viernes, 13 de septiembre de 2013

TRILOBITES BREECE P'J PANCAKE


Quien haya leído mis poemas conocerá mi querencia por los suicidas. Sean escritores o artistas. Los suicidas normales no me interesan tanto. Suicidarte porque no llegas a final de mes no demuestra una visión del mundo torturada y profunda, sino más bien una falta de valor para tomar las riendas de tu vida y afrontarla. Cuando uno escribe o pinta o se dedica a una de esas profesiones que en teoría no son de ganar dinero sino de intentar comprender el absurdo del mundo, el suicidio siempre está a la vuelta de la esquina. Incluso hay gente que escribe para no suicidarse o no pegarle un tiro al primero que se presente en la puerta de su casa. Todo esto viene a cuento, o no, porque acabo de finalizar unos días atrás Trilobites [2012, Alpha Decay] del escritor americano Breece D´J Pancake. Como otros muchos escritores su verdadero nombre tampoco era exactamente ése. No hace falta que remarque que se suicidó a los 26 años. Tan solo había publicado la mitad de los 12 cuentos que forman este libro de relatos. No escribió nada más. No lo necesita. Se suicidó en Charlottesville. Después de leer sus dolorosos relatos uno entiende mejor su decidión.  Para él, la vida debía de ser difícilmente soportable. Entre las líneas de estas historias ambientadas en una Virginia rural y minera donde el paisaje tiene un peso específico se dibuja la imagen de un escritor sensible y torturado interiormente. La frustración es una sombra que se pasea de una página a otra. El fracaso vital no se esconde sino que merodea. La violencia latente o expresa bordea las esquinas. La soledad no es buena compañía. Hay algo muy triste en estos cuentos. Algo muy triste que no se puede explicar y que pertenece a la manera de contar la historia; al personaje que cuenta la historia; sea un camionero o una mujer embarazada y enamorada de su hermano. Abundan las granjas que amenazan ruina. Los trenes que ya no se detienen. Los personajes que anhelan otra vida, pero que acaban conformándose con la que les toca en suerte. En mala suerte. La podredumbre se filtra por los pliegues del paisaje. No faltan las sierras, las quebradas, la niebla. El zumbido de una mosca o el vuelo de un ave adquieren un carácter simbólico. La nieve. La densidad de esta prosa liviana nos noquea.  La humillación se palpa. Cada relato es como un golpe. Recuerda en cierto modo a Knockemstiff de Ray Pollock, si no fuera porque Breece D´J Pancake es anterior y debería ser a la inversa. Este libro de relatos es tan admirable como una bomba de relojería imposible de desactivar. Les estallará en las manos y será difícil librarse de sus efectos secundarios. Aquí el dolor y la belleza están íntimamente ligados. Cada relato contiene un fondo de verdad y desesperanza. Y además, he descubierto que alguien había escrito ya ese cuento que yo siempre he querido escribir. Es el que cierra el libro. Es demoledor en su sencillez y se titula: El primer día del invierno.

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