencia latente o expresa bordea las esquinas. La soledad no es buena compañía. Hay algo muy triste en estos cuentos. Algo muy triste que no se puede explicar y que pertenece a la manera de contar la historia; al personaje que cuenta la historia; sea un camionero o una mujer embarazada y enamorada de su hermano. Abundan las granjas que amenazan ruina. Los trenes que ya no se detienen. Los personajes que anhelan otra vida, pero que acaban conformándose con la que les toca en suerte. En mala suerte. La podredumbre se filtra por los pliegues del paisaje. No faltan las sierras, las quebradas, la niebla. El zumbido de una mosca o el vuelo de un ave adquieren un carácter simbólico. La nieve. La densidad de esta prosa liviana nos noquea. La humillación se palpa. Cada relato es como un golpe. Recuerda en cierto modo a Knockemstiff de Ray Pollock, si no fuera porque Breece D´J Pancake es anterior y debería ser a la inversa. Este libro de relatos es tan admirable como una bomba de relojería imposible de desactivar. Les estallará en las manos y será difícil librarse de sus efectos secundarios. Aquí el dolor y la belleza están íntimamente ligados. Cada relato contiene un fondo de verdad y desesperanza. Y además, he descubierto que alguien había escrito ya ese cuento que yo siempre he querido escribir. Es el que cierra el libro. Es demoledor en su sencillez y se titula: El primer día del invierno.
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