martes, 26 de agosto de 2014

PIEDRAS NEGRAS, JESÚS ZOMEÑO


Leo "Piedras negras" de Jesús Zomeño [Alcaraz, 1964] Relatos ambientados en la Primera Guerra Mundial. Podrían estar ambientados en cualquier guerra. Todas las guerras son iguales. La guerra no es el tema sino el recurso. Conocía a Zomeño como poeta, no como narrador. Me ha sorprendido. Mucho. Gratamente. Los relatos son breves. Lacónicos. Como bofetadas. Estructurados sobre la palabra, no sobre la descripción narrativa. Son lo que dicen: Lo que ansío de esta guerra es sobrevivir y tener un hijo.  No importa lo que suceda si podemos olvidar después. No existe posibilidad de olvido. Zomeño arroja las palabras sobre el lector como si fuesen piedras. No teme hacernos daño. No le importa. Su función es otra. La función del escritor es otra. El lector tiene que evitar que las piedras le lastimen y luego recogerlas, levantar un muro o colocarlas ordenadas en alguna vitrina. Colecciono objetos inútiles de esta guerra. Dice uno de los personajesEl libro de relatos tiene dos partes: Metralla de cuerpos celestes y Mapas, 1916. Unos  relatos suceden en el frente, en las trincheras, o más o menos en la mente de los soldados que están en el frente y en las trincheras. Los otros suceden en ciudades que estuvieron implicadas en la Gran Guerra: Praga, Bruselas, París, Cracovia..La diferencia es mínima. El tono es similar. Frases cortas, contundentes, casi aforismos y un ritmo como de plegaria. Y claro, esos comienzos  fulgurantes que son como una patada en la frente a la que se agarra el narrador para no sucumbir aplastado por el peso de la historia, de su pequeña historia: El último día de la guerra: Otto se suicidó el día que terminó la guerra. La tregua: Me fusilan. Mañana me fusilan. En el hospital: En la cama de al lado, Adelfried cuante que su novia  tiene dos o tres tetas  y que sonríe cuando él se las toca. El cadáver: Estoy comiendo junto a un muerto. Tengo hambre. La cruz de todos los fracasos: He escupido tres veces en la misma esquina de Lisboa. Mi esposa me es infiel: Mi esposa me es infiel, lo confiesa en sus cartas. El desertor: Cuando murió mi padre deserté de la guerra. Tatuados: Hacía tiempo que a Dagmar Sorensen le excitaba vestirse de mujer para hacer el amor con su esposa. Pero no se trata solo de principios y finales sino del propio desarrollo del relato que adopta formas sorprendentes a veces: forma de carta, de monólogo, de listado...y de esas frases que, como aforismos metafóricos, brillan dentro de la prosa como piedras negras entre un montón de pulidas piedras blancas: La vanidad no es un buen motivo para morir [15] No tiene sentido escribir sobre lo que no comprendo...[19] Es sencillo negar lo que no tenemos delante, hemos reducido la vida a lo que es posible. [25] Somos gente civilizada cuando sostenemos una taza de té en la mano. [26] Cada paso hacia delante deja atrás una huella. [31] Mi mujer es feliz porque sabe que no le queda otro remedio.[53] La eternidad no me interesa porque no creo que las piedras sean felices...[60] La limpieza serena el ánimo, porque en lo perfecto no existe el polvo. [72] El capricho es lo que relaja la vida e incita al arte...[73] La crueldad protege los buenos sentimientos [86] Llueve dentro de la sed.[95] No me gustan las leyendas cuando hacen de la verdad un lugar miserable...[108] La vida de la gente humilde requiere una línea recta  por la que caminar despacio con la cabeza agachada. [111] El miedo confunde  y bloquea la voluntad  y el ánimo de tus enemigos [113] Podría seguir, pero lo dejo. Hay que leer con detenimiento un relato como Carrusel (Bruselas). Parece escrito pensando no en los soldados invasores sino en los políticos actuales que son como esos soldados invasores que vienen a imponernos sus leyes. "Piedras negras" es un libro de relatos repleto de matices y sugerencias. Una última cita: Me doy cuenta de que es terrible estar ciego, porque a quienes abren los ojos y pueden ver la realidad les limita el espanto; sin embargo, estando ciego, nada limita lo que imagino. Si fuera posible, este sería un libro para ser leído con los ojos cerrado, para que nada límite nuestra imaginación. Ni siquiera el espanto.

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