viernes, 7 de marzo de 2014

EL CROUPIER DEL MISSISSIPPI


Nefasto principio de año poético. Necrológicamente hablando. Le toca el turno a Leopoldo María Panero [ Madrid, 1948-Las Palmas de Gran Canaria, 1914] Poeta relevante, al menos para mi formación poética no tan adolescente. No he contado las veces que he releído su Poesía 1970-1985, publicada por Visor. Sus últimos libros me han interesado poco, menos, o casi nada. Todo el drama íntimo de Leopoldo María Panero se encuentra en sus primeros poemarios, también sus mejores poemas, el resto es adaptación al medio, decadencia y caída. O adaptación a la locura. Si es que uno se adapta a ese estado mental. Se puede pensar que iba de poeta maldito, pero en su caso el adjetivo le cuadra tan meticulosamente que se diría pensado para él. Cualquier impostura en él es postura vital. Dolorosa construcción del yo lírico. Leopoldo se golpea contra las paredes del núcleo familiar. El padre, ausente o no; la madre idolatrada y odiada a partes iguales; las rencillas y envidias con los hermanos, a los que al final ha sobrevivido. Los poemas de Leopoldo María Panero tienen una cualidad única: la intensidad. Es imposible leerlos sin sentir que algo se rompe. Poseen la verdad de la herida. Poemas como: Himno a Satan; La canción del croupier del Mississippi; Carta al padre; Blancanieves se despide de los siete enanitos; Pavane pour un enfant défunt, jamás dejarán indiferente a un adicto a la poesía. Quizás Leopodo adoptó la postura del bufón de Dios abandonado por Dios, a falta de poder afrontar la decepción de la vida. De los tres hermanos fue, desde mi punto de vista, quien logró crear una poesía más pura y permanente. Frente a los poemas de escuadra y cartabón de Juan Luis -algunos de ellos maravillosos-, y al caos literario de Michi, Leopoldo logró que su mundo interior convulso y autodestructivo cuajara en un puñado de poemarios intensos. Leer un poema de Leopoldo María Panero es como pasarte una cuchilla de afeitar por los ojos. Un acto sadomasoquista  y genuinamente surrealista. Sus poemas son belleza convulsa, belleza dolorosamente convulsa. Ya no tendrá que oír pasar la vida como quien oye la radio. Por fin está irremediablemente unido por la muerte con los suyos.

1 comentario:

  1. Adiós a Narciso, adiós a sus acordes. Maravilloso "Pavane pour un enfant défunt".

    Un abrazo.

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