Uno se enfrenta a la constancia del tiempo. Como dijo el poeta, somos el tiempo que nos queda, pero también somos el tiempo que ya gastamos y no volverá. Malos tiempos en todo caso. Lena Horne [30 de junio de 1017-9 de mayo de 2010] forma parte de mi pasado. Un pasado lejano. Su muerte a principios de este mes me ha recordado la fragilidad de los vínculos que nos unen con los recuerdos y con nosotros mismos. ¿Quién se acuerda hoy de esta cantante y actriz -rodó 16 películas? ¿Quién se acordaría de ella si no fuera por una canción - Stomy Weather- que ella cantaba en la película del mismo título? Esta canción iba incluida en un disco de temas musicales que durante mi adolescencia escuché frecuentemente. La canción encierra toda la nostalgia y la melancolía de aquel adolescente acomplejado y dubitativo que yo era. Un adolescente del que solo queda un cadáver en alguno de mis versos. En un momento dado, quise homenajear a Lena Horne y le dediqué un poema en uno de mis libros. Como no podía ser de otro modo el poema se titulaba "Stormy Weather" y lo incluí en "Los días del tiempo", poemario premiado con el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez del año 2002. Pues eso, que el tiempo pasa muy deprisa. Lo rescato aquí como epitafio a una mujer admirable que puso música a una parte dolorosa de mi existencia: " Como lugar extrano, la vida./ De paso siempre. En tránsito./ Sin otro afán que los versos/ y su vano empeño en atrapar/el paso tan lento de los días./Sobrevivir en temporada baja/donde nadie: una ciudad costera,/la casa prestada de un amigo. /Un lugar en ninguna parte./ Escaso el equipaje y la memoria./Considerar ciertos detalles sibaritas: /una botella fría de vodka,/la poesía completa -La Realidad y el Deseo- de Cernuda, / y acaso Lena Horne cantando/ junto a la chimenea Stomy Weather.
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