domingo, 15 de noviembre de 2009

RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN


Reconozco que Ricardo Menéndez Salmón [Gijón, 1971] me recuerda físicamente a un buen amigo, pero eso no es determinante a la hora de los afectos literarios. Lo primero que leí suyo fue un cuento. Uno de esos cuentos con los que ganó un premio. Luego leí "La ofensa"[2007]. La obra me gustó sin terminar de convencerme. Uno siempre es crítico, a veces, en exceso con los artistas a los que admira; tanto como con uno mismo. Este pequeño vicio me bloquea a la hora de escribir. Es como si supiera que pudiendo escribir un poema mejor o un cuento más perfecto fuese incapaz de ponerme a ello. Resultado: la postergación perpetua, sobre la que Benedetti afirmaba que era un crimen en sí misma. Soy el verdugo de mi propio talento. Los cuentos que componían el volumen "Gritar" me reconciliaron con el autor. Especialmente uno de imagen brillantísima: "La vida en llamas"; título que se corresponde también con un poemario de Luis Alberto de Cuenca. La última obra de R. M. Salmón "El corrector" es un cubo de agua fresca sobre el rostro adormecido de una sociedad resignada y claudicante. Casi un curso de filosofía aplicada: "La vida privada de los objetos es así, terrible para los mortales. Nosotros cambiamos, ellos permanecen"; "La verdadera maldición de la vida no es el trabajo, ni el sinsentido de la existencia, ni siquiera el dolor y la enfermedad: la verdadera maldición de la vida es el tedio."; "Cuando Platón diseñó su República perfecta, abogó por la expulsión de los poetas. El poeta, decía el filósofo ateniense, genera desorden al trabajar con el lenguaje que es, por definición, ambiguo." "La buena literatura siempre se escribe después de la tormenta". Estoy de acuerdo con el autor, la buena literatura se escribe siempre después de la tormenta y siempre es un refugio, frágil y provisional, pero refugio, contra la tormenta.

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