La posibilidad de un verso: no escapa de sí mismo quien no quiere. Soy de los que viajan sin viajar y cuando viajo, soy de los que viajan no para escapar sino para intentar encontrarme en un lugar donde sé que no estoy. Me llevo mi rutina conmigo. Traslado mis pequeñas manías de una ciudad a otra. Este verano le ha tocado el turno a Amsterdam. Un lugar interesante para buscarse uno. Entre sus canales y calles me he perseguido. Amsterdam es una ciudad donde cualquier equina sirve para doblar la esquina del tiempo detenido. El clima cambiante también ayuda. Y ese caos ordenado de turistas y autóctonos paseando, y los tranvías y las bicicletas. Un pequeño paraíso turbio y acogedor. El pasado de sus edificios y monumentos contrasta paradójicamente con la vitalidad de la vida a pie de calle. Los escaparates de sus tiendas son fascinantes. En este pequeño paraíso me encontré con parte de mí en el Vondelpark. Una breve visita al Filmmuseum y el anuncio de la proyección de Rocco y sus hermanos [1960] dirigida por Luchino Visconti con Alain Delon. Un actor demasiado guapo para ser un buen actor. Otros actores lo lograron, él no, Y sin embargo durante unos años su carrera estuvo a la altura de las expectativas que había despertado: A pleno sol [1959] de René Clement; El Gatopardo [1963] de nuevo con Visconti; El Eclipse [1962] dirigida por Michelangelo Antonioni; Los felinos [1964] René Clement; La piscina [1968] Jacques Deray; El silencio de un hombre [1967] Jean Pierre Melville. En la entrada del Filmmuseum de Amsterdam, por un instante volví a encontrarme con la nostalgia de un rostro y con parte de lo que luego fue mi adolescencia. Todo fulgor apagado en la ceniza.
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